La ciencia al servicio del control mental
Todo en el universo es energía. La materia es solo una forma densa de energía que vibra a una frecuencia concreta. La idea que reza sobre la conversión de la materia en energía y la energía en materia es solamente un cambio de frecuencia de una misma cosa a otra. La ciencia siempre se ha esforzado en descubrir la frecuencia a la que vibran nuestros cerebros, intentando modificarla, adaptarla, suprimirla en pro de terapias o soluciones e, incluso, armas de guerra.
Recuerdo haber investigado una serie de misteriosas patentes con las que distintos artefactos generadores de frecuencias electromagnéticas, acústicas o lumínicas eran capaces, entre otros «milagros», de modificar y controlar nuestros cerebros. Les pondré unos ejemplos de estos intentos con su correspondiente número de patente norteamericana:
- 3951134: Aparato destinado a modificar a distancia las ondas cerebrales. (Un auténtico mando a distancia humano.)
- 4858612: Aparato para que los mamíferos escuchen voces dentro del cerebro por medio de microondas. (Telepatía sintética.)
- 5507291: Aparato capaz de determinar remotamente el estado emocional de una persona. (Escáner remoto de biometría humana.)
- 4048986: Aparato capaz de identificar remotamente a una persona por medio de ondas polarizadas. (La panacea de la llamada «biometría» o «sistema de identificación a distancia».)
- 5458142: Dispositivo que supervisa el campo magnético que emana de un organismo. (¿Acaso este aparato puede medir nuestra aura?)
- 3980076: Método para medir externamente los cambios magnéticos en el cuerpo humano y los cambios emocionales. (¿Pueden medir a distancia nuestro estado emocional?)
- 3837331: Sistema y método para controlar el sistema nervioso de un organismo. (¿Son capaces de modificar nuestro aparato motor o nuestros actos reflejos?)
- 5213562: Método para inducir estados de conciencia físicos y emocionales influyendo en la actividad cerebral. (¿Pueden acaso llevarnos a la depresión, la ansiedad o el éxtasis con este dispositivo?)
- 4834701: Aparato para provocar la reducción de ondas electromagnéticas y la frecuencia del cerebro. (Una máquina capaz de inducirnos al llamado «estado alfa, theta o delta», donde somos más receptivos a «sugerencias» externas.)
- 4883067: Método para transmitir en la música mensajes subliminales capaces de inducir estados psicológicos y fisiológicos concretos. (Un método para incorporar en la música un inductor que nos genere dolor físico, placer, nerviosismo, felicidad o cualquier otra sensación… Toda una piedra filosofal para las compañías discográficas.)
- 4202323: Activador de fármacos por medio de radiaciones14. (¿Un método por el cual, con un control remoto, pueden activar ciertas sustancias en nuestro cuerpo?)
Este estudio lo puse a disposición del público en noviembre de 2006, pero la cantidad de patentes destinadas a controlar y modificar nuestra mente, nuestras sensaciones y nuestros cuerpos ha crecido de manera sorprendente desde entonces. Ahora son capaces de, literalmente, leer nuestros pensamientos y transcribirlos a un procesador de texto e, incluso, de visualizar nuestras ideas en un monitor. ¿Suena fantástico? Pues es cierto.
¿Sigue pensando que usted tiene alguna capacidad de elección? Si los amos del mundo (Rex Mundi), de los que hablaremos más adelante, han puesto sus ojos en usted o en un grupo al que pertenece, puede olvidarse de su libre elección. Y créame, no es necesario que esos oscuros poderes le vean como una amenaza, sencillamente, usted será dirigido del mismo modo que se dirige la hiedra para tapar una fea fachada. Y es que el libre albedrío es solo cierto en función de su irreal percepción. ¿Se ha fijado usted en la cantidad de cosas que hace al día y que no desea hacer realmente? Estoy seguro de que usted no desearía madrugar por la mañana, desplazarse a su trabajo y dedicar ocho horas, como poco, de su día a una labor más o menos ingrata. Estoy convencido de que no desearía tener que comer rápido, pagar sus numerosas deudas o créditos, cortar el césped de su casa o planchar las camisas. Constantemente usted hace cosas que van contra su libre albedrío.
Hace 100.000 años, aproximadamente, el hombre dedicaba, a lo sumo, tres o cuatro horas al día a hacer cosas que no quería hacer. Hoy vivimos constantemente fuera del libre albedrío y somos esclavos de Maya, pero como ya advertí al lector, le explicaremos más adelante cómo vencer y prosperar en Maya.
