BAHÍAS ROCOSAS DEL MAR EGEO[526]
[La luna permanece inmóvil en el cénit.]
SIRENAS [tendidas sobre las rocas, tañendo flautas y cantando].
Si antaño, en noche de espanto,
las hechiceras tesalias
sacrílegas te bajaron,
ves hoy calma desde el arco
nocturno la onda tremante,
dulce bullicio brillante,
y el remolino iluminas
que entre las ondas se agita.
Siempre a tu servicio estamos,
bella Luna, en ti fiamos.
NEREIDAS[527] Y TRITONES[528] [en forma de monstruos marinos].
Cantad con fuertes sonidos,
que el ancho mar se conmueva
y os oigan desde el abismo.
Ante la feroz tormenta
vamos al fondo tranquilo
pues su son nos embelesa.
Ved cómo en pleno delirio
lucimos de oro cadenas,
coronas, piedras de brillo,
cinturones y diademas.
Fruto vuestro es cuanto digo,
pues estos pecios hundidos
atraéis con melodías,
¡oh, genios de estas bahías!
SIRENAS.
Lo sabemos. En los mares
deslízanse en paz los peces,
y viven libres de males;
mas vuestras festivas huestes
no conocemos por tales:
¿acaso sois más que peces?
NEREIDAS Y TRITONES.
SIRENAS.
En un santiamén se han ido;
a Samotracia[531] han marchado
con buen viento dirigidos.
¿Qué intención les ha guiado
al reino de los Cabiros?[532]
Extrañas divinidades
que solas a sí se engendran
pero, qué son, nunca saben.
Sigue en tu altura,
oh hermosa Luna,
haz que la noche se alargue
que el día no nos espante.
TALES [en la orilla a Homunculus].
Gustoso te conduciría a presencia del viejo Nereo
y además no estamos lejos de su cueva,
pero es que tiene una cabeza muy dura,
es un tipo arisco y siempre lleva la contraria.
Nadie en el género humano entero
hace nunca nada a gusto de ese cascarrabias.
Sin embargo, el futuro le está desvelado
y ante eso todos sienten respeto
y le honran en el puesto que ocupa.
Además, también ha ayudado a más de uno.
HOMUNCULUS. ¡Pues probemos! ¡Llamemos a su puerta!
No creo que me cueste el vidrio y la llama.
NEREO.[533]
¿Son voces humanas las que percibe mi oído?
¡Qué coraje me invade y llega hasta mi corazón!
Criaturas que se afanan en alcanzar a los dioses
mas condenadas a ser siempre iguales a sí mismas.
Hace largos años que yo podría reposar divinamente,
mas sentía el impulso de ayudar a los mejores de ellos,
y cuando al fin miraba para ver los hechos consumados
era exactamente igual que si nada hubiera aconsejado.
TALES. Y, sin embargo, oh Anciano del mar, en ti confían;
tú eres el sabio, ¡no nos eches de este lugar!
Mira esta llama, que aun siendo semejante a los hombres,
se abandona por completo a tu consejo.
NEREO.
¿Consejo? ¿Valió jamás un consejo entre los hombres?
Una palabra sensata se calcifica en un duro oído.
Aunque los hechos a sí mismos rabiosamente se condenan,
con todo, la gente sigue tan testaruda como antes.
¡Cuán paternalmente advertí a Paris antes de que
su capricho enredara a una mujer extranjera!
Hallábase él muy audaz en la costa griega
y yo le anuncié lo que en mi espíritu veía:
los aires cargados de humo, el rojo inundando todo,
las vigas ardiendo y, abajo, muerte y asesinato:
el día del juicio final para Troya, fijado en versos,[534]
y tan funesto como famoso durante milenios.
La palabra del viejo le pareció broma al insolente,
siguió el dictado de su apetito y cayó Ilión…[535]
cadáver gigantesco, yerto tras largo suplicio,
manjar bien recibido por las águilas del Pindo.
