11 de septiembre de 2001
Recuerdo perfectamente qué estaba haciendo el día que, presuntamente, unos aviones tripulados por terroristas impactaron contra las torres del World Trade Center de Nueva York23. Lo que en un principio parecía un doble accidente aéreo fue rápidamente desmentido por una noticia aún más terrible que daba un cariz completamente nuevo y grave a los acontecimientos: el impacto de un tercer avión que se había estrellado contra el Pentágono e incluso un cuarto que lo había hecho en Shanksville (Pensilvania). Inmediatamente, los medios de comunicación comenzaron a especular sobre la autoría del mayor ataque terrorista en terreno norteamericano mientras las Torres Gemelas se derrumbaban por el impacto de sendos aviones. La terrorífica escena dejó en estado de shock a los cientos de millones de personas que en directo asistíamos al colapso de los emblemáticos edificios y de la llamada Torre 7. Mirábamos anonadados los televisores que mostraban cómo el edificio más emblemático de los Estados Unidos, el Pentágono, era también objetivo terrorista. Mientras, sincrónicamente, se repetían palabras como Al Qaeda y Osama Bin Laden, presunto autor de este atentado atroz, decían. Todo ello provocó que hasta el último de los mortales creyese a pies juntillas que 19 terroristas islámicos habían tomado el control de 4 aviones de pasajeros pilotándolos de manera suicida hasta alcanzar 3 de sus 4 objetivos, símbolos del poder económico y militar de la nación más poderosa de la tierra. Un último avión buscaba impactar contra la Casa Blanca, intentando derrumbar el poder político de Occidente, sin éxito.
Casi como si de una escena teatral se tratase, el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, se encontraba en el preciso instante del atentado en un colegio infantil, más concretamente en una clase donde parecía compartir la lección junto a una profesora negra. Como si «alguien» supiese que ese momento iba a ser inmortalizado y hubiera decidido construir una escena en la que se mostraba la cercanía del presidente al pueblo, y especialmente a los niños. Demasiado preparado para nuestro gusto. Cabe añadir la calma con la que el propio Bush recibe la noticia, que es la misma con la que alguien espera un evento conocido o previsible.
En total fueron 2.973 las personas que perdieron la vida aquel día en el que alguien, astuta y «casualmente», había vendido 24 horas antes de los atentados numerosas acciones de las compañías aéreas afectadas sin razón aparente. Mencionemos también que 6 semanas antes de los hechos se vendieron las Torres Gemelas, en cuyo contrato de compra-venta se incluyó, también casualmente, una cláusula en el seguro por el cual se pagarían hasta 13.000 millones de dólares en caso de atentado terrorista.
En la semana previa al 11-S, una cantidad «extraordinaria» de opciones de venta se colocaron con United Airlines y American Airlines en la Bolsa. Si no está familiarizado con el mercado de valores, una opción de venta es un contrato financiero entre dos partes que ofrecerán el seguro comprador contra la pérdida excesiva de una empresa. Alguien que compra una opción de venta está esperando que una acción caiga o está protegiendo sus activos. Entre el 6 y el 7 de septiembre, fueron adquiridas 4.744 opciones de venta de la compañía United Airlines frente a las 396 opciones de compra. El 10 de septiembre, fueron adquiridas 4.516 opciones de venta de American Airlines, frente a las 748 opciones de compra. La actividad comercial fue un 600 % por encima del nivel normal. United Airlines y American Airlines fueron las únicas dos empresas que tenían aviones secuestrados el 11-S. Hubo también un número anormal de adquisiciones en opciones de compra en las empresas que tenían participación en el World Trade Center. ¿Casualidad? Continuemos entonces hablando de este tipo de «casualidades»24.
En los días anteriores al 11-S, la Bolsa de Chicago tuvo el número más alto de opciones negociadas jamás visto en la historia de United Airlines y American Airlines. Los nombres de los inversores siguen siendo un misterio porque nunca reclamaron su dinero. Después se descubrió que un único inversor institucional con sede en Estados Unidos, sin vínculos concebibles con Al Qaeda, compró una gran cantidad de estas opciones.
Por desgracia, el comercio anormal no alerta a la policía. Si las agencias de inteligencia hubieran monitoreado la Bolsa de valores y las injustificadas subidas repentinas de actividad, podrían haber permitido a los analistas establecer conexiones y ver que un gran acontecimiento estaba a punto de suceder, teniendo como actores partícipes a las compañías aéreas mencionadas y al igualmente malparado World Trade Center.