En el hinduismo, Maya es la ilusión, una imagen ilusoria o irreal. Más concretamente, en el hinduismo se suele considerar que la realidad de todo el universo, así como sus fenómenos, se muestran como existentes, pero en realidad se trata de ilusiones; es decir, aquello que percibimos es un mero espejismo. La ancestral y politeísta religión hindú habla de Maya, pero define perfectamente la realidad que no percibimos bajo el término de «Brahman» o auténtica realidad. Curiosamente, Brahman es la divinidad absoluta del hinduismo.
Uno de los grandes avatares espirituales, Buda, nació, según la tradición, del vientre de una mujer llamada Maya, nombre que sospechosamente nos recuerda fonéticamente al de la madre de otro gran avatar, Jesús de Nazaret, a su vez nacido del vientre de una mujer llamada María. Como si el sonido de dicha palabra tuviese un origen místico, la entidad que retenía a Buda, impidiendo su acceso a la iluminación, se llamaba Mara, una diosa que creaba ilusiones en la mente de los seres humanos.
¿Casualidad? Maya, María, Mara… Sinceramente, pensar que es casual es un tanto infantil. El director de cine George Lucas conocía muy bien el hinduismo, y en su saga Star Wars (La Guerra de las Galaxias) no es casual que la madre de Luke Skywalker se llame Mara Jade Skywalker, mujer que se quedó embarazada sin acto carnal, siendo su hijo «el Elegido», según afirmaba el consejo Jedi.
Evidentemente, la Biblia también hace una curiosa mención a este «reino irreal» cuando en Juan 18:36 Jesús dice: «Mi reino no es de este mundo…». Si yo le asegurara a usted que, cuando conduce un coche, lo que realmente ocurre es que solo cree que conduce un coche, mi propia afirmación será falsa al nacer en una irrealidad. El zen conoce bien esta Maya cuando se plantea esta gran cuestión: «¿Existe la flor cuando dejas de mirarla?». La irresoluble respuesta es incluso desconocida para la más avanzada física de partículas.
El físico austríaco Erwin Schrödinger propone un experimento por el cual, si usted coloca un gato dentro de una caja cerrada, en la que ha incorporado un dispositivo venenoso que puede ser activado accidentalmente, jamás sabremos si el gato está vivo o muerto si no miramos en el interior de dicha caja. La observación del fenómeno puede modificar su resultado, algo conocido como la «dualidad onda-partícula», según la cual un experimento varía su resultado dependiendo de su observación.
Entonces, la gran pregunta sería si podemos crear realidades dentro de esa Maya. La respuesta es sí. Lamentablemente, también podemos ser inducidos externamente a que otros nos obliguen a fabricar esas realidades en beneficio de sus intereses sin que seamos conscientes de ello. Es más que curioso que el hecho de observar o enfocar nuestra atención en algo produzca una especie de control o modificación sobre esa Maya, más popularmente conocida como Matrix, debido a la popularidad de la película del mismo nombre. Son múltiples los casos conocidos desde la antigüedad que parecen demostrar que la observación permite coger el cetro del poder sobre los cinco elementos y alcanzar la iluminación, un peculiar estado que nos traslada al reino de Brahman o auténtica realidad.
El budismo conocía bien este fenómeno de la observación y del enfoque de atención desde la más remota antigüedad, como puede verse en sus textos:
- «La atención es el camino hacia la inmortalidad; la inatención es el sendero hacia la muerte. Los que están atentos no mueren; los inatentos son como si ya hubieran muerto»15.
- «Atento entre los inatentos, plenamente despierto entre los dormidos, el sabio avanza como un corcel de carreras y se adelanta sobre un jamelgo decrépito»16.
Pero no solo el budismo conocía este secreto. La religión cristiana tiene múltiples ejemplos de trascendencia o iluminación producida por estados contemplativos. Uno de los ejemplos más evidentes lo encontré en el monasterio de Armenteira, situado en Meis, provincia de Pontevedra. Al parecer, su fundador fue un misterioso monje llamado Ero.
