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Nantuo del Sur, Vega

Distrito Militar de Dieron

Condominio Draconis

Finales de diciembre de 3028

Los suaves murmullos que provenían del centro de mando militar situado en el cuarto de al lado sacaron a Theodore de sus nebulosos sueños. Al despertar y ver las consternadas caras de Ben Tourneville y Fuhito Tetsuhara, trató de levantar la mano derecha para saludarlos, pero al ver que el brazo no le respondía, bajó la vista y descubrió que lo tenía cubierto por una escayola. Al reconocer también el picor de la plasticarne que se iba pelando en su frente, evocó el recuerdo de su última batalla.

—Los médicos dicen que recuperará la movilidad completa del brazo, Tai-sa —lo tranquilizó Fuhito—. Sin embargo, le quedará una cicatriz en la frente.

—Debe guardar reposo absoluto —insistió Tourneville.

Sacudió la cabeza. Mientras las fuerzas de Steiner infectaran Vega, no podría descansar. Un samurái jamás se apartaba del deber por una herida personal.

—Hubo algunos problemas con Heise y Nórdica mientras estuvo sin sentido —comenzó Fuhito con cautela—. No comprendieron su plan y estuvieron a punto de ponerlo en peligro tomando otra dirección. Empleando la autoridad que tiene como su ejecutiva, la Sho-sa Sakade me puso al mando.

—Es de lo más irregular —observó Tourneville con acritud.

—Pero ¿funcionó? —preguntó Theodore, volviéndose hacia Fuhito.

—Intenté que se siguiera el espíritu de sus planes, Tai-sa —respondió Fuhito, encogiéndose de hombros—. No me compete a mí afirmar dicho éxito.

Típica modestia de los Tetsuhara. Si Fuhito no hubiera controlado la situación, las cosas no estarían tan tranquilas. Tomoe había hecho bien en nombrarlo supervisor. Heise no la habría aceptado a ella, y nadie más poseía la suficiente veteranía como para ejecutar sus órdenes.

—¿Cómo estamos con respecto a los liranos?

—Su plan ha sido un éxito, Tai-sa, a pesar de la inexperiencia de nuestro camarada —le aseguró Tourneville—. Hemos dividido a las tropas de Steiner, y se ha completado nuestro enlace con las fuerzas que tenemos al oeste de las Montañas Trebason. La captura que hicimos de Cochus los obligará a depender de líneas de suministros sobrecargadas y más extensas, lo cual les ocasionará serios problemas.

»La Segunda Legión y veinte de los regimientos convencionales están empujando a la mayoría del Tercero de Guardias de Lira y a seis de sus batallones blindados al norte, en dirección al borde del Gran Desierto de Lágrimas. Pronto tendrán a sus espaldas un mar de arena.

»La Decimocuarta Legión está conduciendo a catorce de nuestros escuadrones contra lo que queda del Tercero de Guardias al mando del teniente general Finnan. Los liranos tienen cuatro regimientos de fuerzas convencionales. Sus Mechs están luchando bien, pero incluso nuestras fuerzas convencionales se baten de manera excelente. Las tropas de Lira están empezando a abandonar la línea de Roccer-De Zerber. Pronto echaremos de Vega a los invasores.

Theodore asintió.

—¿Estás de acuerdo, Tai-i Tetsuhara?

—Hemos obtenido victorias, Tai-sa, y muchos depósitos de suministros de vanguardia de la Mancomunidad han caído en nuestras manos durante el avance. Los liranos se enfrentan a la severa escasez que una vez padecimos nosotros, pero aunque tienen problemas, aún falta mucho para que los hayamos derrotado.

—Ya veo. Organiza de inmediato una reunión con los oficiales. Quiero informes de la situación de todos los frentes para inspeccionarlos. Y haz que venga la Sho-sa Sakade.

Fuhito y Tourneville intercambiaron miradas. Theodore entrecerró los ojos con recelo cuando éste último se aclaró la garganta.

—La Sho-sa Sakade ha grabado un disco con un mensaje para usted antes de marcharse.

—Es verdad, teniente general Finnan. La legión no atacará Roccer por lo menos hasta pasadas otras dos semanas. Al Decimocuarto sólo le queda una débil fuerza a lo largo de la línea Roccer-De Zerber. Posee únicamente tres regimientos blindados diezmados en el frente y un par más de reserva.

Los oficiales de Steiner reunidos en la cabaña de mando se miraron con expresiones escépticas. El comandante Werner Jones se puso de pie para dirigirse al que había hablado. El teniente general Patrick Finnan ya había estudiado la información que le había proporcionado el desertor kuritano, y esta reunión era para el beneficio del personal de mando. Finnan dejó que su oficial de seguridad tomara la iniciativa, aprobando la mirada dura que Jones le dirigió al Chu-i de Kurita.

