El accidente de Kecksburg

Fue el 9 de diciembre de 1965 cuando en un bosque cercano a Kecksburg (Pennsylvania), numerosos testigos afirmaron que algo se había estrellado en la zona. La Fuerza Aérea de los Estados Unidos redactó un informe en el que se afirmaba que no había ocurrido nada, pero ese informe entraba en contradicción con los testimonios aportados por los numerosos testigos que afirmaban haber visto cómo un objeto extraño con forma de campana había sido retirado secretamente por los militares inmediatamente después de estrellarse.

Los hechos ocurrieron de la siguiente manera. En aquella tarde del 9 de diciembre, una potente luz atravesó a gran velocidad el cielo de los Estados Unidos. Se llegaron a contabilizar cientos de testigos que afirmaron haber visto aquella luz desde varios estados, pero a 60 kilómetros al sureste de Pittsburg, en la localidad de Kecksburg, los hermanos Robb y Ray pudieron ver, mientras paseaban en bicicleta, un extraño objeto con forma de campana volando a tan baja altura que incluso rozaba las copas de los árboles. La trayectoria del objeto era de caída y los muchachos pudieron observar cómo el artefacto se precipitaba sobre un bosque cercano.

El niño Randy Overly, a pocos kilómetros de distancia, tuvo la oportunidad de escuchar el fuerte silbido que el objeto dejaba a su paso y, cuando levantó la vista para observar qué era lo que producía aquel sonido, pudo ver el objeto a una altura que estimó de unos 60 metros. Nevin Kalp, otro niño que se encontraba jugando con su hermana, pudo observar cómo el extraño objeto situado más o menos a 700 metros de él se estrellaba en un barranco próximo a un bosque. Nevin vio cómo el objeto impactó contra el suelo y, nada más hacerlo, comenzó a formarse una densa columna de humo. Cuando Nevin y su hermana Nadine regresaron a casa, escucharon en la radio un aviso de emergencia: una avioneta se había estrellado en la zona de Kecksburg y se solicitaba la colaboración de los testigos que hubiesen podido verlo. La madre de los niños, Frances Kalp, llamó por teléfono a emergencias y advirtió que el objeto que se había caído no era ninguna avioneta. Pensaba que era un fragmento que se había desprendido de un avión y les dijo que estaba ardiendo, pues podía verse una densa humareda.

A los pocos minutos la señora Kalp recibió una llamada de respuesta de un tipo que aseguraba pertenecer al Ejército y que le pedía vigilar la zona por si se producía algún fenómeno extraño. Le facilitó un número de teléfono para que le localizase, en caso de que así fuera. La mujer le dijo que iba a llamar a los bomberos, pero el militar le respondió que no hiciera tal cosa e insistió en que llamase al número de teléfono que le había dado si ocurría algo. A los pocos segundos de colgar, recibió una llamada de la policía local, que se acercó a su casa a los 15 minutos de telefonearla. Pero la policía local iba acompañada de dos extraños tipos vestidos de civil que en ningún momento llegaron a identificarse. La señora Kalp indicó a estos dos extraños dónde había caído el artefacto. En aquel momento la humareda ya no era visible y los hombres se dirigieron hacia el lugar con una extraña caja en la mano, que la señora Kalp, con el paso de los años, identificó como un contador Geiger.

Ella preguntó a uno de los oficiales de policía cómo aquellos tipos podrían llegar al lugar donde había caído el objeto, a lo que el policía le respondió que no tendrían problemas en encontrarlo debido a la radiación que emitía. Para entonces, el incidente ya era conocido por muchos habitantes del pueblo y al anochecer decidieron organizar una partida de búsqueda con el fin de encontrar el artefacto.