La providencia le llegó extrañamente al secretario de Justicia John Ashcroft, quien días antes había sido advertido de que evitase utilizar vuelos en líneas aéreas comerciales antes del 11 de septiembre. También es casual que una de las principales empresas financieras que ocupa los primeros puestos en compañías de armamento, concretamente el Carlyle Group, consiguiera que sus acciones se disparasen y obtuviesen importantes contratos con el Ejército de los Estados Unidos, siendo una parte del capital propiedad de la corporación Saudi Bin Laden Group, en la que se encontraba como asesor George Bush padre. Asimismo, resulta también casual que el día anterior al 11 de septiembre, George Bush padre se encontrase en una importante reunión en el hotel Ritz Carlton con, nada más y nada menos que, Shafiq Bin Laden, hermano de Osama Bin Laden, presunto autor de los atentados25.
También es casual que el avión que impactó contra la cara sur del Pentágono lo hiciese exactamente en el lado opuesto al que se encontraba el secretario de Defensa Donald Rumsfeld.
Como vemos, la casualidad dominó todos los acontecimientos relativos al 11 de septiembre. Igualmente, casual fue la pericia de los terroristas que, aunque apenas eran capaces de pilotar un pequeño avión biplaza, consiguieron que enormes aviones de pasajeros efectuaran una maniobra que solo los más avezados y expertos pilotos del planeta hubieran podido ejecutar. Pero más allá de las casualidades que dependen del factor suerte o del propio azar, son las evidencias las que parecen apuntar a que esta operación fue un autoatentado para poder justificar la invasión de Afganistán, la toma de Irak y un enorme recorte de libertades civiles efectuadas a escala planetaria26.
Curiosamente, la mayoría de los presuntos terroristas que participaron en aquella fatídica fecha eran saudíes y, sin embargo, es necesario recordar que jamás se pidió la más mínima explicación a Arabia Saudí, tal vez por los ingentes intereses económicos que existen entre ambas naciones. Por poner un ejemplo, Arabia Saudí dio soporte a las acciones militares contra su vecino Irak.
Existen circunstancias sumamente sospechosas, como, por ejemplo, que el secuestrador de uno de los aviones, Waled al-Shehri, acusado por la Comisión del 11-S de haber apuñalado a una azafata en el vuelo United Airlines 11 minutos antes de que impactase contra el World Trade Center, siga vivo a fecha de hoy. Incluso ha denunciado ante la prensa que él no tuvo nada que ver con los atentados, ya que en la fecha en que sucedieron se encontraba en Marruecos, y podía demostrarlo. O la extraña circunstancia de que en las listas de los pasajeros de los aviones que se hicieron públicas no hubiera ningún nombre árabe, teniendo en cuenta que los supuestos secuestradores eran pasajeros árabes que viajaban en los aviones.
Asimismo, si nos centramos en la estructura de acero del World Trade Center, podemos constatar que estaba preparada para recibir impactos de aviones similares y su armazón metálico podría haber aguantado más de 1.500 °C antes de fundirse; sin embargo, según estudios oficiales, la temperatura máxima alcanzada fue de 800 °C 27. Evidentemente, la pérdida de estructura del acero se ve comprometida a esa temperatura, pero esta no es lo suficientemente elevada como para plastificar las vigas. Por otra parte, como dato curioso, aquellas temperaturas extremadamente altas no fueron lo bastante fuertes como para quemar el pasaporte del líder terrorista Mohamed Atta, que se encontró intacto a solo unas manzanas de las Torres Gemelas. Un claro ejemplo de lo que estamos comentando es el hecho de que, en toda la historia de las construcciones con vigas de acero, nunca se haya desplomado ninguna por debilitamiento de su estructura; algo que los españoles pudimos comprobar en el incendio de la Torre Windsor de Madrid, edificación con una altura de 106 metros que sufrió un pavoroso incendio durante 16 horas y, sin embargo, no se desplomó. Lo único que se desplomó en el edificio Windsor fueron los informes que la Fiscalía Anticorrupción había encargado a una importante auditora en la investigación al Grupo FG, y que habían sido reclamados un día antes del incendio; pues esos documentos fueron pasto de las llamas. Se da la circunstancia de que la auditora es la misma empresa que redactó el informe favorable de las acciones de Bankia, que, en estos momentos, diciembre de 2014, está siendo investigada28. Pero eso es algo que a nosotros no nos compete en este libro, o casi…