Irina Korschunow
Flecha de plata

Me llamo Max. En casa teníamos antes un coche estupendo, un Porsche plateado, que alcanzaba los doscientos cuarenta por hora. Cuando mi padre aceleraba a fondo, era como si voláramos. Nuestro coche también tenía un nombre: Flecha de Plata.

Cuando les contaba las cosas de nuestro Flecha de Plata, Gunar y Gerd sentían envidia.

—No te des tanta importancia —dijeron ellos un par de veces. Pero no servía de nada: yo estaba muy, pero que muy orgulloso de Flecha de Plata. Mi madre era la única que en los últimos tiempos estaba buscándole faltas constantemente.

—Se traga la gasolina a cántaros —decía.

—¿Para qué necesitamos nosotros este coche tan caro?

—Uno más modesto nos haría el mismo servicio.

Yo no lo tomaba nunca en serio, pero el pasado miércoles me encontré de repente con un Golf amarillo en el garaje.

—¿Qué significa esto? —pregunté.

—Es nuestro coche nuevo —dijo mi padre—. Mamá tiene razón. Todo está cada vez más caro y el negocio no marcha como antes. ¡Qué bien que me he podido deshacer del Flecha de Plata a un buen precio!

—¿Y qué vamos a hacer con este pato paralítico? —grité yo. Mi padre me miró moviendo la cabeza de un lado a otro.

—Menos humos —dijo—. Anda sube, vamos a dar una vuelta.

Pero yo no quería dar vueltas en el Golf. Estaba triste y furioso, y también tenía miedo de que Gunar Y Gerd se rieran de mí. Durante tres días no les dije nada. Sólo nos veíamos en la escuela, y por la tarde ellos no tenían tiempo. Hasta el sábado no pudieron venir a mi casa, pero entonces vieron el Golf.

—¿De quién es ese coche que hay ahí? —preguntó Gunar.

—Es nuestro —dije, y de buena gana habría salido corriendo.

—¿Y el Flecha de Plata? —quiso saber Gerd.

—Vendido —respondí, esperando la reacción.

—¿Sabes? —dijo—, me parece bien que ahora tengáis el Golf.

—Y ¿por qué? —pregunté.

—Porque estabas presumiendo tanto que habíamos decidido no volver a hablarte.

Me quedé de piedra ante la posibilidad de que eso se cumpliera; Gunar y Gerd son mis mejores amigos. ¡Mira que si los hubiera perdido!

Prefiero no tener el Flecha de Plata.