Jim Mayes, bombero voluntario del condado, acompañó a dos policías hasta una loma desde la que se veía el lugar donde había caído el artefacto. El bombero y los policías, en la oscuridad, pudieron ver claramente una serie de luces azules que destellaban en la zona. Mayes afirmó que la luz le recordaba a la que genera un soldador eléctrico y en ningún momento le pareció que se tratase de una linterna, ya que tenía un ritmo de encendido y apagado similar al de una baliza. Inmediatamente después, la policía local prohibió el paso a toda la zona y bloqueó todos los caminos locales. Pero un grupo de 30 bomberos voluntarios de la localidad se reunieron y decidieron organizar partidas de búsqueda en grupos de 3 hombres. Todos los voluntarios pensaban que lo que estaban buscando eran los restos de una avioneta que se había estrellado. Se repartieron por la zona en diversos grupos y, al cabo de un rato, uno de los equipos de búsqueda advirtió por radio que la había encontrado, y dio la ubicación donde se hallaba.

Cuando los primeros hombres llegaron a la zona, se encontraron un enorme artefacto metálico con forma redondeada que les recordó una campana. Los testigos comentaron que no tenía alas ni motores ni hélices, y tampoco identificación alguna, pero en la base del objeto había un extraño conjunto de caracteres que recordaban las antiguas runas nórdicas. Los bomberos estuvieron durante unos instantes investigando el objeto y preguntándose qué era cuando, repentinamente, aparecieron de la nada dos tipos que les pidieron que abandonaran el lugar porque el sitio estaba en cuarentena. Les aseguraron que ellos estaban al mando de la operación y que se harían cargo del aparato. En ese momento apareció un grupo de militares y los voluntarios iniciaron su retirada. Cuando regresaron a Kecksburg, el pueblo estaba tomado, literalmente, por los militares.

Solamente habían pasado tres horas desde la caída del objeto y el Ejército había montado un puesto avanzado en la zona, se prohibió el acceso a todo el personal civil e incluso se tomó el control del parque de bomberos. Los militares también ocuparon una casa cercana al barranco donde se produjo el accidente. La vivienda pertenecía a la familia Hays, y sus miembros vieron cómo estos militares utilizaron su teléfono durante horas para realizar un sinfín de llamadas en un tono que reflejaba un evidente nerviosismo. Se da la circunstancia de que, cuando la familia Hayes recibió la factura telefónica, no había registro de ninguna de las llamadas efectuadas por los militares aquella noche. Los Hays recuerdan que los militares hablaban de avisar al Pentágono y la NASA.

La pequeña villa de 250 habitantes fue tomada por los militares. Al parecer, existen informes oficiales al respecto que confirman que estuvieron en la zona de Kecksburg, pero en dichos informes niegan haber encontrado nada. Por supuesto, todos los testigos afirman algo totalmente distinto.

Aquella noche el pueblo fue acordonado por el Ejército debido a que cientos de lugareños, movidos por la curiosidad, intentaron acceder a la zona del accidente para ver qué es lo que había ocurrido. Bill Weaver fue otro testigo ocular que afirma que no es cierto que los militares no hubieran encontrado nada aquella noche. Él pudo ver en la zona del barranco un objeto que emitía una potente luz brillante e, incluso, tuvo la oportunidad de ver un convoy militar con un enorme camión de caja abierta vacío. Del convoy bajaron numerosas personas vestidas con lo que Weaver describió como «trajes espaciales». Llevaban un contenedor de un color claro en dirección al barranco. Al parecer, era bastante más pequeño que el objeto, que, según los testigos iniciales, tendría unos 3 metros de largo por 2,5 metros de ancho, mientras que el contenedor era de dimensiones bastante inferiores, unas dimensiones que podrían hacer pensar en la posibilidad de que aquel objeto estuviese tripulado y que el contenedor que estaban trasladando estuviese destinado a transportar al posible tripulante de dicho artefacto.

Mientras tanto, una serie de militares los obligaron a abandonar la zona. Weaver preguntó a uno de ellos qué estaba sucediendo, a lo que el militar le respondió que abandonara la zona o, en caso contrario, incautarían su coche. Transcurrido un rato, los bomberos voluntarios que habían sido desalojados del parque de bomberos pudieron observar cómo un jeep militar abría paso a un camión de caja abierta, en la que había un objeto oculto bajo una lona opaca, cuyas dimensiones se correspondían con las del artefacto que habían visto en el lugar del siniestro. Otra de las cosas que les extrañó fue la gran velocidad a la que aquel convoy se alejó del pueblo.

