Recordando al Maine

España tuvo que vivir en sus carnes una operación de falsa bandera a finales del siglo XIX. En esa época, Estados Unidos había puesto en marcha una política expansionista. Otros países europeos ya disponían de importantes colonias, y la creciente industria militar norteamericana puso sus ojos en el Caribe, y más concretamente, en una de sus islas estrella, Cuba.

Por entonces, Cuba era una colonia española, la última que conservaba en América. La pésima política exterior que España había mantenido durante el siglo XVIII favoreció la independencia de todas sus colonias continentales. Reyes pusilánimes, ministros nefastos y gestiones inapropiadas dieron como resultado una galopante crisis durante el reinado de Isabel II, convirtiendo a España en una presa fácil.

El entonces presidente de Estados Unidos, William McKinley, tenía una obsesión que incluso le causaba insomnio. Esa obsesión era la beligerancia de España con sus colonias. Incluso el propio McKinley afirmó que tuvo una especie de «iluminación divina» cuando una noche le sobrevino la idea de poner en marcha sus planes. Según sus propias palabras: «Yo caminaba por la Casa Blanca, noche tras noche, hasta medianoche; y no siento vergüenza al reconocer que más de una noche he caído de rodillas y he suplicado luz y guía al Dios todopoderoso. Una noche, tarde, recibí su orientación, no sé cómo, pero la recibí»18.

Evidentemente, para ejecutar sus planes necesitaba el beneplácito de la opinión pública, de ahí que, junto con su Estado Mayor, urdiera un plan para justificar la guerra contra España. Piense el lector que McKinley era un hombre especialmente inculto. Cuando su ejército tomó Manila y le fue comunicado el acontecimiento, pidió que le acercasen un mapamundi, pues desconocía dónde se encontraban las islas Filipinas. Pero como la cultura y la maldad pocas veces se dan la mano, en este caso, como no podía ser de otra manera, decidieron ejecutar una operación de falsa bandera, conspirando contra los intereses españoles. Para ello, utilizaron un viejo acorazado que nunca resaltó por su brillante diseño y que incluso habían pensado en renovar. La historia comienza cuando el buque es fondeado en La Habana con el pretexto de proteger los intereses de los ciudadanos norteamericanos que se encontraban en la isla.

El 15 de febrero de 1898, mientras el acorazado estaba fondeado en el puerto de La Habana, ya noche cerrada, un fuerte estallido se pudo escuchar por toda la ciudad. El barco había sufrido diversas explosiones que lo llevaron a pique. Perecieron las tres cuartas partes de su tripulación y murieron un total de 261 personas en dicho atentado. Al día siguiente, la prensa norteamericana se unió al grito de «¡Recordad el Maine, al infierno con España!»19, justificando plenamente la deseada intervención militar que, casi de manera unánime, pidieron sus miopes ciudadanos.

Una investigación sobre el atentado emprendida por España descubrió que el barco no había sufrido el impacto de una mina española o la colocación de cargas explosivas externas, debido principalmente a dos factores. El primero es que ningún testigo apreció la columna de agua generada por las explosiones acuáticas, como tampoco aparecieron peces muertos, característico efecto colateral que generan dichas explosiones. Por otra parte, la serenidad de las aguas en aquellas horas hacía imposible acercar, sin ser detectada, una mina explosiva al fondeadero. El segundo factor, y el más importante, fue que el casco del buque presentaba una explosión interna y mostraba una apertura de este hacia el exterior.

Acto seguido, la guerra comenzó, y los mal preparados barcos españoles frente a los buques norteamericanos blindados y armados hasta los dientes hicieron de la contienda un juego de niños para los conspiradores. Se da la circunstancia de que poco tiempo antes España había rechazado el diseño del primer submarino de guerra, llevado a cabo por Isaac Peral, con el que hubiese destruido fácilmente el casco de madera de los barcos norteamericanos, que solo estaban forrados de metal hasta la línea de flotación y habrían sido presa muy fácil para los primeros torpedos que el propio Peral había diseñado.

