7

Durante los primeros días después de su regreso de Moscú, cada vez que Levin se estremecía y se ponía rojo, recordando la humillación de haber sido rechazado, se decía: Así era como me estremecía y ruborizaba, considerándome un fracasado, cuando me suspendían en física y no obtenía mi diploma; pensé que me había arruinado por completo cuando construí la primera mina a cielo abierto y ésta se derrumbó. Sin embargo, al cabo de los años, cuando lo recuerdo, me pregunto cómo es posible que me afectara de ese modo. Con este problema ocurrirá otro tanto. El tiempo pasará y dejaré de preocuparme.

Pero habían transcurrido tres meses y no había dejado de preocuparle; para él era tan doloroso pensar en ello como durante los primeros días. No podía recobrar su tranquilidad de ánimo porque, después de haber soñado tanto tiempo con una vida familiar, sabiendo que estaba preparado para ello, seguía soltero y más lejos que nunca del matrimonio.

Entretanto, llegó la primavera, hermosa y benévola, sin los retrasos y las traiciones propias de esta estación, una de esas raras primaveras en que las plantas, los animales y los hombres la celebran por igual. La hermosa primavera estimuló más a Levin, reforzando su determinación de renunciar a todo su pasado y construir su solitaria vida con firmeza e independencia.

Un día, al aproximarse a su casa a caballo en un magnífico estado de ánimo, oyó el sonido de una campanilla por el lado de la puerta principal de la casa.

—Sí, es alguien de la estación —dijo a Sócrates—. El Grav de Moscú llega a esta hora… ¿Quién puede ser? ¿Y si es mi hermano Nikolái? Recuerdo que dijo: «Quizá vaya a tomar las aguas, o a visitarte».

Durante los primeros minutos le sorprendió y enojó que la presencia de su hermano Nikolái viniera a turbar su buen humor primaveral. Pero de inmediato se avergonzó de ello y le abrió los brazos de su alma, por decirlo así, y con un sentimiento suavizado de alegría e impaciencia confió de todo corazón que fuera su hermano. Espoleó a su caballo y, al salir de entre las acacias, vio un trineo de alquiler tirado por tres caballos de la estación del Grav, y a un caballero cubierto con un abrigo de pieles.

—¡Ah! —exclamó Levin con tono jovial, alzando las manos—. ¡Qué visitante tan encantador! ¡Cuánto me alegro de verte! —gritó al reconocer a Stepan Arkadich, con el Pequeño Stiva instalado como un niño rollizo y feliz entre sus piernas.

Ahora averiguará con certeza si ella se ha casado, o cuándo va a casarse —murmuró Sócrates con tono de cautela, deseoso de proteger los sentimientos de su amo. Pero en ese delicioso día primaveral a Levin no le dolía pensar en Kitty.

—No me esperabas, ¿eh? —dijo Stepan Arkadich apeándose del trineo, con la nariz, las mejillas y las cejas manchadas de barro, pero mostrando una salud radiante y un excelente humor—. En primer lugar, he venido a verte —dijo abrazando y besándolo, mientras Sócrates utilizaba un accionador final que arrojaba aire para limpiar el barro del monitor frontal de Stiva—. En segundo lugar, he venido para participar en el deporte del Cazador Cazado, y en tercer lugar, tengo la intención de vender la pequeña parcela de Ergushovo.

Stepan Arkadich le contó muchas e interesantes novedades, pero no dijo una palabra referente a Kitty y los Shcherbatski, sino que se limitó a transmitirle los saludos de su esposa. Levin le agradeció su delicadeza y se alegró de que hubiera ido a visitarlo. Como solía ocurrirle durante su soledad, en su ánimo se había acumulado un millar de ideas y sensaciones que no podía comunicar a quienes le rodeaban. Se apresuró a relatar a Stepan Arkadich su poética alegría de que fuera primavera, sus fracasos y sus planes para la segunda extracción de la temporada. Durante esta visita, Stepan Arkadich, siempre encantador, capaz de comprenderlo todo a la mínima insinuación, se mostró especialmente encantador, y Levin observó en él una ternura especial, por decirlo así, y un nuevo tono de respeto que le halagó.

Decidieron organizar al día siguiente el juego denominado el Cazador Cazado, y Levin ordenó que esa noche prepararan a los Osos Cazadores y colocaran el cebo.

Androide Karenina
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