COCINA DE LA BRUJA[125]
[Sobre un fogón bajo se alza un enorme caldero sobre el fuego. Entre el vapor que se alza hacia el techo se distinguen varias figuras. Una mona macaca está sentada junto al caldero espumando el líquido y cuidando de que no se sobre. El mono macaco macho y los monitos están también sentados cerca de allí calentándose. Las paredes y el techo están adornados con los más extraños utensilios de brujería.]
[Fausto. Mefistófeles.]
FAUSTO. Me repugna toda esta necia brujería.
¿Y me prometes que voy a curarme
en medio de este caos de locura?
¿Acaso necesito el consejo de una vieja?
¿Y podrá ese inmundo brebaje
quitarme treinta años de encima?
¡Pobre de mí, si no sabes nada mejor!
Ya se ha desvanecido mi esperanza.
¿La naturaleza o algún noble espíritu
no habrán inventado ningún bálsamo aún?
MEFISTÓFELES. Amigo, ¡de nuevo hablas sabiamente!
Para rejuvenecerte hay también un medio natural;
sólo que se encuentra en otro libro
y compone un capítulo muy curioso.
FAUSTO. Quiero saberlo.
MEFISTÓFELES. ¡Bien! Un medio sin necesitar
dinero, ni médico ni brujería:
sal de inmediato al campo abierto
empieza a cavar y a remover la tierra,
consérvate y conserva tus sentidos
dentro de un círculo bien limitado;
aliméntate con sustancias puras,
vive con el ganado como ganado
y no estimes que es delito
abonar tú mismo el campo que siegas;
¡Éste es el mejor medio, créeme,
para estar joven hasta los ochenta!
FAUSTO.
No estoy hecho a eso, no me siento capaz de resignarme
a coger en mano el azadón.
La vida de estrechez no va nada conmigo.
MEFISTÓFELES. Entonces tiene que intervenir la bruja.
FAUSTO. Pero ¿por qué precisamente la vieja?
¿Es que no puedes preparar tú mismo el brebaje?
MEFISTÓFELES. ¡Menudo pasatiempo más bonito!
Antes preferiría construir mil puentes.[126]
No se requieren sólo arte y ciencia,
también tiene que haber mucha paciencia.
Un espíritu tranquilo está ocupado varios años;
tan sólo el tiempo le da fuerza al delicado fermento.
Y todo lo que se precisa para hacerlo,
son montones de cosas extrañas en extremo.
Y aunque, sin duda, el diablo a ella se las ha enseñado,
resulta que el diablo no puede fabricarlo.
[Mirando a los animales.]
¡Mira! ¡Qué familia tan graciosa!
¡Ésta es la sirvienta! ¡Y ése el criado!
[Dirigiéndose a los animales.]
¿Parece que la señora no está en casa?
LOS ANIMALES.
Al aquelarre marchó
por la chimenea salió
y ya más no se la vio.
MEFISTÓFELES. ¿Cuánto tiempo acostumbra a andar de festejo?
LOS ANIMALES. Lo que tardamos en calentarnos las patas.
MEFISTÓFELES [a Fausto]. ¿Qué te parecen estos animales tan graciosos?
FAUSTO. De lo más insulso que he visto nunca.
MEFISTÓFELES. ¡Quita! Conversaciones como ésta
son justo las que a mí más me gustan.
[A los animales.] Decidme, condenados monigotes,
¿qué andáis revolviendo en esa papilla?
LOS ANIMALES. Preparamos sopas aguadas para pobres.[127]
MEFISTÓFELES. Entonces tendréis éxito de público.
EL MONO [acercándose y halagando a Mefistófeles].
¡Ay, tira los dados
hazme afortunado,
déjame ganar!
Anda mal la cosa,
si mi oro rebosa,
soy listo a rabiar.
MEFISTÓFELES. ¡Qué felices el mono se las prometería,
si pudiera apostar en la lotería[128]!
[Mientras tanto los monitos juegan con una gruesa bola que hacen rodar.]
EL MONO.
Así es el mundo
anda dando tumbos
rueda sin cesar.
Suena cual cristal,
si rompe es normal,
hueco debe estar.
Aquí mucho brilla,
allá es maravilla,
¡puedo aún respirar!
Hijo mío querido,
sal, si tienes tino:
tu sino es la muerte:
es barro cocido,
quebrarse es su suerte.
MEFISTÓFELES. ¿Para qué sirve esa criba?
EL MONO [descolgándola]. Si fueras un ladrón,
a través de la criba enseguida te conocería.[129]
[Corre hacia la mona y la hace mirar a través.]
Mira por la criba,
el ladrón te mira
¿y no puedes nombrarlo?
MEFISTÓFELES [acercándose al fuego]. ¿Y este caldero?
EL MONO Y LA MONA.
¡Vaya tío simplote,
no conoce el pote
do se hace el guisote!
MEFISTÓFELES. ¡Qué bicho más grosero!
EL MONO.
¡Coge este soplillo
y siéntate en el sillón!
[Obliga a Mefistófeles a sentarse.]
