NOCHE DE WALPURGIS[179]
[Montañas del Harz.[180] La comarca de Schierke y Elend.[181] Fausto. Mefistófeles.]
MEFISTÓFELES.
¿No te apetece el palo de una escoba?
Yo querría tener el cabrón más vigoroso.
A este paso aún estamos lejos de la meta.
FAUSTO.
Mientras me siga sintiendo firme sobre mis piernas,
me basta este bastón nudoso.
¿De qué sirve abreviar el camino?
Colarse por el laberinto de los valles,
después escalar esas peñas
de las que eterno cae el manantial espumoso:
he ahí el placer que sazona estos senderos.
La primavera en los abedules flota
y hasta el mismo pino ya la nota;
¿y no iba a influir también en nuestros miembros?
MEFISTÓFELES. ¡La verdad es que no siento nada de eso!
Yo me siento invernal en el cuerpo,
desearía nieve y escarcha en mi camino.
¡Qué triste se alza el imperfecto disco
de la roja luna con su fuego tardío,
y qué mal ilumina, que a cada paso
nos chocamos contra un árbol o una peña!
¡Permite que un fuego fatuo solicite!
Justo allí veo uno que brilla alegremente.
¡Eh! ¡Amigo! ¿Te puedo pedir que te acerques?
¿Para qué quieres arder en vano?
Sé amable y alúmbranos hasta allá arriba.
FUEGO FATUO. Por respeto espero conseguir
dominar mi natural ligero.
Nuestra marcha sólo va en zigzag de ordinario.
MEFISTÓFELES. ¡Uy! ¡Uy! Éste se cree que imita a los hombres.
¡Anda derecho, en nombre del demonio,
o soplo y apago la llama de tu vida!
FUEGO FATUO. Ya veo que sois el amo de la casa[182]
así que de buen grado a Vos me acomodo.
¡Mas pensad! La montaña está hoy llena de embrujos
y si un fuego fatuo ha de mostraros el camino
no debéis mostraros tan estricto.
FAUSTO, MEFISTÓFELES y EL FUEGO FATUO [alternándose para cantar].[183]
Del sueño y magia en la esfera
parece estamos metidos;
guía con honra y destreza
para andar pronto el camino
a las regiones desiertas.
Un árbol y otro árbol pasa,
ved qué veloces desfilan
y las peñas que se inclinan
y la nariz de esa roca
que ronca, resuella y sopla.
Por entre piedras y prados
bajan ríos y torrentes.
¿Murmuran? ¿O canta gente?
¿Son quejas sentimentales,
voz de días celestiales?
¡Cuanto amamos y esperamos
lanza el eco que escuchamos
cual leyenda del pasado!
¡Uhu! ¡Shuhu!, se oye cerca.
¿Lechuza, grajo, avefría,
en vela están todavía?
¿Salamandras en las matas,
gordas y con largas patas?
¡Y raíces cual serpientes
enroscadas en la arena
formando lazo y cadena
para atraparnos sin pena!
Sus rudos y vivos nudos
sacan pólipos ganchudos
contra el viajero. Y ratones
de colores y a montones
corren por musgos y flores.
Las luciérnagas volantes
formando tupido enjambre
nos dan un séquito errante.
Mas decid si ya paramos
¿o es mejor que prosigamos?
Todo da vueltas, virajes,
árbol, roca hacen visajes,
fuegos fatuos por millares
brotan y se hacen gigantes.
MEFISTÓFELES. ¡Agárrate fuerte a mi capa!
Hay aquí una mediana cumbre
desde donde con asombro se contempla
cómo fulge Mammón[184] en la montaña.
FAUSTO. ¡Cuán extraño luce entre las simas
un tenue y rojizo resplandor matinal!
Que hasta en las profundas gargantas
del abismo penetra y se cuela.
Sube de allí neblina, brotan de allá vapores,
brilla acá un fuego entre humos y negras gasas
que se desliza luego como un frágil hilo
y finalmente irrumpe como un manantial.
