Josef Guggenmos
Juegos de competición de los animales

Una vez se juntaron seis animales.

Un elefante, un canguro, una llama, un oso, un mono y un antílope.

—Tenemos que hacer algo divertido —propuso uno de ellos—. Podríamos hacer juegos de competición.

Los demás asintieron entusiasmados. En esto se acercó otro animal. —¿Qué pasa aquí? —preguntó.

—Vamos a hacer juegos de competición. ¿Quieres participar?

—No —dijo el animal que había llegado el último—. He hecho un largo camino y estoy cansado.

—¡Todos tienen que participar! —gritaron los demás.

—¡Quien no participe, puede marcharse!

—Yo haré de arbitro —dijo el animal que estaba cansado—. Siempre hace falta un árbitro.

Los demás animales estuvieron de acuerdo.

—Bien —dijeron—, eres el árbitro.

—¿A qué queréis jugar? —preguntó éste.

—Salto de longitud —dijo uno.

—A correr —dijo otro.

—Escalar —dijo un tercero.

—Levantamiento de peso —dijo el cuarto.

—Al escondite —dijo el quinto.

—A ver quién escupe más lejos —dijo el último.

Los demás lanzaron una carcajada.

—¿Quién escupe más lejos? ¿Vale eso?

—¡También vale! —decidió el árbitro.

—Empecemos con el salto de longitud. Aquí, desde este palo que hay en el suelo comienza el salto. ¿Quién empieza?

El mono saltó el primero.

—¡Buen salto! —comentó el árbitro, haciendo una raya en la arena, donde había caído el mono.

Pero entre los animales que saltaron después, hubo uno que saltó más, mucho más que el mono.

—¡Ahora, a correr! Allí al fondo hay un árbol grande. A ver quién llega el primero de todos.

Los animales partieron juntos, pero uno llegó destacado. Visto y no visto se plantó allí.

—¡A escalar toca! —gritó el árbitro—. A ver quién tarda menos tiempo en subir a este mismo árbol.

Uno detrás de otro intentaron subir, pero sólo uno lo consiguió y además en poco tiempo. Enseguida estaba arriba en la copa.

Cuando llegó el turno del levantamiento de peso, uno de los animales levantó un árbol caído, lo transportó alrededor de los otros y lo depositó de nuevo donde estaba al principio. Ninguno fue capaz de hacer lo mismo.

Cuando se trataba de escupir más lejos, dijo el elefante:

—¡Esperad! ¡En un instante estoy de vuelta!

—¿A dónde vas? —preguntó el árbitro. El elefante quería ir al río a llenar de agua su trompa, pero el árbitro no lo consintió.

—¡Con la trompa no vale! —dijo—. Se escupe con la boca y tú tienes boca como los demás.

Y todos escupieron. También en esto había un claro vencedor.

—Nos queda el escondite.

Se escondieron y aquellos a los que no les tocaba, se tapaban los ojos, esperando que el árbitro contara hasta veinte, y entonces podían comenzar a buscar. El árbitro contaba los segundos que tardaban en hallar al escondido. Uno de ellos se escondió tan bien, que no pudieron encontrarle.

—¡Ya puedes salir! ¡Has ganado! —gritó el árbitro. Y salió el animal de su escondrijo, que en realidad no estaba muy lejos.

Después de los juegos, los animales se pusieron en fila. Cada uno de ellos había ganado un juego.

¿Cómo se llamaba el vencedor

de la primera,

de la segunda,

de la tercera,

de la cuarta,

de la quinta,

de la sexta competición?

Y…, ¿quién era el árbitro?

Si colocas una detrás de otra las letras primeras de los nombres de los vencedores, sabrás el nombre del árbitro.