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Palacio de la Unidad, Ciudad Imperial, Luthien

Distrito Militar de Pesht

Condominio Draconis

17 de marzo de 3028

Constance Kurita se observó el rostro en el espejo. Aunque sólo llevaba cuatro años con la responsabilidad de guardiana de la Casa del Honor, la sentía como una carga muy pesada. Buscó señales de tensión, pero no encontró ninguna. «Es un alivio —se dijo a sí misma—. Va no queda tiempo para ocultarlas con cosméticos».

Cuando el sirviente pronunció su nombre, realizó una última y rápida comprobación de su aspecto antes de atravesar la puerta que mantenía abierta. Mientras recorría la galería de la mansión, de forma inconsciente se alisó la línea del kimono.

El batir rítmico de su pesada y doble coleta de caballo contra sus nalgas era como un metrónomo que la ayudaba a mantener en calma sus pensamientos. Unos pocos años atrás, la sola idea de encontrarse con el Coordinador la habría inundado de aprehensión. Ahora se alegraba de que el tiempo hubiera reforzado lo suficiente su confianza como para permitirle mantener un control interior. Había asumido el papel de ser la conciencia de Takashi. Aunque su primo le llevaba veinte años, ya no la trataba como a una niña que jugaba a ser una adulta. A veces… incluso escuchaba sus consejos.

Lo encontró sentado en el jardín de grava barrida que había al final de la galería. Su negro uniforme de oficial superior parecía fundirse con el banco de basalto donde se hallaba. Estaba meditando, la mirada clavada con firmeza en el árbol enano de criptomeria que se alzaba ante su asiento, contra la valla baja de bambú. Cuando Constance salió del porche de madera y pisó el inicio del sendero, Takashi se incorporó y, girando hacia ella, se inclinó ceremoniosamente.

—Querías hablar conmigo, jokan Constance —dijo cuando ella le devolvió una inclinación más profunda, tal como le correspondía a un sirviente del gobernante.

—Sí, Tono. Gracias por concederme tiempo. —Vaciló un momento, en reconocimiento a la costumbre Kurita de comenzar todas las conversaciones con el más mínimo de los preámbulos. Ella y Takashi, primos al igual que funcionarios del Estado, hacía tiempo que habían dejado atrás la necesidad de recurrir a las formalidades para medir sus estados anímicos—. Se me ha informado que no habéis enviado una invitación a vuestro hijo —comentó, yendo directamente a la cuestión.

—Es correcto.

—Se trata de una ocasión importante. Tono. La boda de Hanse Davion, gobernante de la Federación de Soles, con Melissa Steiner, heredera del Arcontado de la Mancomunidad de Lira, es un evento sin precedentes. Cada cabeza de Estado de la Esfera Interior estará presente. Es una oportunidad inapreciable para que vuestro heredero los conozca.

—Sigue con su obstinación —expuso llanamente Takashi.

En la tensión de su mandíbula, Constance leyó la irritación que no apareció en su voz.

—Como vos —repuso con tristeza. No había habido mucha comunicación entre padre e hijo desde que Theodore había sido desterrado a la Legión de Vega hacía ya tres años—. No lo tratáis adecuadamente. Sois el Coordinador y él vuestro heredero. Si no lo preparáis bien, falláis ante el Dragón y el reino.

—Soy bien consciente de mi deber hacia el reino, jokan —estalló—. Todo lo que hago es con el único propósito de moldear a mi hijo para ser la clase de gobernante que necesita el Condominio. Debe aprender.

—Exactamente lo que yo quería decir. —Constance mantuvo el tono de voz calmo y apacible—. Puede aprender mucho durante la festividad de la boda, conocer a los gobernantes de los estados enemigos que tienen frontera con nuestro reino. Y le proporcionará la oportunidad de tratar y calibrar a nuestros aliados del tratado de Kapteyn.

La inmovilidad de Takashi le indicó que sus palabras caían en oídos sordos. Esta no iba a ser una de sus victorias. Mientras se inclinaba y daba media vuelta para marcharse, él volvió a hablar con voz firme y decidida.

—Aún le quedan cosas que aprender en Marfik. Dejaremos que se quede allí y se pierda toda la diversión.