Doris Jannausch
El tío olvidadizo
El tío Guillermo era el tío más amable que uno se pueda imaginar pero, por desgracia, un poco olvidadizo.
—¿Qué era? ¿qué era? —murmuraba a menudo esforzándose en recordar. Y como no lo lograba se le ocurrió un truco para poder conseguirlo.
—Cada vez que haya algo sobre lo que tenga que acordarme, haré un nudo en el pañuelo.
Y empezó a hacer nudos. A pesar de todo, cuando varias horas después veía los nudos, no sabía por qué los había hecho.
Un día, el tío Guillermo, decidido, fue al médico para pedirle que le ayudara a remediar su falta de memoria.
—¿Qué le ocurre? —preguntó el médico cuando tío Guillermo entró en la consulta.
Éste abrió los ojos asombrado y contestó:
—¡Lo he olvidado!
Un día estábamos todos muy nerviosos celebrando una fiesta en la que todavía faltaba por llegar la mayor sorpresa.
De pronto, sonó el timbre, ¡ya era hora!
Abrimos, y… nos quedamos sin aliento.
En el dintel estaba San Nicolás con la barba blanca y un abrigo de piel. Empezamos a reírnos hasta que nos dolió todo el cuerpo.
—¿Qué ocurre? —dijo tío Guillermo, cuya cara asombrada y desconcertada nos miraba escondida entre la capucha y la barba de San Nicolás.
—Pero Guillermo —dijo mi padre moviendo la cabeza—, de nuevo has olvidado algo, ¡estamos en Pascua, no en Navidad!