Por aquí serpentea durante un largo trecho
extendiendo sus cien arterias por el valle
y allí en la angosta esquina apretada
se aísla y recoge de una vez por todas.
En las cercanías saltan chispas
como dorada arena que se esparce.
Mas ¡mira cómo en toda su altura
se inflama la pared de rocas!
MEFISTÓFELES. ¿Verdad que para esta fiesta ilumina
el señor Mammón espléndidamente su palacio?
Una suerte que lo hayas visto;
ya oigo a los tempestuosos invitados.
FAUSTO. ¡Qué furiosa sopla la borrasca en el aire!
¡Con qué golpes me azota en la nuca!
MEFISTÓFELES. Aférrate a los viejos salientes de la roca
o te tirará al fondo de estas gargantas.
Una niebla hace más densa la noche.
¡Escucha cómo cruje el bosque!
Espantadas alzan el vuelo las lechuzas.
¡Oye cómo saltan en pedazos las columnas
de estos palacios eternamente verdes!
¡Oye el gemir y quebrar de las ramas!
¡El bramido potente de los troncos!
¡El chasquido de las raíces bostezando![185]
En la espantosa confusión de la caída
chocan y rómpense todos unos a otros
y por entre las simas llenas de ruinas
silban y aúllan los vientos.
¿Oyes voces en la altura?
¿A lo lejos, en las cercanías?
¡Es que ya la montaña entera
un furioso canto mágico recorre!
BRUJAS [cantando a coro][186].
VOZ.
La vieja Baubo[190] viene allí sola
a lomos de una marrana gorda.
CORO.
Honrad pues a quien a honrar invita.
Señora Baubo abrid vos la fila:
con un buen cerdo y la madre encima
os sigue toda la comitiva.
VOZ. ¿Por qué camino has venido?
VOZ. ¡Anda, vete al infierno!
¿Por qué cabalgas tan deprisa?
VOZ. A mí me ha desollado.
¡Mirad, mirad qué heridas!
BRUJAS A CORO.
Ancho el camino, la senda larga.
¿Qué apremio, qué locura os embarga?
Pincha la horca, la escoba araña,
se asfixia el niño, la madre estalla.
LOS BRUJOS. MEDIO CORO.
Cual caracoles nos arrastramos,
las mujeres se han adelantado,
pues si es para ir a casa del Malo
sacan a todos más de mil pasos.
EL OTRO MEDIO CORO.
No es cosa para tomarse a pecho,
pues si las mujeres dan mil pasos,
por mucho que corran con esmero,
las pasa el hombre de un solo salto.
VOZ [arriba]. ¡Venid, venid aquí, los de Felsensee!
VOCES [de abajo]. ¡Ya nos gustaría estar también en esa altura.
Nos lavamos y estamos limpias del todo;
pero también eternamente estériles.[192]
AMBOS COROS.
Calla el viento, se aleja la estrella
la turbia luna a gusto se vela
y el zumbido del mágico coro
chispas echa alumbrándolo todo.
VOZ [de abajo]. ¡Alto! ¡Alto!
VOZ [arriba]. ¿Quién llama desde la falla de la roca?
VOZ [de abajo]. ¡Llevadme con vosotros! ¡Llevadme!
Ya llevo trepando trescientos años
y no consigo alcanzar la cumbre.
Pero me gustaría estar entre los míos.
AMBOS COROS.
Sostienen la escoba y el bastón,
sostienen la horca y el cabrón.
Quien no pudiera alzarse hoy aquí
hombre es perdido, sin porvenir.
UNA MEDIOBRUJA [abajo]. Llevo trotando en pos tanto tiempo.
¡Y qué lejos están ya los otros!
En casa no hallo reposo alguno
y aquí tampoco voy a llegar.
CORO DE BRUJAS.
El ungüento a las brujas alegra,[193]
un trapo puede servir de vela,
un buen barco sale de una artesa,
ya no volará quien hoy no vuela.