—¿Cómo podemos confiar en usted, teniente Tourneville?

Tras frotarse los ojos, el aludido se pasó la mano por el pelo rizado castaño rojizo. Resultaba evidente que la sesión de interrogatorio lo había dejado agotado, pero mantuvo la compostura, con expresión confiada. Todavía guardaba un as en la manga.

—No espero que acepten mi palabra, pero todos han visto los discos de datos que traje conmigo. La legión tiene problemas, y ustedes han sabido mantenerlos a raya. No quiero hundirme con ellos.

—¿Y decide venderlos?

El kuritano le lanzó a Jones una mirada amarga y apartó su atención del oficial de seguridad para centrarla en el extremo de la mesa, donde se sentaba Finnan.

—Teniente general, he servido al Condominio como un soldado ejemplar durante diez años, pero abrí la boca en el momento inoportuno, ante la gente inadecuada, y me enviaron a ese infierno de Vega. Llevo cinco años aquí, siempre bajo vigilancia. Hace tiempo que deseo salir, pero, por si no lo sabe, nadie deja la legión de pie. Su invasión fue la primera oportunidad de la que dispuse.

—Corrió un grave riesgo al atravesar las líneas, teniente —comentó Finnan.

—Claro que sí, pero si me hubiera quedado con ellos, habría sido hombre muerto cuando ustedes atacaran. No van a resistir mucho más, aunque no sean capaces de verlo. Bien, pues como deseo seguir con vida, decidí acudir a ustedes.

—Y nosotros damos la bienvenida a los prisioneros, teniente —afirmó Jones.

—No pretendo ser un prisionero —replicó el kuritano—. Aún no han visto todos los datos.

—¿Qué quiere decir? —inquirió Finnan, presintiendo que el hombre estaba dispuesto a revelar su secreto.

—El disco tres, teniente general. Active su computadora y llame el fichero «Conferencia Gris».

—No existe tal fichero en el disco —bufó Jones.

El pelirrojo sonrió.

—No esté tan seguro, comandante. Llámelo.

Jones no se movió hasta que Finnan le hizo un gesto de asentimiento.

—Son los detalles de una reunión de oficiales, señor —anunció, después de inspeccionar su contenido—. El coronel Kurita resultó herido durante nuestro contraataque en Cochus. Se está recuperando, pero en la actualidad se encuentra inmovilizado y en un lugar no especificado. El resto de sus oficiales cree que el sitio no está bien protegido.

—Eso es mi pasaje fuera de este infierno —indicó con tono triunfal el kuritano—. Garantíceme la amnistía y un billete gratis al mundo que yo elija, y les diré dónde está.

—Podríamos obligarlo a que nos lo revelara —le advirtió Jones.

—¿Qué cree que son ustedes? ¿Las FIS? Para cuando me hayan sonsacado la información, será demasiado tarde y no les servirá de nada.

»En la actualidad, el gobierno del Condominio se halla confuso y dividido. El general Heise quiere concentrar todas sus fuerzas en el Primer y Tercer Batallones para atacar mientras la legión es lo suficientemente fuerte como para hacerlo, pero Nórdica prefiere atrincherarse y aguardar la llegada de refuerzos y suministros.

—Tienen que haber capturado a algunos de los nuestros.

—Algunos, pero no bastantes. Ustedes los ocultaron bien. Dígame, teniente general, ¿ha empleado misiles alguno de los Mechs del Condominio con los que se ha enfrentado últimamente? ¿No? Lo suponía. Están recibiendo daños y usted lo sabe.

—Damas y caballeros, considero que el teniente Tourneville dice la verdad. Todos nuestros datos coinciden con su historia. Parece que la Legión de Vega está dando sus últimos coletazos —anunció Finnan con sonrisa de depredador—. Con la información que nos ha proporcionado, seremos capaces de lanzar un ataque devastador a su retaguardia, mientras las fuerzas de Kincaid distraen la atención de las Serpientes. Teniente, ¿dónde ha dicho que se encuentra Kurita?

—¿Es un trato, entonces?

—Es un trato.

—En Jalonjin. Un campamento minero situado a unos diez kilómetros en las afueras de De Zerber.

—Lo suficientemente cerca como para que podamos atacar y consigamos lo que Heany no logró en Marfik. Nagelring se impondría sobre Sanglamore, como de costumbre —comentó Finnan exultante, saboreando la oportunidad de triunfar allí donde una graduada de la academia rival había fracasado. Contagió su júbilo a los oficiales allí reunidos—. Theodore Kurita y su Legión de Vega están en nuestras manos. —Se incorporó y se encaminó hacia la puerta de su despacho, haciendo caso omiso de sus oficiales cuando éstos se incorporaron y saludaron—. Venga conmigo, teniente Tourneville, tengo algunas preguntas acerca de las disposiciones de la legión que quiero que me responda antes de que planee el ataque.