¡También Ulises![536] ¿Acaso no le anticipé
los engaños de Circe,[537] la crueldad del cíclope,[538]
sus propias vacilaciones, la ligereza de los suyos,
y no sé cuántas cosas más? ¿Le sirvió de algo?
Hasta que tras mucho zarandeo y mucho tiempo
la onda favorable lo dejó en una orilla amigable.
TALES.
Semejante conducta es para el sabio un tormento;
pero, con todo, el bueno trata otra vez de intentarlo.
Un gramo de gratitud, para complacerlo en alto grado,
pesará mucho más que un quintal de ingratitud.
Pues no es cosa pequeña lo que os queremos rogar:
este chico, sabiamente, siente deseos de nacer al mundo.
NEREO. ¡No me arruinéis el buen humor, tan raro en mí!
Cosa muy distinta tengo hoy por delante todavía:
he mandado venir aquí a todas mis hijas,
las Gracias del mar, las Dóridas.
Ni el Olimpo ni vuestro suelo soportan
tan bella constelación, que tan tierna se mueve.
Con los más graciosos ademanes se arrojan
desde el dragón marino a los caballos de Neptuno,[539]
tan sutilmente unidas al elemento
que hasta la espuma parece alzarlas más arriba.
Entre los irisados colores de la concha carroza de Venus[540]
conducen hasta aquí a Galatea,[541] la más bella,
quien, desde que Cipris[542] se apartó de nosotros,
también es adorada en Pafos[543] como diosa.
Y, por eso, la hermosa hace tiempo que ha heredado
la ciudad del templo y la carroza con el trono.
¡Marchaos! En horas de goces paternales no convienen
el odio en el corazón ni la censura en la boca.
¡Id a buscar a Proteo![544] Preguntad a ese prodigio
cómo se puede venir al mundo y transformarse.
[Se aleja hacia el mar.]
TALES. Nada hemos ganado dando este paso,
aun si se encuentra a Proteo, al punto se desvanece,
y si acaso se detiene, al cabo sólo dice cosas
que producen asombro y crean confusión.
Mas, pues precisas semejante consejo,
intentémoslo y sigamos nuestro sendero.
[Se alejan.]
SIRENAS [sobre sus rocas].
¿Qué vemos a lo lejos
cruzar el terso espejo?[545]
Como unas blancas velas
que las brisas acercan:
así de luminosas
son las marinas diosas.
Bajemos de estas rocas,
pues ya se oyen sus bocas.
NEREIDAS Y TRITONES.
Lo que traen nuestras manos
a todos causa agrado.
La concha de Quelona[546]
refleja graves formas:
dioses aquí traemos,
cantar himnos debemos.
SIRENAS.
NEREIDAS Y TRITONES.
Traemos los Cabiros
a celebrar festivos,
pues donde, sacros, reinan,
Neptuno en paz se muestra.
SIRENAS.
Mejor sois que nosotras,
pues si un bajel zozobra,
con vigor imparable
salváis los tripulantes.
NEREIDAS Y TRITONES.
SIRENAS.
Un dios puede hacer burla
de otro dios si tal gusta.
Honremos cuanto es bueno
y lo malo evitemos.
NEREIDAS Y TRITONES.
En realidad son siete.[549]
SIRENAS.
¿Dónde otros tres se meten?
NEREIDAS Y TRITONES.
SIRENAS.
Tenemos por costumbre,
do un dios un trono ocupe,
sea en el sol o en la luna,
rezar, pues trae fortuna.
NEREIDAS Y TRITONES.
¡Cómo se alza nuestra fama
dirigiendo esta gala!
SIRENAS.
Los héroes antiguos
pierden ya su brillo
doquiera lo han conseguido
si ellos traen el Vellocino,
vosotros a los Cabiros.
[Todos a coro repiten el estribillo.]
Si ellos traen el Vellocino,
nosotros (vosotros) a los Cabiros.
[Nereidas y tritones salen desfilando.]
HOMUNCULUS. Yo veo a estas monstruosas criaturas
como meras vasijas de barro;[552]
por eso los sabios se chocan con ellas[553]
y se parten sus duras cabezas.
