Ursel Scheffler
El payaso Bertino

El payaso Bertino es un payaso que corresponde al payaso ideal de los libros de cuentos. Cuando, con sus zapatos demasiado grandes, su peluca roja y una enorme flor detrás de la oreja, sale a lucir sus habilidades a la pista, todo el mundo ríe entusiasmado. Pero después de la representación, le gusta a Bertino dar la vuelta a la tortilla y con gusto se ríe de la demás gente. No deja pasar ninguna ocasión de gastar bromas a otros.

Una vez mezcló zumo de ajo en el agua de afeitar del guapo Teo, escondió una rana en la cama de Isabel la bailarina, embadurnó con cola de cazar moscas el bastón del mago, serró una pata de la silla de Lucas, el hércules, y cosió los bolsillos de la chaqueta del prestidigitador de cartas. Y todo ello en el mismo día.

¡A ninguno le sentó muy bien!

Ellos decidieron gastar tal broma a Bertino, que éste no pudiera olvidarla en mucho tiempo. Pronto acordaron un plan, cuchicheando y riendo entre ellos. Todos estaban nerviosos esperando el resultado.

Bertino ha preparado un nuevo número, del que está muy orgulloso. Sale a la pista con Basco, su perro, en un cochecito de niño. El perro es muy dócil y se deja alimentar y poner pañales. Pero luego comienza a gruñir y salta del coche. Después hay una cacería loca de un lado a otro de la pista. Finalmente, el Basco coge a Bertino de la pernera del pantalón, en el sitio en que está cosido un trozo de pastel de perro, lo rasga y huye con el resto de pantalón en la boca. Hasta ahora el número ha salido a pedir de boca, pero en la próxima representación habrá una sorpresa inesperada para Bertino.

Pepe, Isabel, Teo y Lucas espían expectantes detrás del telón. ¿Qué es lo que habrán tramado? El número es un éxito hasta que llega la escena de la caza. En ella, Basco muerde con fuerza en el trasero del pantalón de Bertino, en vez de hacerlo en la pernera como antes. Bertino aúlla del susto, se toca detrás y nota que falta un trozo de pantalón. Pero ¿es sólo el pantalón? A cierta distancia Basco está sentado mientras mastica satisfecho.

—¡Basco! ¿Qué comes? —gime Bertino tocándose el trasero.

—¿Falta algo? ¿Sería un pedazo grande?

El público cree que todo está ensayado de antemano, y no presiente que el miedo de Bertino es auténtico. Sale de la pista corriendo y grita:

—¡Necesito un médico! ¡Rápido! ¡Hay que ponerme un vendaje! ¡Mi perro me ha atacado!

Allí están los otros colegas muertos de risa.

—¡Vamos, Bertino, que no te ha pasado nada! Solo tienes que hacer remendar los pantalones —dice Lucas. Después viene Basco relamiéndose el hocico con gusto.

—Y qué, ¿te ha gustado la salchicha? —dice Isabel acariciando la cabeza de Basco.

—Él, él… ¿se ha comido sólo una salchicha? —pregunta Bertino abriendo unos ojos como platos.

Pepe ríe gozoso y explica:

—Isabel ha cosido la salchicha en el trasero de tu pantalón antes de la función. No es extraño que Basco no pudiera resistir la tentación. Las salchichas le gustan mucho más que el pastel de perro. Le ha hincado el diente sin pensarlo.

—¡Espero no encontrarme nunca más una rana en mi cama! —dice Isabel. ¿Y Bertino? No dice ni palabra. Durante los primeros días se hace el ofendido, pero luego se ríe también de la broma y en adelante incorpora en su siguiente número el sensacional truco de la salchicha cosida en el trasero del pantalón.