FAUSTO [que durante este tiempo se ha quedado de pie delante de un espejo, tan pronto acercándose a él como alejándose].
¿Qué veo? ¿Qué celestial imagen
se muestra en este encantado espejo?
¡Ah, dame tus alas más veloces, amor,
y condúceme a la región que ella habita!
¡Ay, si no me quedo en este sitio,
si me atrevo a acercarme un poco,
entre nieblas puedo divisarla tan sólo!
¡La más bella imagen de mujer!
¿Es posible? ¿Tan bella es la mujer?
¿Acaso en ese cuerpo ahí expuesto
debo ver la suma de todos los cielos?
¿Existe algo así sobre la tierra?
MEFISTÓFELES.
Por supuesto: si un Dios se toma seis días de molestias
y al final él mismo dice ¡Bravo!,
tiene que salirle algo decente.
Por ahora sáciate de contemplarla,
ya te encontraré yo un tesoro semejante
y dichoso el que tenga el buen destino
de llevarla a casa en calidad de prometido.
[Fausto sigue mirando el espejo. Mefistófeles se repantinga bien en el sillón y jugando con el soplillo en la mano continúa charlando.]
Aquí estoy sentado como el rey en su trono;
el cetro ya lo tengo, sólo me falta la corona.
LOS ANIMALES [que hasta ese momento han estado todos revueltos haciendo toda clase de extravagantes movimientos, le traen a Mefistófeles una corona en medio de grandes chillidos].
[Van torpemente con la corona de aquí para allá y la rompen en dos pedazos, con los que saltan de un lado a otro.]
Ya está todo arreglado,
ya vemos y ya hablamos,
oímos y rimamos.
FAUSTO [vuelto hacia el espejo]. ¡Ay de mí! ¡Me estoy volviendo loco!
MEFISTÓFELES [señalando a los animales].
Y a mí ya casi me está empezando a dar vueltas la cabeza.
LOS ANIMALES.
FAUSTO [como antes]. ¡Empieza a arderme el pecho!
¡Marchémonos cuanto antes de aquí!
MEFISTÓFELES [en la misma postura de antes].
¡Bueno, por lo menos hay que reconocer
que son unos poetas muy sinceros!
[El caldero, al que la mona ha dejado de prestar atención mientras tanto, empieza a desbordarse; sale una enorme llama que asciende por la chimenea. La bruja baja en medio de la llama con horribles gritos.]
LA BRUJA. ¡Ay, ay, ay, ay!
¡Maldito bicho! ¡Maldita puerca!
¡Descuidas la olla, a tu ama tuestas!
¡Maldito animal!
[Fijándose en Fausto y Mefistófeles.]
¿Qué pasa aquí?
¿Quién anda ahí?
¿Qué vais buscando
por casa entrando?
¡Llamas y fuegos
en vuestros huesos!
[Mete la espumadera en el caldero y le arroja llamas a Fausto, Mefistófeles y los animales. Los animales lloriquean.]
MEFISTÓFELES [retuerce el soplillo que sostiene en la mano y golpea con él vasos y ollas].
¡Añicos, añicos!,
se salen los guisos,
se rompe el cristal,
la broma es fatal.
Es tan sólo el son
para tu canción.
[Y mientras, la bruja retrocede llena de rabia y de espanto.]
¿No me conoces? ¡Saco de huesos! ¡Espantajo!
¿No conoces a tu maestro y señor?
¿Qué me impide liarme a golpes contigo
y machacarte a ti y a tus fantasmas de mono?
¿No te inspira más respeto el jubón rojo?
¿No reconoces la pluma de gallo?
¿Es que te he ocultado mi rostro?
¿O tendré que nombrarme yo mismo?
LA BRUJA. ¡Ah, señor, perdonad mi torpe saludo!
Es que no veo ninguna pezuña de caballo.[132]
¿Y dónde dejasteis a vuestros dos cuervos[133]?
MEFISTÓFELES. Por esta vez, te libras así;
pues la verdad es que hace ya tiempo
que no nos hemos visto tú y yo.
La cultura que barniza al mundo entero
se ha extendido también hasta el diablo;
al antiguo fantasma nórdico[134] ya no se le puede ver:
¿dónde ves tú cuernos, garras o rabo?
En cuanto a la pezuña, de la que no puedo prescindir,
me perjudicaría mucho ante la gente,
así que, como tantos jovencitos, utilizo
desde hace años pantorrillas postizas.
LA BRUJA [danzando]. Pierdo la cabeza, pierdo casi el sentido,
al volver a ver al caballero Satanás.
MEFISTÓFELES. Ese nombre no lo consiento, mujer.
LA BRUJA. ¿Por qué? ¿Qué os ha hecho?
MEFISTÓFELES. Hace tiempo que en el libro de fábulas consta por escrito:
pero los hombres no han ganado nada con eso,
se libraron del Malo, mas los malos se han quedado.
Me llamarás Señor Barón, así irá bien la cosa;
soy un caballero como tantos caballeros.
No dudes de la nobleza de mi sangre;
mira aquí, ¡éste es el blasón que ostento!
[Hace un ademán obsceno.]
