PRÓLOGO EN EL TEATRO[21]
[El director, el poeta dramático, el gracioso]
DIRECTOR. Vosotros dos, que tantas veces
en la necesidad y tribulación me acompañasteis,
decidme: a ver, en estas tierras alemanas,
¿qué podemos esperar de nuestra empresa?
Yo querría complacer a la muchedumbre
sobre todo porque vive y nos permite vivir.
Los postes y tarimas ya están instalados
y cada cual aguarda expectante una fiesta.
Ya están sentados, con los ojos muy abiertos,
relajados y deseando que les sorprendan.
Sé muy bien cómo se gana el favor del pueblo
y, sin embargo, nunca me sentí tan apurado:
y es que no están a lo mejor acostumbrados,
aunque de espantosas lecturas se hayan hartado.
¿Cómo hacer para que todo resulte fresco y nuevo,
cómo lograr que agrade, aun siendo profundo?
Pues, desde luego, mucho me gusta ver a la masa
cuando irrumpe en tromba en nuestra casa
y a base de violentas y repetidas contracciones
consigue traspasar la estrecha puerta de la gloria,[22]
cuando a plena luz del día, ya antes de las cuatro,
con empujones consigue llegar a la taquilla
y, como durante las hambrunas en las panaderías,
casi se rompe el cuello con tal de conseguir una silla.
Este prodigio lo ejerce sobre gentes tan distintas
el poeta solamente; ¡amigo, consíguelo tú hoy!
POETA. ¡Ay, no me hables de esa abigarrada turba
cuya mera visión el ingenio me roba!
Ocúltame esa marea humana,
que, a nuestro pesar, en su remolino nos traga.
No, condúceme a ese tranquilo rincón del cielo
donde sólo pura dicha para el poeta florece,
donde amor y amistad las bendiciones de nuestro corazón
con mano divina cultivan y crean.
¡Ay! Lo que en lo más hondo del pecho nos brota,
lo que los labios tímidamente balbucean,
ora fracasado, ora tal vez logrado,
lo engulle la fuerza salvaje del instante.
Y es frecuente que tan sólo por los años madurado
aparezca en su forma terminada y más perfecta.
Lo que brilla, sólo nació para el instante,
lo auténtico, para la posteridad guardado queda.
EL GRACIOSO. ¡Si al menos de la posteridad nadie me hablara!
Pues suponed que yo de ésos de después hablar quisiera:
¿quién entonces divertiría a los de ahora?
Mas ellos diversión quieren y diversión les espera.
La presencia de un simpático mozo,
siempre fue, según creo, de algún aprecio.
Quien sabe contar algo de modo grato
no prueba del humor del pueblo el acíbar;
lo que él desea es un público grande
para estar más seguro de conmover.
Por eso, ¡no temáis!, y sed en todo un modelo,
dejad que la fantasía con todos sus coros:
razón, entendimiento, sentimiento y pasión
—mas, ¡advertidlo bien!, no sin locura— aquí se escuche.
DIRECTOR. ¡Pero, sobre todo, que haya mucha acción!
La gente viene a ver y ver es lo que prefiere.
Si tejéis ante sus ojos muchas cosas,
de modo que de asombro se quede boquiabierta
habréis ganado de inmediato en toda regla
y seréis un hombre muy querido.
A la masa sólo con masa se la conquista,
y al final cada cual elige algo de su gusto.
El que mucho aporta, algo podrá darle a cada uno;
y cada cual se irá contento de esta casa.
Si les dais una pieza, dádsela ya partida en piezas;[23]
seguro que sabréis aderezar bien este guisado.
Tan fácil es de servir como de componer.
¿De qué vale que les ofrezcáis un todo?
El público lo despedazará en un instante.
EL POETA. No podéis entender cuán ingrato es ese oficio.
¡Cuán poco adecuado al verdadero artista!
La chapucería de esos pulcros señores,
según veo, ya se ha vuelto ahora vuestro lema.
DIRECTOR. Semejante reproche me deja indiferente:
aquel que bien pretende obrar
tiene que usar la mejor herramienta.
Pensad que tendréis que trabajar blanda madera
y mirad bien para quién escribís.
A uno le trae el aburrimiento,
el otro viene harto de la comilona excesiva,
y, lo peor de todo,
es que alguno viene aquí tras leer la prensa.
Aquí se apresuran todos, distraídos, como a un carnaval,
y sólo la curiosidad a sus pasos da alas;
las damas vienen a lucirse y a exhibir sus galas,
y de paso dan gratis su propia comedia.
¿Qué soñáis vos desde vuestra cima de poeta?
¿Os alegra ver la casa tan llena?
¡Contemplad de cerca a vuestros mecenas!
La mitad son fríos y la mitad son zafios.
Uno, tras la función, con echar su partida sueña,
otro con pasar la noche en brazos de una ramera.
¿A qué, pues, pobres locos, tanto atormentar,
y para tan bajo fin, a las musas excelsas?
Os lo digo: dad más, y más, y siempre más,
y de este modo no podréis errar vuestra meta.
Tratad solamente de confundir y enredar a la gente,
pues contentarla es harto difícil tarea…
Mas, ¿qué os ocurre? ¿Sentís deleite o es que os da pena?