Posteriormente, un vecino de la zona aficionado a la ufología, llamado Stan Gordon, después de efectuar algunas investigaciones, descubrió que el objeto venía desde una larga distancia y había efectuado giros dramáticos en el cielo para, finalmente, frenarse antes de impactar en el barranco de Kecksburg, algo que anula las teorías presentadas por algunos astrónomos, que afirmaban que se trataba de un meteorito o satélite artificial, ya que los objetos en caída libre, como estos que hemos mencionado, no hacen giros bruscos en su movimiento de caída y, por supuesto, no se frenan kilómetros antes de impactar. Stan Gordon estuvo unos 10 años investigando todo lo ocurrido en la zona. Descubrió, con el acta de libertad de información, que existían datos de numerosas solicitudes de información por parte de la Fuerza Aérea, la NASA, el NORAD (Mando Norteamericano de Defensa Aeroespacial) y el Pentágono. Incluso la Oficina de Emergencia Nacional solicitó información al respecto.

Algunos testigos identificaron a las unidades militares que intervinieron, como el Escuadrón Militar de Radar 622 de la Fuerza Aérea. Pero Gordon descubrió que no existen informes de actividad de dicho escuadrón en la base donde se encontraban. Algunas fuentes indican que el destino final de aquel camión cargado con el objeto fue la base de la Fuerza Aérea de Wright Patterson. Esta base militar, que cuenta con más de 27.000 empleados militares, está situada en Ohio y es una de las más importantes de los Estados Unidos. Dos años después del accidente, un camionero afirmó haber entregado un cargamento de ladrillos cerámicos en dicha base. Cuando el conductor del camión preguntó por el área de descarga, le indicaron un hangar donde debía dejarla. Este transportista afirma que en aquel hangar había un objeto con forma de campana, similar a las dimensiones que describieron los testigos de Kecksburg. El camionero pensó que aquellos ladrillos cerámicos serían utilizados para recubrir el objeto.

Continuando con el accidente de Kecksburg, añadiremos la extraña «anécdota» que le ocurrió a John Murphy, quien por entonces era reportero de la estación de radio local WHJB. Murphy llegó a la escena donde se produjo el impacto, tomó varias fotografías y entrevistó a unos cuantos testigos. Su exmujer, Bonnie Mislagle, confirmó posteriormente que personal militar desconocido le confiscó casi todos los rollos de fotos que había sacado.

Mable Mazza, que era el director de esta emisora, recuerda la escena diciendo: «Estaba todo muy oscuro y había un montón de árboles alrededor, pero desde la zona en la que nos encontrábamos se podía ver el objeto caído que tenía forma de cono. Esa fue la única vez que lo vi. En las semanas siguientes, el reportero Murphy llegó a involucrarse en el caso hasta el punto de escribir un documental radiofónico titulado Objeto en los bosques, en el que contaba su experiencia y mostraba las entrevistas que había realizado aquella noche. Días antes de emitirse el documental, recibió una inesperada visita en la emisora de radio por parte de dos hombres vestidos con trajes negros, que se identificaron como funcionarios del Gobierno y pidieron hablar con el señor Murphy a puerta cerrada. La reunión duró 30 minutos. Una empleada de la emisora, Linda Foschia, recordó que aquellos hombres le confiscaron a Murphy algunas cintas de audio que contenían las grabaciones de las entrevistas.

Una semana después de la visita de estos hombres de negro, John Murphy sacó al aire una versión censurada del documental. Al parecer, Murphy había retirado datos reveladores del accidente para evitar meterse en problemas con la policía y ejército. Su exmujer afirma que Murphy cambió totalmente el documental con respecto a lo que originalmente tenía.

En febrero de 1969 Murphy sufrió un accidente en el que perdió la vida. Al parecer, cuando el reportero intentaba cruzar una carretera, durante unos días de descanso que se había tomado, un automóvil lo atropelló y se dio a la fuga. Nunca se encontró el coche ni llegó a ser identificado el conductor.

La conspiración reptiliana
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