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Puerto Estelar Temujin,
Orgullo del Conquistador, Proserpina
Distrito Militar de Benjamín
Condominio Draconis
14 de diciembre de 3039
Yasir Nezumi aguardaba en la parte interior de la zona acordonada de recepción del Puerto Estelar Temujin, erguido y discreto en su chaqueta oscura de hombre de negocios. Detrás del oyabun yakuza, la multitud se agitó con súbito entusiasmo cuando Theodore bajó de la rampa de la Nave de Descenso Tetsuwashi. El aire fue invadido por el grito de «¡Banzai!» y Fuhito contuvo a los asistentes de Theodore. Solo, el Kanrei se dirigió hacia los vítores, agradeciéndolos con elegancia. Al llegar al Oyabun, el hombre realizó una reverencia formal.
—Bien venido a casa, Kanrei.
—Domo, Nezumi-san. —Sonrió al alzar la cabeza. Alargó la mano, y el robusto oyabun la estrechó con firmeza y vigor—. Me complace que haya encontrado tiempo libre para venir a recibirme. Tomoe ensalzó la sobresaliente ayuda que le prestó su patriótica organización. Me siento honrado.
—Iie, Tono. Es un honor para mí formar parte del recibimiento que se le brinda al victorioso Dragón.
—No ha habido ninguna victoria, oyabun. Todavía seguimos en guerra con la Federación de Soles y la Mancomunidad de Lira.
Nezumi se deshizo del comentario con un encogimiento de hombros.
—Ya casi han abandonado por completo nuestros planetas. El ataque del teki está acabado.
—Igual que el nuestro —le confió Theodore—. Usted sabe muy bien lo dispersos que nos encontrábamos en la cuña que penetró el espacio de Davion. No podríamos haber continuado durante mucho tiempo más, aunque ellos lo desconocían. No importa. Logramos nuestro objetivo e impresionamos a Hanse Davion con nuestra determinación. —Se apartó del oyabun, ansioso por partir de la zona de recepción. Por encima del hombro, añadió—: Aún subsiste la colmena de la avispa en Dieron. Le dedicaré toda mi atención; mañana partiré hacia allí.
—Vuestros generales están bien entrenados y son eficientes, Tono. Ellos pueden ocuparse de las operaciones menores de ese distrito —indicó en voz alta Nezumi. Luego, la bajó hasta que sólo llegó a oídos de Theodore, como si fuera un conspirador amistoso—. ¿No sería Luthien un destino mejor para vuestro próximo viaje? Os lo merecéis.
Theodore quedó perplejo por su comportamiento obsequioso, pero no disponía de tiempo para analizarlo. Cuando atravesaron el cordón, gente de buena voluntad, oficiales ansiosos y cortesanos aduladores lo rodearon, felicitándolo y pronunciando su nombre. Con una sonrisa, Theodore se concentró en la tarea de saludar a sus súbditos.
Abriéndose paso entre la muchedumbre con una facilidad de la que no era capaz dos años atrás, vislumbró dos caras familiares, las de Dechan Fraser y Jenette Rand. Se hallaban alejados de los demás, aislados en su intimidad, a pesar de estar rodeados de kuritanos. Los saludó, sorprendido pero complacido de que se encontraran allí. Se mostraban preocupados por algo y deseaban una reunión privada. Asegurándoles que en cuanto pudiera les dedicaría su atención, concertó un encuentro para aquella misma noche. Se volvió en busca de un asistente. No había ninguno a la vista; sin embargo, observó a Nezumi aún de pie en la periferia del gentío.
—Nezumi-san —llamó—. ¿Puede ocuparse de que mis amigos reciban una escolta?
—Hai, Coordinador —respondió éste con una presta reverencia.
Theodore se quedó inmóvil.
—No soy el Coordinador.
El otro esbozó una amplia sonrisa.
—¿No es hora de que el gato ataque?
Los ojos de Theodore se desorbitaron, perdiendo la compostura cuando el pavor lo invadió.
—¿Qué ha hecho? —preguntó en voz baja.
Temiendo la respuesta que creía conocer demasiado bien, se abrió paso entre la multitud. No se dirigió hacia Nezumi o a la limusina que lo esperaba. Corrió en dirección a la Nave de Descenso mientras gritaba las órdenes para despegar.