EL POETA. ¡Lárgate y ve a buscarte otro siervo!
¿O acaso debe el poeta el supremo derecho,
ese derecho humano que la naturaleza le dio,
sólo por ti tomar a broma sacrílegamente?
¿Con qué conmueve todos los corazones?
¿Con qué vence a los elementos?
¿No es acaso con la armonía que de su pecho brota
y en su corazón vuelve a anudar el mundo?
Cuando la naturaleza la hebra de longitud eterna,
indiferente, hace girar enroscada en el huso,
cuando la masa discordante de todos los seres
resuena estridente y confusa,
¿quién divide ese flujo constante y monótono,
quién le da vida para que discurra con ritmo?
¿Quién llama a lo singular a universal consagración
para que resuene en deliciosos acordes fundido?
¿Quién hace que la tormenta de las pasiones se enfurezca,
que el rojo del atardecer arda en el alma austera?
¿Quién esparce bellas flores de primavera
por el sendero por que la amada pasea?
¿Quién trenza insignificantes hojas verdes
para la corona triunfal que todo mérito premia?
¿Quién sostiene el Olimpo? ¿Quién a los dioses congrega?:
la fuerza del hombre, manifiesta en el poeta.
EL GRACIOSO. Pues, entonces, ¡usad esas bellas fuerzas,
y manejad los asuntos poéticos
como quien aventuras amorosas maneja!
Uno casualmente se acerca, siente algo, se queda,
y poco a poco enredado lo dejan;
va creciendo la dicha, que recibe luego duros ataques,
está uno encantado, mas presto llega el dolor,
y antes de darse uno cuenta, ya se ha hecho una novela.
Pues bien ¡dadnos una función de este tipo!
¡Entrad en la plena vida del hombre a manos llenas!
Todos la viven, mas pocos la conocen,
y será interesante si podéis hacerla vuestra presa.
En cuadros llenos de color y poca claridad,
mucho error y una chispa de verdad,
es donde se fabrica la mejor bebida,
que a todo el mundo edifica y alegra.
Entonces, lo más florido de la juventud se congrega
aguardando la revelación ante vuestra escena,
entonces todo ánimo tierno absorbe
de vuestra obra melancólico pasto,
tan pronto éste, tan pronto aquél, se siente conmovido
y ve cada cual lo que ya en su corazón lleva.
Aún están todos igual de dispuestos a llorar y a reír.
Aún adoran el brío y se deleitan con la mera apariencia,
al que ya es maduro, nada hay que le convenga,
pero el que aún está en camino siempre será agradecido.
EL POETA. ¡Ay! Devolvedme a mí también aquellos tiempos,
en que yo mismo aún estaba en camino,
cuando un manantial repleto de canciones
sin cesar siempre de nuevo manaba,
cuando una niebla el mundo me velaba,
los capullos aún me prometían prodigios,
y yo andaba cortando las mil flores
que todos los valles ricamente colmaban.
No tenía nada y sin embargo me bastaba
el impulso hacia la verdad y la complacencia en el engaño.
Dadme aquellos impulsos indómitos,
aquella honda y dolorosa dicha,
la fuerza del odio, el poder del amor,
¡devolvedme, ay, mi juventud!
EL GRACIOSO. La juventud, mi buen amigo, falta te haría,
si en los campos de batalla los enemigos te acosaran,
si con violencia de tu cuello
un montón de lindas muchachas se colgaran,
si a lo lejos la corona de la rápida carrera
desde la difícil y lejana meta te llamara,
si tras el frenético torbellino de la danza
las noches en francachelas gastaras.
Mas pulsar las cuerdas de la familiar lira,
tañéndola con donaire y con gracia,
y en pos de una meta por vosotros mismos fijada
deslizaros con dulce extravío:
éste, venerables señores, es vuestro deber ahora,
y no por ello os honraremos menos.
La vejez no nos vuelve infantiles, tal como se dice,
sino que nos encuentra aún como verdaderos niños.
DIRECTOR. Ya basta de palabras,
¡ahora quiero por fin ver los hechos!
Mientras andáis intercambiando cumplidos,
pudiera hacerse también algo de provecho.
¿De qué vale tanto hablar de inspiración?
Al que vacila y duda jamás se le aparece.
Puesto que tanto pretendéis ser poetas
¡demostrad que mandáis sobre la poesía!
Ya sabéis lo que aquí necesitamos,
queremos trasegar bebidas fuertes;
¡sin más dilación, hacedlas fermentar!
Lo que no se haga hoy, estará sin hacer mañana,
y ni un día debemos desperdiciar.
La decisión debe agarrar a lo sólo posible
de inmediato y sin temer por los cabellos,
después ya no dejará que se le escape
y seguirá obrando de suyo, tal como debe.
Ya sabéis que en nuestros teatros alemanes
cada uno ensaya lo que le place;
así que no escatiméis en esta hora
ni maquinarias ni tramoyas.
Usad la luz del cielo, la grande y la pequeña,
podéis ser pródigos en el gasto de estrellas;
de agua, fuego o acantilados rocosos,
de animales y pájaros, que sobre de todo;
en nuestro angosto tinglado
desplegad de la Creación el círculo entero,
e id peregrinando, con calculada prisa,
pasando por el mundo, desde el cielo al infierno.[24]