LA BRUJA [riendo sin mesura]. ¡Ja, ja, ja! ¡Eso sí que es muy vuestro!
¡Sois un bribón, como siempre lo fuisteis!
MEFISTÓFELES [a Fausto]. ¡Amigo, aprende bien esto!
Ésta es la manera de tratar con brujas.
LA BRUJA. Y ahora, decidme, señores: ¿qué se os ofrece?
MEFISTÓFELES. ¡Un buen vaso del licor que tú sabes!
Pero te pido que sea del más añejo:
los años doblan su potencia.
LA BRUJA. ¡Con mucho gusto! Aquí tengo una botella
de la que yo misma a veces saboreo un trago
y que ya no apesta ni siquiera un poquito;
os ofreceré con gusto un vasito.
[En voz baja.]
Mas si este hombre lo bebe sin prepararse
bien sabéis que no podrá vivir ni una hora.
MEFISTÓFELES. Es un buen amigo, al que le sentará bien;
me place brindarle lo mejor de tu cocina.
¡Pinta tu círculo, pronuncia tus conjuros
y dale una taza bien llena!
[La bruja con ademanes raros, traza un círculo y coloca en su interior varias cosas extrañas; mientras, los vasos comienzan a tintinear y el caldero a resonar y juntos hacen música. Finalmente, trae un gran libro, mete a los monos en el círculo, para que le sirvan de atril y le sostengan la antorcha, y le hace señas a Fausto de que se acerque a ella.]
FAUSTO [a Mefistófeles].
¡No, escucha! ¿En qué va a parar todo esto?
Todas esas cosas raras, los gestos delirantes,
el más burdo de los engaños,
todo eso lo conozco y lo detesto.
MEFISTÓFELES. ¡Bah, tonterías! Es sólo para reír.
¡Anda, y no seas tan severo!
Ella, como el médico, tiene que soltar sus sortilegios
para que el licor te haga buen provecho.
[Obliga a Fausto a entrar en el círculo.]
LA BRUJA [con marcado énfasis comienza a declamar lo que lee en el libro].
Cocina de la bruja
Tienes que entender,
si de uno haces diez,
pasa el dos la vez,
sacas pronto un tres,
ya rico te ves.
Pierda luego el cuatro,
al cinco y seis puja,
lo dice la bruja,
saldrán siete y ocho,
listo está el embrollo.
Y ya el nueve es uno
y diez no es ninguno.
Ésta es de las brujas la tabla del uno.
FAUSTO. Para mí que la vieja delira.
MEFISTÓFELES. Pues eso no es todo, ni con mucho.
Yo lo conozco bien y así es todo el libro;
He perdido bastante tiempo con él,
pues es una completa contradicción
tan enigmática para sabios como para necios.
Amigo, el arte es viejo y nuevo.
Ya se estiló siempre, en toda época,
por medio de tres y uno, y uno y tres,[135]
difundir el error en lugar de la verdad.
Así se parlotea y enseña impunemente,
¿quién va a querer habérselas con locos?
Normalmente cree el hombre, sólo por oír palabras,
que tienen que encerrar algo que pensar.
LA BRUJA [continúa].
El alto poder
de ciencia y saber,
al mundo velado.
Y al que nada piensa
se le recompensa:
le va regalado.
FAUSTO. ¿Qué disparate nos está diciendo?
Creo que me va a estallar la cabeza.
Siento como si oyera a todo un coro
de cien mil locos hablar a la vez.
MEFISTÓFELES. ¡Basta, basta, excelente sibila!
Trae acá tu bebida y llena
pronto la copa hasta el borde,
que a mi amigo el brebaje no le hará daño:
es un hombre de muchos grados[136]
y que ya ha bebido más de un trago.
[La bruja, con muchas ceremonias, sirve la bebida en una copa: cuando Fausto se la lleva a la boca brota una pequeña llama.]
¡Animo, bebe sin miedo! ¡Apura!
Verás cómo enseguida se te alegra el corazón.
Te tratas con el diablo de tú a tú
¿y una llama te asusta?
[La bruja abre el círculo. Fausto sale.]
¡Y ahora, rápido, afuera! No debes reposar.
LA BRUJA. ¡Ojalá os siente bien el traguito!
MEFISTÓFELES [a la bruja].
Si por mi parte te puedo hacer algún favor,
no tendrás más que decírmelo en Walpurgis.[137]
LA BRUJA. ¡Tomad esta canción! Si la cantáis de cuando en cuando
notaréis efectos singulares.
MEFISTÓFELES [a Fausto].
Ven rápido y deja que te guíe:
es necesario que transpires
para que te entre el vigor por dentro y por fuera.
Después te enseñaré a valorar el noble ocio
y pronto sentirás con íntimo deleite
cómo se agita Cupido y salta y se mueve.
FAUSTO. ¡Déjame tan sólo mirar otra vez deprisa el espejo!
¡Aquella imagen de mujer era tan bella!
MEFISTÓFELES. ¡No! ¡No! Al modelo de todas las mujeres
pronto verás en persona ante ti.
[En voz baja.] Con este filtro en el cuerpo
pronto verás a Helena en toda mujer.[138]