DEDICATORIA[17]
De nuevo asomáis, vaporosas figuras,
que ya pronto antaño a mi turbia vista se mostraran.
¿Trataré esta vez de reteneros?
¿Siento mi corazón aún dispuesto a la antigua locura?
¡Me acorraláis! ¡Sea!, y que vuestro reino se extienda,
pues me invadís saliendo de las sombras y la niebla.
Mi pecho se siente juvenilmente conmovido,
por el hálito mágico que a vuestro rastro rodea.
Traéis con vosotras la imagen de los días dichosos,
y más de una amada sombra vuelve a resurgir.
Igual que una vieja y casi extinta leyenda
a mí retornan el primer amor y la amistad primera;[18]
vuelve otra vez el dolor, se repite el lamento
del laberíntico curso de extravío de la vida,
y nombra a los seres queridos que, de felices horas
de dicha privados, arrebatados me fueran.[19]
Ellas no escucharán los presentes cantos,
las almas para quienes yo los primeros cantara;
que ya se disipó en polvo el amistoso tumulto,
ya se apagó, ¡ay!, el eco primero.
Mi canto[20] resuena para una multitud desconocida
y hasta su aplauso llena mi corazón de congoja
y todo lo que antaño con mi canto se alegraba,
si es que aún vive, disperso por el mundo vaga.
Y a mí me invade una nostalgia largamente olvidada
de aquel reino de los espíritus grave y callado.
Flota ahora en imprecisos tonos
mi susurrante canción, cual arpa eólica.
Un escalofrío me recorre, a las lágrimas siguen más lágrimas,
el severo corazón se ablanda y enternece;
todo cuanto poseo lejos lo veo entre brumas distantes,
todo cuanto desapareció real me aparece en este instante.