La precarrera del espacio
Es fácil encontrar libros que hablan de la llamada «carrera del espacio» llenos de datos históricos en los que, de manera repetitiva, nos insisten, sobre todo, en el folclore romántico que llevó al hombre desde las viejas V-1 alemanas de la Segunda Guerra Mundial a los poderosos cohetes protón de última generación; todos y cada uno de ellos, desde el primero al último, se asientan sobre el llamado «motor de reacción». Este es una variante del primer diseño de cohete efectuado en la China del siglo XI. Han pasado 900 años y el funcionamiento básico, su aerodinámica, así como su combustible inflamable siguen siendo similares.
¿Son quizá los mismos poderes que han censurado cualquier motor alternativo al de combustión interna o externa los que impiden que surjan las alternativas a los cohetes a reacción? Francamente, sospecho que la respuesta es afirmativa. Cambian sus rostros, pero los herederos del poder siguen siendo los mismos.
Los primeros cohetes modernos, diseñados y producidos en serie, fueron las bombas volantes V-1 utilizadas por Alemania contra Inglaterra en 1944. Solo las guerras han podido sacar los intereses económicos del juego y situar los intereses territoriales sobre el avance técnico, aunque muy posiblemente las grandes guerras y los grandes intereses económicos tengan poderosos nexos comunes en los que el ser humano es considerado como simple herramienta para mejorar y centralizar el poder en tan pocas y selectas manos.