TALES. Pues eso es justo lo que se persigue:
es la herrumbre lo que hace valiosa a la moneda.
PROTEO [sin que lo vean]. Me alegra que digas eso, viejo fabulador.
Cuanto más prodigiosa es la cosa, tanto más respetable.
TALES. ¿Dónde estás, Proteo?
PROTEO [hablando como un ventrílocuo, tan pronto cerca como lejos].
¡Aquí! ¡Y allí!
TALES. Te pasaré la vieja broma.
Pero no gastes palabras vanas con un amigo.
Sé muy bien que no me hablas desde donde parece.
PROTEO [como si estuviera lejos]. ¡Adiós!
TALES [en voz baja a Homunculus]. Está muy cerca, ¡brilla con fuerza!,
es curioso como un pez
y doquiera y como quiera que esté
las llamas sabrán atraerle.
HOMUNCULUS. Soltaré al instante un chorro de luz,
aunque moderado, no vaya a estallar el cristal.
PROTEO [en forma de tortuga gigante].
¿Qué brilla tan grácilmente?
TALES [escondiendo a Homunculus].
¡Bien! Si tienes ganas puedes verlo de más cerca.
No te espantes por este pequeño esfuerzo
y muéstrate sobre dos pies humanos.
Que sea con nuestro beneplácito y deseo
si alguien quiere ver lo que escondemos.
PROTEO [con aspecto noble].
Sigues dominando los sabios ardides de este mundo.
TALES. Y tú sigues hallando tu placer en cambiar de forma.
[Descubre a Homunculus.]
PROTEO [con asombro].
¡Un enanito luminoso! ¡Nunca había visto nada igual!
TALES. Solicita consejo y desearía nacer al mundo.[554]
De acuerdo con lo que le he oído contar,
vino al mundo de modo muy extraño y sólo a medias;
no carece de propiedades intelectuales,
pero sí, en modo extremo, de utilidades tangibles.
Por ahora lo único que le da peso es su vidrio,
pero lo primero que querría es conseguir un cuerpo.
PROTEO. ¡Tú sí que eres de verdad hijo de virgen:[555]
antes de poder ser, ya eres!
TALES [en voz baja].
También me parece caso crítico en otro aspecto:
me pega que es hermafrodita.
PROTEO. Entonces, aún saldrá la cosa más aprisa.
Habrá que arreglárselas tal y como ha venido.
Mas aquí no es cosa de pensar mucho:
¡tienes que iniciarte en el mar lejano!
Allí se comienza primero en pequeñito
y se alegra uno devorando a los más chiquitos,
y así se va creciendo, poquito a poquito,
y se forma uno hasta estar más cumplido.
HOMUNCULUS. ¡Qué brisa tan suave sopla aquí,
huele a hierba fresca[556] y ese aroma me deleita!
PROTEO. ¡Te creo, mi querido muchachito!
Y, más lejos, aún resulta más agradable:
en esta estrecha lengua de arena
se respira un ambiente indescriptible.
Ahí delante podemos ver al cortejo
que viene hacia acá volando, de bastante cerca.
¡Venid hasta allí conmigo!
TALES. ¡Os acompaño!
HOMUNCULUS. ¡Triplemente prodigioso desfile de espíritus!
[Llegan los Telquinos[557] de Rodas a lomos de hipocampos y dragones marinos con el tridente de Neptuno en la mano.]
CORO.
Para Neptuno hemos forjado el tridente
con el que apacigua las olas más bravas.
Si el Tonante las nubes de lluvia extiende,
Neptuno replica a la bronca tronada,
y si desde arriba caen oblicuos rayos,
desde abajo elévanse olas y más olas.
Y a ese que en medio con pavor ha luchado,
sacúdelo y trágalo el abismo ahora.
Por eso nos ha concedido hoy el cetro
y flotamos libres, festivos, ligeros.
SIRENAS.
¡A los a Helios[558] consagrados
y benditos por luz pura!
