El arma más buscada: el control del clima
Una de las armas más ansiadas por los ejércitos ha sido el control de las condiciones climáticas. Poder producir largas sequías o desatar enormes huracanes es un sueño que incluso el propio Hitler ordenó investigar en 1944, enviando a un grupo de meteorólogos y militares a la lejana isla de Spitsbergen, pasado el mítico paralelo 80. Curiosamente, dicho contingente fue el último en entregarse tras la rendición de Alemania.
Para producir altas o bajas presiones en la atmósfera es necesario calentar sus capas lo suficiente como para generar un movimiento de aire. Ese movimiento, calculado correctamente, junto con la dirección e intensidad, puede producir un efecto «bola de nieve» que desencadena huracanes. La teoría es relativamente fácil, pero ¿existe una máquina capaz de modificar la temperatura en alguna capa atmosférica? La respuesta es sí.