AMBOS COROS.
Cuando hayamos pasado la cima,
descended ya directos al suelo
y cubridme los campos y simas
con vuestra multitud de hechiceros.
[Bajan al suelo.]
MEFISTÓFELES.
¡Cómo se amontonan y chocan, resbalan y atruenan!
¡Todo silba, hay torbellinos, todo empuja y parlotea!
¡Todo luce y echa chispas, todo hiede y quema!
¡Es el verdadero elemento de las brujas!
¡Sobre todo, no me sueltes, pues nos separarían!
¿Donde estás?
FAUSTO [a lo lejos]. ¡Aquí!
MEFISTÓFELES.¿Cómo? ¿Ya te han arrastrado hasta ahí?
Tendré que usar mis derechos como señor de la casa.
¡Sitio! Que llega el caballero Voland.[194] ¡Paso! ¡Querida plebe, paso!
¡Aquí estoy, doctor, agárrate! Y ahora, de un plumazo
escapemos del barullo;
Hay demasiado follón, incluso para uno como yo.
Ahí cerca veo brillar algo con un extraño fulgor.
Algo me atrae hacia esos matorrales.
¡Ven, ven! Nos escurriremos ahí adentro.
FAUSTO.
¡Espíritu de la contradicción! ¡Vamos! Condúceme a donde gustes.
Ya veo lo bien planeado que estaba todo esto:
caminar hasta el Brocken la noche de Walpurgis
para aislarnos luego aquí mismo bien a gusto.
MEFISTÓFELES. Anda, ¡mira qué llamas de colores!
¡Qué club más animado está aquí reunido!
Estando entre pocos no se encuentra uno solo.
FAUSTO. ¡Pero es que preferiría estar ahí arriba![195]
Ya estoy viendo fuego y espirales de humo.
El gentío se precipita hacia el Maligno;
seguro que se desvela más de un enigma.
MEFISTÓFELES. Y seguro que se anudan también otros cuantos.
Deja que el gran mundo arme jaleo,
nosotros nos quedaremos aquí en sosiego.
Ya hace tiempo que es cuestión sabida
que en el gran mundo se hacen pequeños mundos.
Allí veo a las jóvenes brujas ir del todo desnudas
mientras las viejas se cubren con prudencia.
Sé amable, sólo por darme gusto:
cuesta bien poco y el placer es grande.
¡Oigo sonar unos instrumentos!
¡Maldito estrépito! Hay que acostumbrarse a ello.
¡Ven conmigo! ¡Venga! No queda más remedio,
salgo a escena y te presento
y otro favor me quedas debiendo.
¿Qué te parece, amigo? El sitio no es pequeño.
¡Mira hasta allá lejos! Apenas se ve el final.
Más de cien fogatas arden en fila;
unos bailan, otros charlan, se guisa y se bebe y otros se aman;
y, ahora, dime: ¿dónde habrá algo mejor?
FAUSTO. Y, ahora, para poder introducirnos en el corro,
¿no te importará presentarte como brujo o demonio?
MEFISTÓFELES.
Verdad es que estoy muy acostumbrado a ir de incógnito,
pero los días de gala también gusta uno de lucir sus medallas.
Una jarretera[196] a mí no me distingue,
pero la pezuña equina hace honor a esta casa.
¿Ves aquel caracol? Viene hacia aquí arrastrándose;
con esa vista que va tanteando
ya me ha olido a mí algo.
Aunque quisiera, aquí no puedo negar quién soy.
¡Hale, vamos! Vayamos de hoguera en hoguera;
yo haré de Celestino y tú de galán.
[A unos que están sentados en torno a unas brasas expirantes:]
Dignos ancianos, ¿qué hacéis aquí en este extremo?
Os aplaudiría si os hallara tan ricamente en el medio,
rodeados de la animación y el juvenil alboroto:
que ya bastante solo está cada cual en su casa.
EL GENERAL. ¿Quién se puede fiar de las naciones?