—Recibido, FAML Starsled —reconoció la comTech Loris—. Telemetría de transferencia completa. Prepárese a recibir conexiones de grúa.

—Recibido, Control de Roccer. A la espera.

Loris dirigió la mirada hacia la ventana de la torre de control principal de Roccer. A doscientos cincuenta metros, en el campo de aterrizaje, se erguía la Nave de Descenso lirana Starsled, aún caliente por la entrada atmosférica. Las grúas se alzaron de unas troneras protegidas que había en la superficie asfaltada, como dedos esqueléticos en busca de la forma esférica. Mientras observaba cómo las sondas de la torre entraban en las cavidades del vehículo, el piloto de la Nave de Descenso volvió a hablar:

—Control de Roccer, aquí Starsled. Grúas enganchadas. Permiso para comenzar la descarga.

—Permiso concedido, Starsled. Bien venido a Vega. Hemos estado esperando sus suministros.

El piloto comenzó a preguntarle cuáles eran los últimos rumores, pero Loris tuvo que concentrarse en una señal de prioridad que había empezado a parpadear.

—Mantenga la comunicación, Starsled. Tengo que ocuparme de otro tema aquí.

Cortó la transmisión con el piloto y activó la señal de prioridad para que pasara por su puesto. La pantalla localizó el origen y encendió el código de retransmisión alfa que empleaba el mando lirano para facilitar la entrada de mensajes de las unidades de campo al transmisor de más potencia que había en el campo de aterrizaje de Roccer. Dichos comunicadores poseían energía suficiente para atravesar las señales de interferencia y de rebote de los satélites de comunicación enemigos que había alrededor de la órbita del planeta. Loris escuchó el mensaje con creciente preocupación.

—Señor.

—¿Qué sucede?

—Tengo un mensaje para el teniente coronel Kincaid en el frente del Desierto de Lágrimas. El teniente general Finnan le ordena que retire al Primer y Tercer Batallones de la Guardia a órbita y que se prepare para un descenso de combate detrás de las posiciones de la Decimocuarta Legión vegana al norte de De Zerber. ¿Qué hago?

—Acuse recepción de la orden, comTech Loris —dijo Theodore.

—Señor, no desea que transmita la orden de Finnan, ¿verdad?

—Claro que no —rio entre dientes—. Acuse la recepción de la orden por el mando de Kincaid. El teniente general Finnan no tiene por qué saber que su orden ha sido recibida por nosotros y no por su destinatario original. Además, nos ayudará en nuestros planes si eso es lo que él cree. Dirija cualquier otra transmisión a través de la sección de inteligencia del Duodécimo de la Legión. Dejaremos que sigan creyendo que hablan entre sí.

—Tranquilícese, teniente. Ha pasado por unos momentos difíciles.

—Tenía que llegar aquí, señor. Tenía que contarle…

—Lo hará —garantizó con voz sosegada Brian Kincaid. Los ojos hundidos y ojerosos de la teniente no ocultaban la belleza de sus facciones eruroasiáticas. Apartó ese pensamiento de su mente. La teniente se hallaba agotada debido a la carrera que había realizado a través de las líneas kuritanas en un Mech medio destruido. Necesitaba de él una actitud profesional, no personal—. Bébase el café. Dispongo de tiempo.

Apartó la taza que le ofrecía.

—Ese es el problema. No dispone de tiempo. ¡Ninguno de nosotros!

—¿De qué está hablando?

La mujer no prestó atención a los demás oficiales Inspeccionó la cara de Kincaid, moviendo la cabeza de un lado a otro en un gesto de incredulidad.

—Entonces, yo soy la única que lo ha conseguido.

Se tapó la cara con las manos, y el cuerpo se sacudió entre sollozos. Él lo sintió temblar bajo la mano que apoyó en su hombro. Tal como esperaba, ella se contuvo con su contacto.

—Cuénteme lo que sucedió, teniente.

—Nos vimos rodeados a las afueras de Jalonjin. —La voz salía apagada por entre sus dedos—. Él teniente general Finnan había recibido a un desertor kuritano y había escuchado sus palabras. Planeó un ataque basado en la información que le proporcionó esa escoria, pero se trataba de una trampa. La legión nos estaba esperando. No tuvimos ni una oportunidad.

»Finnan dio la orden de separarnos en parejas y de abrirnos paso luchando, pero poco antes de que mi equipo escapara, su Atlas recibió una ráfaga de cohetes de las Serpientes, y él… cayó. Creo que está muerto. —Kincaid intercambió una mirada preocupada con su oficial ejecutivo—. La coronel Donovon asumió el mando. No sé por qué, parecía convencida de que podíamos derrotar a los Dracs, cuando la verdad era que nos estaban aplastando.

