UNA CALLE[139]
[Fausto. Margarita, pasando de largo.]
FAUSTO. Mi bella señorita, ¿puedo atreverme
a ofreceros mi brazo y mi compañía?
MARGARITA. Ni soy señorita,[140] ni soy bella
y puedo irme a mi casa sin compañía.
[Se desase de Fausto y se marcha.]
FAUSTO. ¡Por el cielo, qué bella es esa niña!
Nunca vi nada igual.
¡Es tan recatada y virtuosa
a la vez que un punto desdeñosa!
¡El rojo de sus labios, las luz de esas mejillas
no podré olvidarlos en los días de mi vida!
La manera en que bajó sus ojos
se ha grabado en lo más hondo de mi corazón.
¡Y su desaire y brusquedad
han sido el colmo del encanto!
[Entra Mefistófeles.]
FAUSTO. ¡Escucha, tienes que conseguirme a esa chica!
MEFISTÓFELES. Pero ¿cuál dices?
FAUSTO. La que se acaba de marchar.
MEFISTÓFELES. ¿Ésa de ahí? Acaba de estar con su cura
que la ha absuelto de todos sus pecados;[141]
me colé muy pegadito al confesionario,
y es la cosa más inocente del mundo.
¡Si se fue a confesar por nada de nada!
¡Sobre ésa no tengo ningún poder!
FAUSTO. ¡Pues ya debe de pasar de los catorce!
MEFISTÓFELES. Hablas como un don Juan[142]
que quiere para sí toda flor hermosa,
y se cree que no existe ningún honor
ni favor que él no sea capaz de arrancar;
pero resulta que no siempre es posible.
FAUSTO. Mi querido señor Don Sermones,[143]
dejadme ahora en paz con la moral.
Os lo diré breve y claramente:
si ese cuerpo dulce y joven
no reposa esta noche entre mis brazos,
estaremos separados al llegar la medianoche.
MEFISTÓFELES. ¡Pensad en lo que es posible hacer!
Necesito por lo menos catorce días
sólo para hallar la ocasión favorable.
FAUSTO. Si yo tuviera tan sólo siete horas de paz
no necesitaría al demonio
para seducir a una criaturita como ésta.
MEFISTÓFELES. ¡Ya habláis casi como un francés!
Mas, os lo ruego, no os enfadéis:
¿de qué sirve gozar tan deprisa?
El goce no es con mucho tan grande
como cuando primero para arriba y para abajo
empleando todo tipo de artimañas
ablandáis y preparáis bien a la muñequita
tal como enseñan algunos cuentos galos.
FAUSTO. Pues yo tengo apetito también sin eso.
MEFISTÓFELES. Ahora ya sin burlas ni bromas:
os digo que con esa hermosa niña
es imposible andar con prisas.
Si entramos por asalto no conseguiremos nada;
tenemos que resignarnos a la astucia.
FAUSTO. ¡Consígueme alguna prenda de ese ángel!
¡Condúceme al lugar donde reposa!
¡Búscame un pañuelo de su pecho
o una liga para mi deseo amoroso!
MEFISTÓFELES. Para que veáis que quiero ser
útil y servicial a vuestra pena,
no perderemos ni un instante:
os llevaré hoy mismo a su aposento.
FAUSTO. ¿Y la veré? ¿Será ya mía?
MEFISTÓFELES. ¡No!
Estará en casa de su vecina.
Mientras tanto podréis vos a solas
con la esperanza de futuros placeres
deleitaros en el ambiente en que ella respira.
FAUSTO. ¿Podemos ir ya?
MEFISTÓFELES. Todavía es muy pronto.
FAUSTO. Procúrame un regalo para ella.
[Sale.]
MEFISTÓFELES.
¿Ya con regalos? ¡Muy bien! ¡Así sin duda lo conseguirá!
Sé de algún bonito sitio
con algún antiguo tesoro sepultado;
tendré que ir a revisar eso un poco.
[Sale.]