Capítulo 6

TECNOLOGÍA NO CONVENCIONAL

En el año 1945, terminada la Segunda Guerra Mundial, se puso en marcha un importante proyecto para importar y nacionalizar a las mentes más brillantes y los científicos más destacados de Alemania. Los alemanes, tras perder la guerra, se encontraron totalmente desarbolados, y su férrea estructura se vino abajo completamente. Los rusos, desde el este, y los británicos y norteamericanos, desde el oeste, se lanzaron afanosamente a la búsqueda de esas mentes privilegiadas que habían permitido a Alemania construir numerosos prodigios tecnológicos que, en ocasiones, habían llegado a poner contra las cuerdas a los aliados.

No solo buscaron las mentes más brillantes, sino que intentaron hacerse con todos los aparatos y artefactos de ingeniería avanzada de los que Alemania disponía. Asimismo, los vencedores sustrajeron toda la información técnica posible, en algunos casos de bases militares subterráneas en las que se operaba bajo tierra para evitar que fueran destruidas por la aviación aliada.

Los norteamericanos encontraron una tecnología con la que jamás habían soñado. Ni más ni menos que unos sistemas antigravitatorios basados en artefactos, al parecer, desarrollados por un austríaco llamado Viktor Schauberger. Este inventor desarrolló diversas patentes que iban desde nuevos mecanismos para arar la tierra hasta instalaciones y correctores de flujo en canales de drenaje. Su especialidad fue principalmente la mecánica de vórtices en medios fluidos y gaseosos. A finales de los años treinta, Schauberger, experimentando con un artefacto electromecánico, con el que pretendía dirigir el movimiento de los vórtices gaseosos, descubrió que, cuando lo cargaba de corriente eléctrica, el aparato salía, literalmente, disparado hacia arriba; incluso se cuenta la anécdota de cómo la nave industrial en la que trabajaba Schauberger sufrió importantes desperfectos en la cubierta al ser atravesada por el dispositivo, que salió disparado verticalmente a una gran velocidad.

El aparato alemán fue conocedor de esta circunstancia y las investigaciones de Schauberger pasaron a formar parte de las armas secretas del Tercer Reich. No son muchos los datos que se conocen al respecto, pero podemos contarles que en el centro de investigación subterránea situado en Pilsen (República Checa) se instaló la planta de producción armamentística, propiedad de la División de Ingeniería nazi Skoda, en la que se estuvo desarrollando un proyecto denominado V-5, con su nombre en clave Die Glocke (La campana). Aparentemente, al serle conectada una intensidad de corriente de 900 kiloamperios a un dispositivo con forma de campana, se generaban unas ondas gravitatorias que permitían al artilugio elevarse del suelo. Al acabar la guerra, los norteamericanos se apropiaron de esta tecnología. El artefacto en cuestión tenía aproximadamente 2,80 metros de diámetro y 4,5 metros de altura. Se dice que en su interior se habían dispuesto dos cilindros que giraban en sentido contrario a la rotación de un extraño líquido de color púrpura, al que los alemanes dieron como nombre clave Xerum 525. Ese líquido era muy radiactivo y los cilindros adyacentes estaban revestidos con 3 cm de espesor de plomo. Las radiaciones afectaron a los técnicos que supervisaron las primeras operaciones, provocándoles en algunos casos la muerte. Al parecer, el sistema solo podía ser puesto en marcha durante uno o dos minutos. En los primeros desarrollos, las personas que se acercaban demasiado al artefacto comenzaban a sentir un sabor metálico en la lengua. Posteriormente, la cámara de cilindros de Die Glocke fue forrada con ladrillos cerámicos para evitar que las altas temperaturas destruyesen su estructura. Pero poco más se sabe sobre este dispositivo, ya que los científicos que trabajaban en Pilsen fueron asesinados por las SS poco antes de la rendición de Alemania y, después, se procedió a trasladar un modelo de La campana al Centro de Investigación alemán en Silesia, por órdenes del general Kammler, máximo responsable del aparato alemán a finales de la Segunda Guerra Mundial, y que desapareció misteriosamente; incluso algunas fuentes le dan por muerto en tres lugares distintos y tres situaciones diferentes, lo que nos hace pensar que su muerte es una mera cortina de humo, pues su cuerpo jamás fue encontrado y, por supuesto, tampoco el avión JU-390, de largo alcance, utilizado para evacuar a este misterioso personaje.

En su libro Wunderwaffe (Arma maravillosa), Igor Witkowski, periodista de investigación polaco, afirma que el JU-390 viajó desde Praga a Opole (Polonia). Otro importante testigo fue el ministro de Economía alemán y capitán de las SS, Rudolf Schuster, que pudo ver cómo La campana se cargó en el JU-390 en el campo de aviación de Schweidnitz, situado a 100 kilómetros al oeste de Opole. Estos hechos sucedieron en abril de 1945. Por otra parte, en 1974 el periodista británico Tom Agoston entrevistó al jefe de la División Skoda, el doctor Wilhelm Voss, quien afirmó que La campana viajó a bordo del JU-390 desde Schweidnitz a Bodo, Noruega. Posteriormente, existen sospechas de que, desde (Noruega), La campana fue trasladada por un pesquero a la actual Dajla, entonces llamada Villa Cisneros, un territorio del Sahara Occidental controlado por Marruecos. Desde allí fue transportada nuevamente hasta la base aérea del Palomar, en Buenos Aires, el 2 de mayo de 1945, lugar este último donde se pierde la pista del destino final de Die Glocke.