Cuenta la leyenda que en el siglo XII el monje Ero tenía por costumbre salir a cuidar una cercana huerta. En las proximidades había una fuente de aguas frescas y claras que producían un agradable murmullo. Un buen día, mientras Ero estaba sentado junto a esta bella fuente, bajo un frondoso árbol, quedó impregnado de la belleza del entorno, cayendo en un estado contemplativo donde deseó alcanzar el paraíso. En tan exaltado momento, Ero pudo escuchar un pajarillo y quedó prendado de su belleza y musicalidad hasta que perdió la noción del tiempo. Y así transcurrieron 300 años que nuestro protagonista percibió como un momento. Ero se levantó y se dirigió a su monasterio. Cuando alcanzó la entrada, descubrió que, en su lugar, había un gran pórtico. «¡Que la santa madre me asista! ¡Este no es mi monasterio!», dijo el abad. Al llamar a la puerta, los monjes, sorprendidos, vieron a Ero y le pidieron que se identificara, pues no lo reconocieron. Ero explicó lo sucedido y los monjes quedaron tan impresionados que exclamaron con asombro:
¡Nunca tan gran maravilla
como Deus por este fez
polo rogo de sa madre
Virgen santa de gran prez!
Esta vieja leyenda se recoge en las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio, para gloria de los siglos venideros, proponiéndonos importantes paralelismos con la llamada iluminación de Buda, quien también trascendió la Matrix o Maya mientras meditaba en el interior de un árbol hueco. Algo semejante les sucedió a Mahoma y a Jesucristo, según nos narran el Corán y la Biblia, respectivamente, cuando se retiraron a meditar por largo tiempo a una montaña en la que les fue revelada su misión.
Son muchas las experiencias que podríamos citar sobre la contemplación o atención de los llamados «estados místicos» como, por ejemplo, las que Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz recogen en sus obras; sin olvidar a Fray Martín de Porres, quien consiguió alcanzar el don de la ubicuidad por estar en dos lugares a la vez mientras meditaba. Asimismo, el escritor canadiense contemporáneo Eckhart Tolle también descubrió accidentalmente esa «brecha» de la Matrix mientras estaba sentado en el banco de un parque, donde comenzó a sentir la brisa, el sonido del agua, la gente pasar, la luz… En ese instante, se dejó «fluir» y alcanzó ese estado místico tan peculiar. Tolle afirma que nos mantienen en un estado de «alerta constante», que el ser humano vive expectante, siempre fuera del momento presente, del «ahora», como él lo denomina, y que con ello capturan nuestra consciencia dentro de la Matrix. Pero si nos centramos en el ahora y vaciamos nuestra mente de pasado y de futuro, accedemos a esa brecha y alcanzamos la iluminación, un estado elevado de conciencia en el que todo es más intenso y adquiere sentido.
Si nos fijamos atentamente, veremos que nuestra mente está siempre en movimiento, siempre viajando, es errática. Pensamos en las esperanzas y los compromisos futuros o en los acontecimientos pasados y los problemas que debemos resolver con urgencia; siempre e indefectiblemente estamos expectantes y situados en un momento indeterminado fuera del ahora, fuera del presente.
Alguien inventó el reloj y lo colocó en nuestra muñeca como quien coloca un grillete a un esclavo. Así consiguió que nuestra vida estuviese siempre bajo presión. Nos marcó unos plazos, horarios o tempos para cada acto, una carrera hacia el futuro que nunca alcanzamos, del mismo modo que el burro jamás alcanza la zanahoria que cuelga del palo que alguien coloca delante de él. Evidentemente, cosas tales como el dinero o los teléfonos móviles se crearon para sumirnos más profundamente en la esclavitud de este mundo irreal. Se da la circunstancia de que el grillete con cadenas y bola de hierro que se les ponía en el tobillo a los esclavos y los presos durante el siglo XIX para evitar su huida se llamaba coloquialmente blackberry.
Otra importante causa que nos mantiene fuera del ahora es el dinero. Me gustaría que usted tuviese una perspectiva histórica correcta de qué es el dinero y de dónde proviene.
La primera economía con patrón de cambio basado en metales preciosos fue la sumeria. Hace 4.500 años aparece la entidad del dinero, sin ser todavía el papel o la moneda que todos conocemos hoy. Lo que realmente muy pocos saben es que los primeros banqueros fueron los sacerdotes sumerios y que el concepto del dinero fue creado por sus antiguos dioses. Esto aparece reflejado en los distintos códices o leyes como el que Shamash, dios solar legislador de Babilonia, entregó al rey Hammurabi. Se trata del primer decálogo de leyes en el que se imponían penas pecuniarias a ciertos delitos, y se conserva en el museo del Louvre en París. Curiosamente, ese código fue grabado en piedra... ¿No le recuerda las famosas Tablas de la Ley hebreas, también grabadas en piedra y entregadas por Yahvé a Moisés?
