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La Joya de Gether, Marfik

Distrito Militar de Dieron

Condominio Draconis

29 de agosto de 3028

Una andanada de misiles silbó sobre sus cabezas. El coronel Randy Thompson se dejó caer en su asiento de mando y dio con el codo en el borde de la cúpula. Gritó de dolor cuando el duro metal le golpeó el hueso a pesar de la juntura de protección acolchada de su uniforme de tanquista.

—¡Salgamos de aquí! —aulló a través del intercomunicador. Se sacudió con violencia en su asiento cuando el conductor obedeció y envió al Rommel traqueteando a través del campo—. Kelly, póngame con todos los jefes de batallón. Quiero saber qué demonios está sucediendo.

—¡Sí, señor! —Sin mirar a su comandante, el comTech se ocupó de la tarea.

Unas explosiones atronadoras procedentes de los enormes cañones automáticos de los otros dos tanques de su lanza de mando ahogaron la siguiente orden de Thompson. Con un movimiento brusco se colocó la pantalla de visión a tiempo para ver la segunda andanada salir de los vehículos de sus compañeros.

Dos BattleMechs de tamaño medio avanzaban hacia su lanza, disparando a medida que marchaban. Los Rommels no lograban hacer impacto en los veloces Mechs, mientras que los disparos kuritanos eran mucho más efectivos. Los haces de partículas corroyeron el blindaje de un vehículo Beta hasta que la salvaje energía se abrió paso hacia el interior del tanque. Thompson imaginó que escuchaba los gritos de la tripulación.

—¡En marcha, maldición! ¡Tenemos que acercarnos a ellos!

Un terrible estrépito acompañó sus palabras. La pantalla le reveló que sus temores eran acertados. Un Panther kuritano había aterrizado de lleno sobre el techo del vehículo Gama. El BattleMech de treinta y cinco toneladas había aplastado la torreta del tanque.

Thompson maldijo mientras observaba cómo los anchos pies del Panther aporreaban la superficie exterior del Gama. El polvo levantado por los propulsores del Mech le nubló la visión, impidiéndole apreciar el daño dejado por el violento impacto de la máquina sobre el tanque. Los Mechs que se habían precipitado hacia ellos habían sido una distracción para preparar el mortífero ataque desde arriba del Panther.

Este se apartó de los restos del vehículo Gama en el momento en que la torreta del Rommel de Thompson giró para apuntarle con su batería principal. El BattleMech se acercó a toda velocidad y se dirigió al morro del cañón automático Defiance. Cuando las manos del Mech cogieron el cañón, éste se detuvo, ya que los motores de la torreta no podían competir con la fuerza de la musculatura de miómero del Mech.

Un segundo Mech, un Griffin de cincuenta toneladas, aterrizó con un resplandor de llamas ionizadas para unirse al Panther. Thompson observó desvalido cómo combinaban sus fuerzas para levantar al Rommel de lado. La oruga derecha del tanque se clavó en la tierra, ladeando aún más el vehículo. Se vio arrojado de su asiento cuando los Mechs kuritanos comenzaron a sacudir al tanque arriba y abajo. Con un último empujón, le dieron la vuelta.

Aparentemente satisfechos de dejar a la máquina invertida e inutilizada, partieron a atacar a otros miembros de su regimiento.

—Señor —llamó Kelly, que colgaba suspendido de sus correas de sujeción—, ¿se encuentra bien?

A Thompson le dolía todo el cuerpo, pero sabía que las quejas atentarían contra su imagen de duro comandante de tanques.

—Estoy vivo —repuso con firmeza.

—Muy bien, señor —dijo Kelly—. Tengo a la comandante Heany en el comunicador para usted.

—Estupendo. —Intentó conectar su casco al circuito principal, pero todo lo que recibió fue un siseo de estática. Se quitó el maltrecho casco de la cabeza y chasqueó los dedos en dirección a Kelly. El comTech asintió y le pasó unos auriculares. Se colocó la pieza y abrió el canal—. Aquí Thompson, del Setenta y Dos Blindado de Skye.

—Coronel, tan pronto como haya asegurado la Joya de Gether, quiero que meta a sus blindados en el bosque de DonnerBrau para inspeccionar la referencia zulú-dos-tres. Hemos hecho huir a la legión y los obligamos a ocultarse allí. He retirado al Cuarto de Skye para reagruparlo y organizar una red que envuelva a las Serpientes.

«Sitúe su regimiento a lo largo del borde zulú-dos-tres. Quiero machacarlos contra el yunque de sus tanques. La victoria está cerca, coronel. Se encuentran desmoralizados y desorganizados.

—Perdió a la legión en el bosque, ¿verdad?

—No hace falta que se ponga impertinente, Thompson —estalló indignada Heany.

La línea siseó con una estática electromagnética cuando un haz de partículas pasó cerca del Rommel de Thompson. Escuchó la explosión ensordecedora de un árbol brela incluso a través del casco del tanque. El estruendo también había sido recogido por el micrófono.

—¿Qué diablos está pasando allí? —inquirió Heany.

—No es nada —replicó Thompson con sarcasmo—. Estamos recibiendo una breve visita de la fuerza Mech desmoralizada y desorganizada que usted perdió. Están aplastando a mis tanques hasta convertirlos en moco de caracoles.