¡Después de todo lo que ha hecho uno por ellas!
Pero entre el pueblo, como entre las mujeres,
es la juventud la que siempre se lleva la palma.
EL MINISTRO. Ahora estamos demasiado lejos de lo justo.
Yo pondero mucho a estos buenos viejos,
pues, desde luego, cuando nosotros mandábamos
reinó la auténtica edad dorada.
UN ADVENEDIZO.[197] La verdad es que no teníamos nada de tontos,
e hicimos muchas veces lo que no debíamos;
pero ahora se ha puesto todo patas arriba
justo cuando queríamos afirmar lo que había.
EL AUTOR. Hoy día ya no hay quien lea un texto
con un contenido medianamente pasable.
Y por lo que toca a nuestros queridos jóvenes,
nunca se ha visto nada más petulante.
MEFISTÓFELES [que de pronto parece muy viejo].
Para el Juicio Final veo ya al pueblo maduro,
esta postrera vez que subo a la brujeril montaña
y pues de mi tonelillo mana turbio el vino,
será que el mundo se acerca a su final.
BRUJA BUHONERA. ¡Señores, no pasen de largo!
¡No dejen escapar la ocasión!
Miren con atención mi mercancía,
llevo cosas de todas las clases.
Y además no hay nada en mi puesto,
que no se parece a ningún otro en la tierra,
que no haya provocado al menos un día
graves daños al hombre y al mundo.
No hay puñal del que no haya goteado sangre,
no hay cáliz del que en un cuerpo perfectamente sano
un veneno ardiente y devorador no haya manado,
no hay joya que a alguna hermosa mujer no haya
seducido, ninguna espada que una alianza no haya roto,
o por la espalda al adversario haya atravesado.
MEFISTÓFELES.
¡Señora tía! Mal me parece que entendéis los tiempos.
¡A lo hecho, pecho! Y lo pasado, pasado está.
Dedicaos más bien a las novedades.
Sólo las novedades nos atraen.
FAUSTO. ¡Espero no perder el control!
¡A esto sí que lo llamo yo una feria!
MEFISTÓFELES. Todo este remolino tira hacia arriba;
uno cree empujar y se ve empujado.
FAUSTO. ¿Quién es ésa?
MEFISTÓFELES.¡Mírala con atención!
Es Lilith.
FAUSTO. ¿Quién?
MEFISTÓFELES.La primera mujer de Adán.[198]
Guárdate de sus hermosos cabellos,
la única gala que ella ostenta,
pues cuando atrapa con ellos a un joven
no lo vuelve a soltar tan fácilmente.
FAUSTO. Ahí hay dos sentadas, una vieja y una joven;
ya han saltado y brincado de lo lindo.
MEFISTÓFELES. Es que hoy no hay ningún reposo.
¡Empieza una nueva danza, ven, anda! Que las agarramos.
FAUSTO [bailando con la joven][199].
Tuve una vez un buen sueño
vi en él un árbol muy bello
que lucía dos manzanas;
y a él trepé pues me tentaban.
LA BELLA.
Siempre os tentó la manzana,
desde tiempos del Edén;
la alegría a mí me embarga,
crece en mi jardín también.
MEFISTÓFELES [con la vieja].
Tuve una vez un mal sueño,
vi en él un árbol partido,
lucía enorme agujero,
pero me gustó lo mismo.
LA VIEJA.
Gustosa menda os saluda,
señor con pezuña y cola;
si el gran hoyo no os asusta
metedle el tapón ahora.
PROCTOFANTASMISTA.[200]
¡Maldita chusma! ¿Qué os habéis creído?
¿No se os ha advertido hace tiempo
que un espíritu no va sobre pies ordinarios?
Y ahora bailáis igual que nosotros los humanos.
LA BELLA [danzando]. ¿Qué pinta éste en nuestro baile?
FAUSTO [bailando]. ¡Uy! Éste se mete en todas partes.
Lo que otros bailan él tiene que juzgarlo.
