Capítulo 9
REPTILES EN EL EDÉN
Nosotros, en nuestra simple percepción del universo, pensamos que estamos en la cima de la evolución universal. La ciencia no contempla otras criaturas que estén por encima de nosotros. Pensamos que la teoría evolutiva darwinista ha coronado como rey en el planeta Tierra al ser humano y pensamos que este pequeño mundo es enteramente de nuestra propiedad. Asimismo, tenemos la ilusoria percepción de que, situados en esa posición, los animales han sido puestos por la naturaleza para servirnos en el trabajo, o como alimento, inconscientes esclavos que se limitan a divertirnos, a hacer el trabajo duro y, por supuesto, a alimentarnos de su carne y vísceras. El peor fin para el que puede servir un ente vivo.
El mamífero ha llegado a la cima más alta: el ser humano, pero quizá se nos olviden algunos datos. El primer mamífero nació hace 170 millones de años, en el llamado Jurásico Medio, pero el primer mamífero que pudiésemos considerar homínido, un ser muy primitivo, cuyo nombre fue designado como «preaustralopithecus», surgió hace 6,6 millones de años. El primer «homo» apareció hace 2,5 millones de años y el primer Homo sapiens tiene una antigüedad máxima de 200.000 años. Como vemos, el mamífero ha tardado 170 millones de años en desarrollar la inteligencia, pero hay un dato fundamental. Nos olvidamos de unos parientes lejanos, con los que nuestra relación nunca ha sido buena, y estos parientes son los reptiles.
El primer reptil en la Tierra aparece hace 251 millones de años, en una época denominada por la Paleontología como el Mesozoico, y el último gran reptil apareció hace 65 millones de años, en el Cenozoico. Como vimos, estos primos lejanos estuvieron ni más ni menos que 186 millones de años evolucionando, convivieron con los mamíferos durante 100 millones de años sin llegar a coincidir durante ese período con ningún predecesor del hombre actual. La dinastía reptil reinó en la Tierra 18 millones de años más que los mamíferos para, un buen día, de la noche a la mañana, desaparecer misteriosamente. Tuvieron muchísimo más tiempo que el ser humano para convertirse en inteligentes, y quizá llegaron a serlo.
Pero la desaparición de los dinosaurios siempre ha sido un auténtico misterio para la ciencia, que nunca llegó a entender correctamente cómo esa especie superadaptada al medio, de la noche a la mañana, dejó de existir, o por lo menos eso es lo que nos cuentan. Vamos a ver exactamente cómo la ciencia ha intentado tapar esa insostenible explicación con la llamada Hipótesis Álvarez.
Corría el año 1980 y un grupo de científicos, encabezados por el físico Luis Álvarez, descubrieron en unas muestras tomadas alrededor del globo que, en las zonas centrales de los periodos Cretácico y Terciario, hace 65 millones de años, justo el punto en el que nace el primer homínido, hubo una alta concentración de iridio. Después de investigar en numerosas ubicaciones, llegaron a la conclusión de que un enorme asteroide impactó en el golfo de México, creando un enorme cráter y produciendo un indescriptible cataclismo. Ese cráter está ubicado en parte dentro del llamado cráter Chicxulub, con el que el señor Álvarez intentó demostrar que ese impacto mató al 50 % de las especies planetarias.
La ciencia ortodoxa consideró que esta teoría, viniendo de un importante físico galardonado con el Premio Nobel, debía ser tenida en cuenta. De ahí que en la actualidad esté tan asentada que hasta los libros de texto la contemplen como un hecho cierto. Pero el señor José Álvarez nunca contó con los descubrimientos de Greta Keller.