Como podemos ver, el dinero siempre ha estado muy cerca de los dioses, como si estos hubiesen decidido crear una entidad que corrompa al hombre con el fin de ejercer un mejor control sobre él. El dinero siempre ha estado muy cerca de los templos; san Juan lo plasma perfectamente en este relato recogido en su evangelio:
Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y halló en el templo vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y cambistas sentados. Hizo un azote de cuerdas, y los echó a todos del Templo con las ovejas y los bueyes, tiró las monedas de los cambistas y volcó las mesas. Y dijo a los vendedores de palomas: «Quitad esto de aquí: no hagáis de la casa de mi Padre un mercado». (San Juan 2,13).
Ni que decir tiene que, a finales del siglo XX, el dinero ha corrido por la casa de Dios corrompiendo nuevamente a sus mejores ovejas. Todos recordamos el escándalo del segundo banco más importante de Italia, el llamado Banco Ambrosiano17, en el que su presidente, un capo llamado Roberto Calvi y apodado «el banquero de Dios», tuvo importantes vínculos con el Vaticano debido a que el principal accionista del Banco Ambrosiano era, curiosamente, el Banco del Vaticano. En aquel caso el propio Calvi fue asesinado, junto a otros, y salieron a la luz muchos trapos sucios, logias masónicas poderosas que parecían estar moviendo los hilos de todo ese turbio asunto. Entre 700 y 1.500 millones de dólares desaparecieron en una operación de evasión de capitales y, evidentemente, en el ojo del huracán estaba el Banco del Vaticano, que se dedicaba a desviar grandes cantidades de dinero…
Vemos nuevamente que nada es lo que parece y, desde luego, el dinero es una poderosa forma de control entregada al hombre por esas «entidades» que llamamos «dioses» para controlar su mente y reprimir sus libertades.
Pero si el dinero es un vehículo de control humano, Hollywood es el modelo a seguir. Resulta curioso que la llamada «meca del cine» reciba el nombre de «varita mágica». En inglés, la palabra holly significa «sagrado, mágico» y wood significa «vara»; la batuta que marca nuestra forma de pensar y nos muestra quiénes son los buenos y quiénes son los malos sin dejarnos discernir.
Rememorando a los ancestrales druidas con su varita mágica o al propio Jesús de Nazaret, curiosamente representado en las primeras catacumbas romanas con una varita mágica, Hollywood es el milagro: el lugar donde se forjan los héroes, los villanos, las grandes hazañas. El mundo donde se ensalza el sueño americano, donde el triunfo siempre está del lado de su justicia, sus leyes, su ejército y su policía. Hollywood es un espejo de este mundo construido a base de falsas verdades. Una muestra de esta hipocresía, sobre todo a raíz de los históricos y lamentables incidentes raciales en el sur de Estados Unidos, fue la imposición, por ley, de la presencia de actores afroamericanos y asiáticos en el cine. Entendemos que, sin ese imperativo legal, solo los actores blancos aparecerían en la pantalla. Así pues, la presencia de actores afroamericanos y asiáticos, razas reprimidas y violadas por parte del hombre blanco a base de pólvora y sangre, se tuvo que imponer por ley.
Muchos piensan que el presidente nordista Abraham Lincoln fue el libertador de los esclavos negros del sur, que Lincoln pensaba realmente que todos los hombres son iguales. Lo cierto es que la ley que puso fin a la esclavitud en la, por entonces, dividida América del Norte se hizo única y exclusivamente para dinamitar la floreciente economía del sur en beneficio del norte, eliminando el factor de competencia que suponía el mínimo coste de la mano de obra esclava.
Así pues, es difícil encontrar a los «buenos» en la historia, forjada con estereotipos falsos y axiomas edulcorados con los que llenan los libros de texto, los de historia y los cuentos de hadas; una versión Disney de la realidad que necesitaría una enciclopedia solo para enumerar los intereses ocultos de los nobles vencedores que en las distintas guerras llenaron la historia, más que de verdad, de propaganda interesada.