»Ordenó que me marchara con mi lanza para establecer contacto con usted. Para mí no tenía sentido. Lo último que sé sobre el Tercero de Guardias es que combatía en dirección norte. No obstante, nosotros escapamos, aunque perdimos de inmediato a Chaney cuando atravesamos sus líneas, y Whitney le siguió al toparnos con una columna kuritana de refuerzos. Mi compañero Bradley y yo proseguimos la marcha. Creíamos haberlo conseguido, pero en aquel momento un par de Dragones nos alcanzó en las afueras de Halo. El Comando de Bradley perdió una pierna, y las malditas Serpientes lo persiguieron cuando activó el asiento eyectable. Lo aplastaron como a una cucaracha.

—Tranquilícese, teniente. Vaya a los barracones y descanse un poco.

Se incorporó temblando y se fue. Tan pronto como la puerta se cerró a su espalda, los oficiales reunidos del primer y Tercer Batallones miraron con expresiones ansiosas a Kincaid.

—Es muy grave, Brian —declaró Willy Williams, su oficial ejecutivo—. Aquí estamos casi rodeados, y tenemos ese maldito mar de arena detrás de nosotros. Parece que el Segundo Batallón está en una situación muy apurada. Con Finnan abatido, aunque sólo se encuentre herido, el frente sur se enfrenta a serios problemas. Donovon al mando… —Sacudió la cabeza—. Nosotros también estaremos acabados si son capaces de concentrar sus fuerzas aquí.

Sabía que tenía razón. Ya con la Segunda Legión la situación era difícil, pero si conseguían que les ayudara la Decimocuarta, todo habría acabado.

—Parece que no nos queda elección, Willy. Llama a las Naves de Descenso. Debemos empezar a evacuar, aunque sé que esto no va a gustar en Tharkad.

Theodore y sus oficiales se hallaban alrededor de la pantalla de radar en la torre de mando de Roccer.

—¿Esa es la última? —preguntó.

—Sí, señor, partiendo a toda velocidad al punto de salto —respondió el comTech.

—Ya no volveremos a ver a Finnan y a su Tercero de Guardias de Lira.

Sonrió ante el comentario de Tomoe. La rodeó con el brazo izquierdo, para cerciorarse de que había vuelto a salvo de su misión de engaño en el campamento lirano. Ella se le acercó, cuidando de no rozarle el brazo herido.

—Lo que tú hiciste fue también muy peligroso, Kerai-kun.

—Salvó vidas —indicó la mujer—. Al convencer a los liranos de que su posición era desvalida, los obligamos a retroceder. Al hacerlo una fuerza, las otras no tuvieron más remedio que seguirla. Tuvimos suerte cuando él resultó herido. De haber seguido al mando, las cosas quizás hubieran resultado distintas. Hemos cortado la campaña con semanas, tal vez meses, de anticipación.

—No hay duda de que fue peligroso —Ninyu se echó a reír—, pero también divertido. Teníais que haber visto la cara que puso Tourneville cuando le dije que había utilizado su nombre en el campamento lirano. Pareció que le acabaran de estampar un sello helado en el rostro.

Todos se unieron a las carcajadas de Ninyu, pues Tourneville estaba ausente en aquel momento.

—Los liranos intercambiarán informaciones cuando se reúnan —intervino Fuhito una vez que se hubo establecido la calma—. Verán que los informes estaban manipulados y llegarán a la conclusión de que las circunstancias no se correspondían con la realidad.

Ninyu se encogió de hombros.

—¿Y qué? Los engañamos, y se sentirán humillados por ello. Probablemente, ni siquiera reconozcan ante sus jefes en Tharkad que lo hicimos.

«Ciertamente, Finnan se ha visto avergonzado por las acciones de sus subordinados. Cuando se recupere, se enfrentará a un interrogatorio serio por parte de sus superiores. Quizá trate de lograr que la culpa recaiga sobre sus oficiales, quienes, por cierto, ya se están peleando entre sí. En la última transmisión que interceptamos, la coronel Donovon llamaba cobarde al teniente coronel Kincaid, lo cual, por supuesto, él negó con vehemencia, al tiempo que sugería que la mujer no tenía ni idea de lo que estaba hablando.

—Los liranos tardarán en descubrir lo que ha sucedido —predijo Tomoe.

—No lo dudo —acordó Theodore—. Gracias a que hemos actuado correctamente. Vega se encuentra a salvo, pero nos queda mucho por hacer en otros lugares. La guerra dista mucho de haber acabado.