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Mansión Kirkwood,
Orgullo del Conquistador, Proserpina
Distrito Militar de Benjamín
Condominio Draconis
12 de diciembre de 3039
La noche estaba impregnada con los fuertes y dulces olores de los capullos de yoruhana. De vez en cuando, los insectos atravesaban los charcos de luz que arrojaban las lámparas de piedra, zumbantes gemas de quitina iridiscente. El jardín era un remanso de serenidad.
Yasir Nezumi se hallaba relajado, a pesar del kimono que se le pegaba debido al sudor provocado por el calor y la humedad. La mansión pertenecía a un jefe yakuza, un oficial menor del clan Boshi-gumi. Era una réplica casi perfecta de un complejo shoen Muromachi y un signo de los cambios progresivos realizados bajo el iluminado gobierno del Dragón. Cada día que pasaba hacía que el mundo asolado por la guerra retornara a una mayor productividad. Pronto, también se reclamaría el continente Amerigo. Cuando eso sucediera, el clan Boshi-gumi sería fuerte; era propietario de la mayor parte de las tierras. El futuro se presentaba brillante para los clanes.
Un kagetaka sonó entre los arbustos.
Nezumi se sobresaltó, y una expectación nerviosa lo invadió. El kagetaka no era nativo de Proserpina, y a pesar de que resultaba común en los mundos de la Esfera Interior, se trataba de una especie que aún no se había vuelto a introducir en este sistema. Se aclaró la garganta. Deseaba que su voz se escuchara con nitidez. Era importante causar una buena impresión, pues no iba a tratar con lo habitual.
—La guerra contra el teki Davion y Steiner marcha bien. Nuestros enemigos retroceden, acobardados y castigados por su temeridad. Lord Theodore sale triunfante en las armas.
»Ahora que el peligro para el Condominio ha pasado, es el momento de analizar la correcta ordenación de las cosas. Los largos años de espera por el momento adecuado han terminado, y hemos de enfocar nuestros ojos al futuro. Una vez que el invasor ha regresado a su espacio, ya podemos ocuparnos de las cuestiones internas.
«Durante años, Takashi Kurita ha obstaculizado el avance de nuestro señor, de manera injusta y poco sabia. La capa del Dragón ha dejado los hombros de Takashi-sama. Los hombres de visión lo percibieron hace mucho, pero consideraban prudente no actuar. Ahora ha de reconocerse la verdad. Todos los ciudadanos leales deberán hacer lo que esté a su alcance para que tenga lugar una transición disciplinada, que lo viejo y achacoso ceda su lugar a lo joven y vital.
Calló un instante, dejando que el silencio del jardín lo envolviera.
—Es el deseo del Kanrei Theodore —añadió.
Después de exponer su caso, se relajó. Un escarabajo pasó zumbando al lado de su oreja y hombro para ir a aterrizar sobre una lámpara a su lado. Las finas alas se plegaron sobre su caparazón cuando se posó sobre la superficie. Preocupado con asuntos sólo discernibles para los insectos, se arrastró hacia la oscuridad.
—¿Queda algo por decir? —le preguntó a la noche.
La silenciosa serenidad del jardín continuó imperturbable. Esperó un momento, pero no obtuvo respuesta de los matorrales o los árboles. Repitió la pregunta. Se sentó tranquilo durante otros dos minutos.
¿Se había equivocado?
No lo averiguaría pronto. Resignado, se incorporó, gimiendo al hacerlo. El precio de la edad avanzada, se lamentó. Tenía las rodillas y la espalda dolorosamente rígidas mientras recorría el sendero de piedras elegidas y colocadas con mucho cuidado. Al acercarse a los matorrales del borde del jardín, los pensamientos sobre sus dolores desaparecieron. Una mota blanca atravesaba su camino, una figura de papel de arroz doblado se erguía sobre una de las piedras del sendero. Era un gato origami.
Sonrió con júbilo. Había servido al Kanrei, y sabía que éste premiaba a todos los que lo hacían bien.