Pero un hecho sin precedentes ocurrió entre los días 2 y 3 de noviembre de 1957 cerca de la pequeña ciudad de Levelland, en Texas. El incidente se produjo en la tarde-noche del 2 de noviembre, cuando dos trabajadores agrícolas de procedencia hispana, cuyos nombres eran Pedro Saucedo y Joe Salaz, avisaron a la policía de Levelland para informarlos del avistamiento de un ovni. Saucedo dijo al oficial de policía A. J. Fowler que, mientras conducía por el oeste de la ciudad, a una distancia de unos 6 kilómetros pudo ver un destello de luz azul cerca de la carretera. Al poco tiempo, el motor de su camioneta se paró. Pudieron percibir entonces cómo un objeto con forma de cohete se aproximaba hacia la camioneta. En ese mismo instante, Saucedo salió inmediatamente de la camioneta y se lanzó al suelo. Llamó a su colega Salaz, pero este no salió. De hecho, el propio Saucedo afirmó en su declaración que saltó de la camioneta y se lanzó a tierra porque tuvo miedo: «El artefacto pasó directamente por encima de la camioneta, produciendo un tremendo sonido y una ráfaga de viento. Sonó como un trueno que sacudió incluso a mi camioneta, produjo un enorme flash de luz que me hizo sentir mucho calor», afirmó. A medida que el objeto se alejaba de la camioneta, el vehículo pudo arrancar nuevamente con normalidad.

El oficial de policía Fowler pensó que se trataba de una broma e hizo caso omiso de la llamada. Una hora más tarde, el automovilista Jim Wheeler informó de que un objeto con forma de huevo, potentemente iluminado, de unos doscientos metros de largo, pasó cerca de él y, justo en ese preciso instante, su coche se paró y las luces se apagaron. Wheeler comentó que, cuando el objeto se alejaba, las luces se volvieron a encender y pudo volver a arrancar el motor.

A las 22:55, un matrimonio que conducía al oeste de Levelland informó haber visto un brillante destello de luz moviéndose a través del cielo. Los faros y la radio que tenían encendida se apagaron durante tres segundos. Cinco minutos más tarde, José Álvarez afirmó que pudo ver un objeto que pasó cerca de un camino situado a 18 kilómetros al norte de Levelland y, cuando ese objeto se acercó, su vehículo se detuvo y el motor se paró; posteriormente, pudo volver a arrancarlo cuando el objeto se alejó.

A las 00:05 del 3 de noviembre, un estudiante del Texas Technological College, llamado Newell Wright, se sorprendió cuando conducía a 16 kilómetros al este de Levelland y su motor, literalmente, comenzó a chisporrotear. El amperímetro del cuadro de mandos se volvió loco de forma intermitente. El motor se encendía y apagaba irregularmente, como si se estuviese quedando sin gasolina hasta que, finalmente, el coche se detuvo. En ese instante, las luces se apagaron y segundos más tarde salió del coche para intentar localizar el problema. Cuando estuvo fuera del vehículo, pudo ver un objeto con forma de huevo, que tenía unos 30 metros de largo, situado a un lado del camino. Al instante, el objeto despegó y, cuando se alejaba, pudo volver a arrancar el motor de su vehículo de nuevo.

A las 00:15, el oficial Fowler recibió nuevamente otra llamada de un granjero llamado Frank Williams, quien afirmaba que había descubierto un objeto muy brillante apostado a un lado de la carretera. El motor de su coche se detuvo y las luces se apagaron. El objeto se marchó volando y, posteriormente, volvieron a encenderse las luces y pudo arrancar normalmente.

Otros testigos fueron Ronald Martin, que lo vio a las 00:45, y James Long, que lo pudo ver a la 01:15; ambos comentaron también experiencias similares a las anteriormente descritas.

En aquellos momentos, la policía de Levelland decidió investigar activamente el incidente. Entre los policías se encontraba el sheriff Weir Clem, que tuvo la oportunidad de ver un objeto rojo brillante en el cielo a la 01:30 de la madrugada. Asimismo, a la 1:45, el jefe de bomberos de Levelland, Ray Jones, también vio el objeto y su vehículo sufrió los mismos efectos descritos por los otros testigos.

Durante la noche del día 2 y las primeras horas de la madrugada del día 3 de noviembre de 1957, el Departamento de Policía de Levelland recibió un total de 15 llamadas telefónicas relacionadas con el extraño objeto. El oficial Fowler declaró que: «Todos aquellos que llamaban se encontraban muy alterados».

El suceso de Levelland llegó a tener notoriedad nacional. Incluso las Fuerzas Aéreas enviaron a un sargento para investigar los hechos, quien, después de entrevistar a algunos testigos, informó públicamente a los medios de comunicación de que el incidente había sido producido por una tormenta eléctrica importante que había generado el extraño efecto denominado «rayo en bola», «rayo globular» o «fuego de san Telmo».

Evidentemente, los militares pretendían dinamitar cualquier especulación sobre el objeto con esta explicación. Muchos de los testigos, indignados, afirmaban que aquella noche no hubo tormenta ninguna y que era un día normal. A lo sumo, se encontraron con pequeños bancos de niebla, pero no existen evidencias ni testimonios de ninguna tormenta y, por supuesto, no hay registros históricos de fenómenos similares que demuestren que un rayo en bola puede apagar el motor de un vehículo o sus luces.

En este momento el lector quizá se esté preguntando qué relación tiene este suceso con el proyecto antigravitatorio alemán. Quizá cuando le relatemos el siguiente caso, directamente conectado con el incidente de Levelland, empiece a entenderlo todo.

La conspiración reptiliana
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