MEDIANOCHE[792]
[Entran cuatro mujeres canosas.]
LA PRIMERA. Yo me llamo Escasez.[793]
LA SEGUNDA. Yo me llamo Deuda.[794]
LA TERCERA. Yo me llamo Inquietud.[795]
LA CUARTA. Yo me llamo Pobreza.[796]
LAS TRES. La puerta está cerrada, no podemos entrar.[797]
Ahí dentro vive un rico, no queremos pasar.
ESCASEZ. Ahí dentro me convierto en una sombra.
DEUDA. Ahí dentro me liquidan.[798]
POBREZA. Apartan de mí su rostro, sólo a lo bueno acostumbrado.
INQUIETUD. Vosotras, hermanas mías, ni podéis ni debéis entrar.
Mas se colará dentro la inquietud por el ojo de la cerradura.
[La inquietud desaparece.]
ESCASEZ.
Vosotras, canosas hermanas, alejaos de aquí.
DEUDA. Siempre a tu lado, voy pegada a ti.[799]
POBREZA. Pisándote los talones, te acompaña la pobreza.
LAS TRES. Corren las nubes, desaparecen las estrellas,
¡allá atrás, allá atrás! Desde lejos, de muy lejos
va llegando nuestra hermana,[800] ahí viene… la muerte.
FAUSTO [en su palacio].
Vi llegar a cuatro y sólo se marchan tres.
No llegué a entender lo que estaban diciendo.
Sonaba como si dijeran: pobreza, infausta suerte,[801]
seguido de una lúgubre palabra que rimaba: muerte.
Sonaba a hueco y sordo, la voz de un espectro.
En mi lucha aún no he conquistado la libertad.
¡Si pudiera alejar la magia de mi camino,[802]
si pudiera borrar todo conjuro de mi memoria,
si pudiera estar ante ti, Naturaleza, como un hombre sin más,[803]
entonces sí que valdría la pena ser una persona mortal!
Y eso era yo, antes de empezar a hurgar en lo oscuro,
antes de maldecir con impía palabra a mí y al mundo.
Ahora el aire está tan lleno de esos fantasmas
que nadie sabe cómo es posible evitarlos.
Aun si nos sonríe un día claro y razonable,
la noche nos enreda en su maraña de sueños.
Regresamos contentos del fresco campo
y grazna un pájaro; ¿qué grazna? Mala suerte.
Rodeados tarde y temprano por la superstición:
se adueña de todo, se muestra, da avisos.
Y amedrentados de esta suerte, solos quedamos.
La puerta chirría y nadie entra.
[Alterado.] ¿Hay alguien aquí?
INQUIETUD. La pregunta exige un sí.
FAUSTO. Y tú, ¿quién eres tú, pues?
INQUIETUD. Aquí estoy por fin.
FAUSTO. ¡Márchate!
INQUIETUD. Estoy en el lugar correcto.
FAUSTO [primero furioso y luego calmado, para si].
Andate con cuidado y no pronuncies conjuro mágico alguno.
INQUIETUD.[804]
Aunque ni un oído me oyera
resonar en el corazón debiera.
Bajo una cambiante figura
ejerzo un poder que asusta.
En las olas o en las sendas
angustiosa compañera eterna,
siempre hallada sin ser buscada,
tan maldecida como halagada.
¿Es que nunca te ha asaltado la inquietud?
FAUSTO. Yo sólo me he dedicado a correr el mundo;
he asido por los cabellos cada uno de mis deseos,
lo que no me satisfacía, lo dejaba pasar,
lo que me rehuía, lo dejaba marchar.
Ansiado he tan sólo y tan sólo llevado a cabo,
y otra vez deseado y, así, con fuerza, cual vendaval
mi vida atravesado, que primero fue grande y poderosa,
mas ahora ya es de lento paso y sabia prudencia.
La esfera terrestre me resulta asaz conocida,
y más allá la visión nos está clausurada;
Loco el que hacia allí dirige sus ojos que parpadean,
el que sobre las nubes a un ser semejante inventa.
Que se mantenga firme y contemple lo que le rodea,
pues no está mudo este mundo para el hombre capaz.
¿Para qué andar perdiéndose en las eternidades?
Lo que él conoce, se puede agarrar.
Siga así avanzando a lo largo de su terrenal jornada;
si se le aparecen espíritus, que siga su camino.
En su continuo avance halle dicha y tormento
ese que ni un sólo instante está satisfecho.
INQUIETUD.
Al que alguna vez yo poseo
de nada vale el mundo entero;
eterna oscuridad sobre él se cierne,
el sol ya ni se levanta ni se mete;
si sus sentidos externos parecen perfectos,
las tinieblas moran dentro de su pecho,
y de cuantas riquezas la tierra atesora
no sabe él entrar en posesión gozosa.
Dicha y desdicha son para él locuras,
se muere de hambre en medio de la hartura,
y ya vengan delicias o tormentos,
a otro día aplaza él su advenimiento.
Sólo el futuro le importa,
y por eso la meta nunca logra.
FAUSTO. ¡Basta ya! ¡Así no conseguirás llegarme hasta dentro!
No quiero escuchar todas esas necedades.
¡Márchate! ¡Esa letanía de tres al cuarto
podría confundir hasta al hombre más sensato!
INQUIETUD.
¿Debe irse? ¿Debe venir?
No sabe qué decidir.
En medio del camino trillado
duda y sólo da medios pasos.
Se pierde cada vez más hondo,
cada vez más torcido lo ve todo.
Es para él y los demás un lastre:
resollando y casi ahogándose,
ni del todo se ahoga ni tiene vida,
ni se desespera ni se resigna.
Ese ir rodando imparable,
la renuncia que duele, el deber detestable,
la liberación y la opresión que se alternan,
el comer mal y el dormir apenas,
le van dejando clavado en su sitio
y son del infierno el principio.
FAUSTO. ¡Malditos espectros! Así es como tratáis
mil veces al linaje humano.
Hasta los días más indiferentes los transformáis
en un odioso revoltijo de enredados tormentos.
Bien sé que es difícil librarse de los demonios,
que no hay quien rompa el estrecho lazo de los espíritus;
mas tu poder, ¡oh inquietud!, que se extiende sin notarlo,
¡ése no pienso aceptarlo!
INQUIETUD.
¡Experiméntalo ahora que aprisa
de ti me separo maldiciéndote!
Los hombres son ciegos a lo largo de toda su vida;
ahora, Fausto, sé también tú ciego al final de la misma.
[Le sopla en la cara.]
FAUSTO [cegado].
La noche parece penetrar más y más hondo,
pero brilla en mi interior una luz clara;[805]
lo que concebí, voy presto a ejecutarlo;
sólo tiene autoridad la voz del amo.
¡Levantaos, sirvientes! ¡Uno tras otro!
¡Mostradme felizmente lo que audaz imaginé!
¡Empuñad las herramientas, coged pala y laya!
Debe realizarse cuanto antes lo trazado.
Al orden riguroso y la diligencia presta
siguen la más hermosa recompensa.
Para dar fin a la más grande empresa,
basta para mil manos una sola cabeza.