Pero centrándonos en esta black op (operación negra), que tanto beneficio otorgó a Estados Unidos, vemos cómo detrás de los principales acontecimientos que cambiaron la historia se esconde una verdad que la versión oficial trata, en ocasiones y de manera infructuosa, de maquillar. Y cuando hablo de Estados Unidos, se podría perfectamente hablar de cualquier otra potencia o imperio, forjados todos con innumerables actos de falsa bandera. Se sospecha incluso que el KGB ruso efectuó una ola de atentados en su propio territorio, con el fin de justificar una guerra contra Chechenia y poder colocar a Vladimir Putin en el poder. Teniendo en cuenta que Putin fue director del KGB, vemos que, posiblemente, el círculo se cierra.

O qué decir de los atentados efectuados en 1954 dentro de territorio egipcio, aparentemente efectuados por grupos terroristas islamistas y que afectaron a instalaciones diplomáticas norteamericanas e intereses israelíes. Así lo creímos hasta que un artefacto que detonó prematuramente permitió identificar a parte de los autores, que, según afirmaba Egipto, procedían del propio Israel. Fue la llamada «operación Susannah»20. Con todo ello, se pretendía justificar internacionalmente las intervenciones del por entonces recién creado Estado de Israel.

No olvidemos Italia durante la década de 1970, donde una red clandestina, denominada Gladio, operó bajo las órdenes de la OTAN y de la CIA. Una serie de terribles atentados se sucedieron y fueron atribuidos a grupos comunistas, aunque en realidad eran células fascistas financiadas por los servicios secretos y apoyadas por la propia OTAN, algo que muchos años después fue descubierto por el presidente del Consejo de Ministros italiano, Giulio Andreotti, y publicado por el historiador suizo Daniele Ganser21. Estas operaciones terroristas tenían por objeto impedir que el poderoso Partido Comunista italiano alcanzase la presidencia, colocando a la opinión pública contra los falsos terroristas comunistas, presuntos responsables de actos tan terribles como la masacre de la plaza de la Fontana en Milán, en el año 1969, que causó 17 muertos; el coche bomba de Peteano, con 3 muertos; o la brutal matanza de la Estación Central de Bolonia, donde fueron asesinadas 85 personas y heridas más de 200. A modo de homenaje, se ha colocado en la estación una enorme placa que recuerda los nombres de las víctimas. Y es que incluso el asesinato del primer ministro, Aldo Moro, atribuido a las llamadas Brigadas Rojas, formó parte de esa siniestra operación Gladio con la que se pretendía impedir la entrada del Partido Comunista Italiano en el poder y, de ese modo, controlar la incipiente esfera de influencia que por entonces tenía la Unión Soviética. Asimismo, Gladio estuvo involucrada en operaciones de falsa bandera en Grecia, Turquía, Alemania, Francia, Portugal y la propia España, cuando se produjo la llamada «operación Ogro», con la que ETA asesinó al entonces almirante Carrero Blanco, posible sucesor de Francisco Franco en la jefatura del Estado. Fue muy extraño que toda esa operación se llevase a efecto, pues la ubicación del atentado estaba extremadamente cerca de la Embajada de los Estados Unidos, que disponía ya en la época de sismógrafos para detectar posibles túneles o acciones subterráneas. Quizá la CIA (en aquel momento) no estuvo infiltrada en ETA, pero se ha hablado mucho sobre la posibilidad de que pudiese haber consentido el acto terrorista en pro de la transición, debido al problema que supondría el continuismo de Carrero Blanco al frente del entonces llamado «movimiento nacional».

Como vemos, los llamados «amos del mundo» no titubean a la hora de eliminar seres humanos para alcanzar sus metas. Ejecutan atentados o guerras en las que millones de personas mueren por causas más o menos abstractas. Quizá esos reyes del mundo no sean tan humanos como pensamos, pero de esta teoría hablaremos un poco más adelante. Sé que muchos de ustedes pensarán que estos sacrificios humanos de falsa bandera son cosa del pasado22. Lo cierto es que acontecimientos tan impresionantes como el ocurrido el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York quizá se encuentren enmarcados dentro del contexto que estamos explicando en este capítulo: operaciones de falsa bandera.

La conspiración reptiliana
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