Sigrid Heuck
Tina y Mucki

Tina era una niña y Mucki una yegua poni de la islas Shetland. Mucki pertenecía a Tina. Para ella, Mucki era el poni más hermoso del mundo. Su piel tenía un negro y profundo brillo, sus ollares eran tan suaves como el terciopelo del vestido de la madre de Tina, y su cola era tan larga que la arrastraba por el suelo.

Tina se ocupaba de Mucki personalmente. Le daba comida y agua, le limpiaba y de vez en cuando le enganchaba a un carrito o cabalgaba sobre él. Cuando la gente miraba con admiración a Mucki, ella se alegraba.

Un día, Tina se enteró de que cerca de allí se iba a celebrar un concurso de belleza de ponis de las Shetland y decidió presentar a Mucki. El día del concurso limpió a Mucki de arriba a abajo. Tina dio betún a los cascos hasta que lucían como la pez. Cepilló la cola y la crin para suavizarlos. Al final frotó toda la piel con un trapo empapado en aceite.

En el lugar donde se iba a celebrar el concurso, esperaban ya otros muchos ponis, blancos, negros y pardos. Un alazán tiraba impaciente de sus riendas y un pinto relinchaba poniéndose de pie. Todos fueron presentados quietos, al trote y al galope. Cuando les llegó el turno, Tina y Mucki estaban muy nerviosos. Mucki no podía estarse quieto y tampoco quería trotar. Le gustaba más el galope. Además, los muchos espectadores y las banderas ondeantes le molestaban. Tino no lo tenía nada fácil. Después de que los jueces hubieran examinado a los ponis se retiraron a tomar una decisión.

—Atención —sonó finalmente una voz por los altavoces.

—Se van a dar a conocer los vencedores.

Tina aguzó las orejas. Imaginaba ya a Mucki con la corona de vencedor.

—El tercer premio es para la yegua Silvia —continuó la voz.

Mucha gente aplaudió.

—El segundo premio es para el caballo Raso.

Éste era el pinto impaciente.

—Y… ¡la vencedora es la yegua alazán Tania!

La orquesta entonó una marcha y los propietarios vencedores se felicitaron con alegría.

Tina tuvo que aceptar que Mucki no tenía ningún premio. Casi lloró de la decepción. Sin embargo, después de un rato pensando en ello, musitó a la oreja de su poni: En realidad me da igual que los jueces te encuentren hermoso o no. Para mí, tú eres el más hermoso del mundo y el más amable también.

Como contestación Mucki sacudió la cabeza, como si quisiera decir, a mí también me da lo mismo y a decir verdad prefiero mejor una sabrosa zanahoria que un premio y una corona.