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Residencia del Kanrei, Ciudad Deber, Benjamín
Distrito Militar de Benjamín
Condominio Draconis
15 de enero de 3031
—Entonces, no vendrás —concluyó Theodore, con la esperanza de finalizar la inútil discusión.
—Iie. Te he dicho muchas veces que creo que el plan es estúpido —replicó Ninyu—. El Condominio no necesita criminales en su ejército. Además, no confío en este aventurero, y tú tampoco deberías hacerlo.
Michi, que estaba apoyado en el rincón que se había apropiado al entrar en la habitación, guardó silencio ante la acusación.
—Fue un leal servidor de mi hermano —objetó Fuhito, saliendo en defensa del hombre callado.
Theodore lo dejó hablar. Tal vez tuviera éxito donde él había fracasado, y persuadiera a Ninyu para que aceptara a Michi como el nuevo miembro de su círculo de confianza, aquellos a los que llamaba shitenno.
En la antigua historia japonesa, el nombre se había aplicado a los compañeros leales de Kiso Yoshinaka, el esposo de otra Tomoe. La mujer de Yoshinaka había sido la famosa Tomoe Gozen, una samurái femenina igual que la suya. Le pareció adecuado darles a sus compañeros el nombre de los de aquel. También sabía de buena fuente que su uso molestaba a su padre, quien recordaba el final que había tenido Yoshinaka. Él, por supuesto, no pretendía acabar de la misma manera.
Ninyu descartó el comentario de Fuhito con un gesto.
—Este hombre sirvió a tu hermano hace mucho tiempo. Noketsuna se descarrió después del combate de Misery. Es un renegado que se junta con otros de su calaña. No se puede confiar en él.
—Si por renegados te refieres a Fraser y a Rand, te equivocas, Ninyu-kun —intervino Tomoe—. Ellos abandonaron por propia voluntad los Dragones de Wolf para unirse a Michi-kun en la búsqueda de la venganza para Minobu Tetsuhara. La lealtad que le han mostrado ha sido ejemplar.
—¡Hai! —acordó con vehemencia Fuhito.
Ninyu bufó disgustado al volverse hacia Theodore.
—Si prefieres rodearte de ingenuos… —dijo, encogiéndose de hombros para indicar que se negaba a aceptar la responsabilidad de los resultados—. Por lo menos, no los sigas a ciegas. Abandona el plan de este renegado de reclutar a soldados de entre los yakuza. Son criminales, escoria que se mantiene alejada de nuestra sociedad civilizada. No son de fiar. El Condominio no necesita gente que manche su uniforme. Si quieres guerreros, busca entre nuestros ciudadanos corrientes. Cuando su fe en el Dragón es fuerte, es más que suficiente. Si todavía crees que no están capacitados y que el Condominio requiere más, recluta agentes civiles de las FIS. Su lealtad está más allá de toda duda.
—La fidelidad de todos los mundos no basta para enfrentarse a un BattleMech y derrotarlo —contrarrestó Tomoe.
—Tiene razón —afirmó Theodore—. Nos hacen falta guerreros, luchadores entrenados. Pienso que los encontraremos entre los yakuza. Michi-kun me ha informado que algunas bandas incluso mantienen MechWarriors. Necesitamos esa fuerza.
—De nuevo Noketsuna —siseó Ninyu con los dientes apretados. Se irguió en la silla y se inclinó sobre la mesa para mirarlo a los ojos—. Estás cegado por tu bushido, engañado por la ilusión de la nobleza. ¿Es que crees que es una especie de paladín noble sólo porque mata a gente en razón de lo que él llama venganza de honor? Quizá pienses que estás participando en alguna versión galáctica del Chushingura. Bueno, ya conoces lo que les pasó a los cuarenta y siete ronin. Murieron.
—¿No se suponía que su mayor virtud era la lealtad, Ninyu-kun? —preguntó Tomoe con tono ligero, deliberadamente inocente.