Y si no puede comentar cada paso
es como si el paso no se hubiera dado.
Lo que más le enoja es que vayamos avanzando.
Si al menos os movierais en círculos
tal como él hace en su viejo molino[201]
todavía podría parecerle pasable;
sobre todo si le pidierais permiso.
PROCTOFANTASMISTA.
¿Todavía estáis ahí? ¡No, esto es inaudito!
¡Digo que desaparezcáis! ¡Ya bastante hemos ilustrado![202]
Pero esta ralea diabólica no se anda con reglas,
con lo sabios que somos y andan fantasmas en Tegel.
¡Cuánto no habré tratado de barrer esa locura!
Pero no hay quien la limpie; ¡es inaudito!
LA BELLA. ¡Deja ya de darnos la lata!
PROCTOFANTASMISTA. Espíritus, a la cara os lo digo:
No toleraré el despotismo de los espíritus;[203]
mi espíritu no puede ejercerlo.
[Se sigue bailando.]
Hoy, ya lo veo, nada me sale bien;
pero siempre llevo un Viaje[204] conmigo
y confío, antes de dar mi último paso,
en dominar a los diablos y los poetas.
MEFISTÓFELES. Ahora mismo va a sentarse en un charco,
pues ésa es la manera en que se alivia,
y cuando las sanguijuelas[205] se deleiten en su trasero
quedará curado de los espíritus y de espíritu.
[A Fausto que ha abandonado la danza.]
¿Cómo te dejas ir a la bella muchacha
que te cantaba tan tiernamente en el baile?
FAUSTO. ¡Ay! ¡Es que en medio de su canto
le saltó un ratoncito rojo de la boca!
MEFISTÓFELES.
¡Pues mira qué bien! No hay que darle tanta importancia.
Basta con que el ratón no fuera gris.
¿Quién se fija en eso en medio del idilio?
FAUSTO. Y después vi…
MEFISTÓFELES.¿Qué cosa?
FAUSTO. Mefisto, ¿no ves allí
a una pálida y hermosa niña que está sola y apartada?
Se arrastra lentamente hacia otro lugar
y es como si caminara con los pies encadenados.
Tengo que confesar que a mí me parece
que se asemeja a la buena Margarita.
MEFISTÓFELES.
¡Déjalo estar! Que eso a nadie le trae nada bueno.
Es una visión mágica, sin vida, una sombra.
Toparse con ella no es cosa buena:
su fija mirada biela la sangre del hombre
y casi lo convierte en piedra;
ya habrás oído hablar de Medusa.[206]
FAUSTO. Es verdad, son los ojos de una muerta
que ninguna mano amorosa cerró.
Ése es el pecho que Margarita me regaló,
ése es el dulce cuerpo que gocé yo.
MEFISTÓFELES.
¡Qué fácil es seducirte! ¡Ése es el truco!
Cada uno la toma por su propia amada.
FAUSTO. ¡Qué delicia! ¡Qué tormento!
No me puedo apartar de esa mirada.
¡Qué extraño que a ese hermoso cuello
sólo lo adorne una roja gargantilla
no más ancha que el filo de una cuchilla![207]
MEFISTÓFELES. ¡Es cierto! Yo también lo veo,
y también puede llevar la cabeza bajo el brazo
porque Perseo se la ha cortado.
¡Qué manía de complacerse en la ilusión!
Anda, ven, acércate a esa pequeña colina,
hay tanta diversión como en el Prater;[208]
y si no es que me han engañado
hasta creo que veo allí un teatro.
¿Qué es lo que ponen?
SERVIBILIS.[209] Ahora mismo comienzan de nuevo.
Es una nueva pieza, la última de siete.
Es aquí costumbre dar tantas obras.
La ha escrito un diletante[210]
y son también diletantes los que la representan.
Señores, permitid que me eclipse,
mi diletante afición es subir el telón.
MEFISTÓFELES. Encontraros aquí en el Blocksberg
me parece muy bien, pues éste es vuestro sitio.