PASEO[147]
[Fausto va de un lado para el otro pensativo. Se le acerca Mefistófeles.]
MEFISTÓFELES.
¡Por todo amor despreciado! ¡Por el elemento del infierno!
¡Querría saber algo peor para maldecir ahora por ello!
FAUSTO. ¿Qué te pasa? ¿Qué tripa se te ha roto?
¡No he visto en la vida una cara como ésa!
MEFISTÓFELES. ¡Me gustaría darme ahora mismo al diablo,
si no fuera porque yo mismo soy uno de ellos!
FAUSTO. ¿Es que se te ha aflojado algún tornillo?
Te cae a medida lo de ponerte así de furioso.
MEFISTÓFELES.
¡A ver! ¡El adorno que conseguí para Margarita,[148]
se lo ha birlado un cura!
En cuanto la madre le puso la vista encima
empezó a sentir un secreto espanto:
esa mujer tiene un olfato muy fino,
tiene la nariz siempre metida en el misal
y es capaz de olerle a cada objeto que ve
si es cosa sagrada o profana;
y en las joyas detectó claramente
que allí no había mucha santidad:
«Hija mía», exclamó, «un bien mal adquirido
turba el alma y consume la sangre.
A la Madre de Dios se lo consagraremos
y nos recompensará con maná del cielo».[149]
La pobre Margarita torció algo el gesto
pensando que era caballo regalado
y que de seguro no era tan impío
quien había tenido la fineza de traerlo.
La madre hizo venir a un cura,
que en cuanto supo de qué iba la broma
se relamió contemplando las joyas.
Les dijo: «¡habéis tenido una idea muy buena!
El que sea capaz de vencerse, ganará.
La iglesia tiene muy buen estómago,
ya se ha tragado países enteros
y hasta ahora nunca se ha indigestado,
pues sólo la Iglesia, señoras mías,
puede digerir los bienes mal ganados».
FAUSTO. Es un uso muy extendido
un judío y un rey hacen lo mismo.
MEFISTÓFELES. Y se embolsó broches, cadenas y anillos,
como si fueran meras baratijas,
sin dar las gracias, ni más ni menos
que si fuera una cesta llena de nueces;
les prometió todos los pagos del cielo,
y ellas se quedaron tan edificadas con eso.
FAUSTO. ¿Y Margarita?
MEFISTÓFELES. Ahora anda inquieta
y no sabe lo que quiere ni lo que tiene;
piensa en los adornos día y noche
y más aún en quien se los pudo traer.
FAUSTO. Siento mucho la pena de mi amada.
¡Consíguele enseguida un nuevo aderezo!
Tampoco era tanta cosa el primero.
MEFISTÓFELES. ¡Sí, claro! ¡Para el señor todo es un juego!
FAUSTO. Y haz todo y guíate en todo conforme a mis deseos;
¡pégate a la vecina!
Sé un demonio de verdad, no de pacotilla,
y trae enseguida un nuevo adorno.
MEFISTÓFELES. Sí, mi señor, con mucho gusto.
[Fausto sale.]
Semejante loco enamorado haría volar
sol, luna y estrellas tan contento
sólo para pasatiempo de su amada.
[Sale.]