Ninyu se puso rígido y la observó con ojos centelleantes. Soltó el aire por las dilatadas fosas nasales, y la voz le salió irritada mientras iba hacia la puerta.
—Adelante, entonces, compórtate como un idiota. ¡Vete al infierno!
Cerró de un golpe.
—Lo traeré de vuelta, Theodore-sama —se ofreció Fuhito, con una postura y una expresión que irradiaban la indignación que sentía por los malos modales de Ninyu.
—Iie —repuso—. Deja que se le pase.
—Estarás mejor sin él, Tono —afirmó Tomoe—. Su actitud será un estorbo para tus esfuerzos, y restará importancia a sus habilidades. Yo lo reemplazaré.
—Siempre buscando la acción, To-chan —dijo Theodore con una sonrisa. No dudaba que con su destreza era capaz de suplir a su amigo entrenado al estilo nekogami. Los ejercicios que realizaban juntos le indicaban que había conservado su gracilidad, a pesar de haberle dado dos hijos. Sin embargo, ahora precisaba otra cosa de ella. Poseía una capacidad de juicio mucho más valiosa que sus talentos nocturnos—. Sabes que te necesito mucho más a la luz del día. Mientras yo intente ganarnos a estos aliados, alguien ha de cubrir mis ausencias y manejar el trabajo cotidiano, supervisar los planes de reconstrucción y guiar el desarrollo de los regimientos.
—¿Y qué hay de Asano y Earnst? —protestó—. ¿Armstrong?
—Todos son buenos oficiales, pero no confío en nadie como en ti para cerciorarse de que las actitudes antiguas no corrompan al nuevo ejército. Los que sugieres son vitales para nuestro futuro, pero aún carecen de visión. Unicamente tú posees fuerza para dirigir mis planes mientras yo me encuentre ausente.
Alargó los brazos por encima de la mesa en dirección a las manos que ella mantenía firmemente cerradas ante sí. Con el vacilante roce de sus dedos, la tensión de la mujer se relajó. Sintió cómo se rendía a sus razones, entregándose a la necesidad, aunque su corazón deseaba otra cosa. A pesar de todas las bromas que le hacía de que él estaba irracionalmente dominado por el giri, también ella comprendía la férrea llamada del deber.
—Sin embargo, confía en Fuhito-san por encima de los demás —comentó—. Ha madurado hasta convertirse en un oficial excelente, con un sentido superior de la táctica. Y lo que es más importante, entiende nuestros objetivos y capta profundamente mis intenciones. —Ignoró la expresión de sorpresa en las facciones de Fuhito—. Dechan-kun y Jenette también te ayudarán. Claro está, no podrás confiarles todo, pero me parece que serás capaz de contar con ellos para que entrenen soldados. Su experiencia en los Dragones resultará inapreciable.
»Me es imposible estar en dos lugares al mismo tiempo. Mientras busco combatientes nuevos, alguien ha de conducir a los antiguos. Necesito que tú lo hagas, To-chan.
Ella asintió. Percibió el miedo que sentía por él. Era comprensible. Ciertamente, no estaba ciego ante el peligro que correría. El submundo criminal del Condominio era un lugar inquietante, un mundo en sí mismo, cuyas reglas desconocía. De lo que Michi le había contado, su posición como heredero designado quizá no le bastara como armadura. Los yakuza, u otros habitantes del hampa, puede que se alegraran tanto de verlo morir como de hablar con él. Pero se trataba de un trabajo que sólo él podía acometer, ya que únicamente él albergaba alguna esperanza de conseguir la fidelidad de los proscritos yakuza. Quiso abrazar a Tomoe, desterrar sus miedos con besos y, así, perder los suyos propios, pero no podía. Incluso aquí, entre sus amigos más íntimos, el decoro lo prohibía.
Michi se movió.
—Es hora de partir —anunció.