¡Salve, en el día agitado
que mueve a adorar a Luna!
TELQUINOS.
¡Oh! ¡En el arco del cielo, diosa amorosa!
Alabar a tu hermano escuchas gozosa,
tú prestas oído a Rodas, la dichosa,
donde al Sol eterno peán[559] se entona.
Cuando el día comienza, y cuando ha terminado,
nos mira fogoso lanzando sus rayos.
Las colinas, ciudades, orillas y olas,
agradan al dios, amables, luminosas.
Nunca la niebla nos cubre, mas si entra,
un rayo, una brisa, y limpia la isla queda.
Mírase allí el Alto en cientos de figuras,[560]
joven, gigante, grandioso o con dulzura.[561]
Los primeros fuimos[562] que al poder divino
dignamente dar forma humana supimos.
PROTEO. Déjalos que canten y se envanezcan.
Para los sagrados rayos vitales del sol
esas obras muertas son una broma.[563]
Estos funden y moldean sin parar
y, una vez que han vaciado en bronce,
creen que han hecho una gran cosa.
¿Y al final que les pasa a los soberbios?
Grandiosas se alzaban las estatuas divinas
y vino un terremoto y las destruyó todas:
hace tiempo que hubo que refundirlas.
Los afanes terrestres, sean cuales sean,
no son nunca más que un eterno tormento.
La ola es mucho más útil para la vida;
te va a conducir hacia las eternas aguas
el Proteo-delfín. [Se transforma.]
¡Hecho!
Esto te va a resultar del mayor provecho.
Te tomo sobre mi lomo
y te desposo con el océano.
TALES. ¡Cede al encomiable deseo
de comenzar la creación por el principio!
¡Prepárate para una acción rápida!
Te moverás siguiendo eternas normas
a través de miles y miles de formas,
y hasta ser hombre tienes tiempo.
[Homunculus se sube al Proteo-delfín.]
PROTEO.
Sígueme en espíritu a la húmeda extensión:
al instante notarás cuán vasta y larga es,
allí te puedes mover a tu gusto;
mas no aspires a más altos órdenes,
pues una vez te hayas vuelto hombre
estarás completamente acabado.
TALES. Según y cómo. También es cosa buena
ser un honrado hombre de su tiempo.
PROTEO [a Tales]. ¡Por ejemplo uno de tu estilo!
Parece que eso dura algún tiempo,
pues entre las pálidas legiones de espíritus
desde hace varios siglos te sigo viendo.
LAS SIRENAS [sobre las rocas].
NEREO [avanzando hacia Tales].
Un caminante nocturno llamaría tal vez
a ese halo lunar ‘fenómeno climático’.[566]
Mas nosotros, espíritus, somos de otro
parecer y es el único acertado:
palomas son, que acompañan
el viaje en concha de mi hija,
prodigioso vuelo singular
aprendido en tiempos remotos.
TALES. Yo también considero que lo mejor
es cuanto al hombre honesto gusta,
cuando en nido tranquilo y cálido
se mantiene vivo algo sagrado.
PSILOS[567] Y MARSOS[568] [montados en toros marinos y en terneras y carneros marinos].
En las selváticas grutas de Chipre,
a las que el dios marino no agita
ni Seísmo hace temblar,
tocados por el soplo de eternas brisas
y, como en los días más remotos,
conscientes de nuestra dicha tranquila,
guardamos el carro de Cipris,
y en medio del susurro de la noche,
por entre el amable trenzado de las olas,
invisible para las nuevas generaciones,
aquí traemos a tu más gentil hija.
Silenciosos, mas activos, no tememos
ni al Águila ni al León alado,[569]
ni a la Cruz ni a la Luna,
ni cómo viven o reinan allá arriba,
cómo se mueven y agitan por turnos,
cómo se expulsan y se matan
y campos y ciudades aniquilan.
Nosotros, como hasta ahora,
traemos aquí a la más amable señora.
LAS SIRENAS.
Ligeras, con pie pausado,
en corros en torno al carro,
formáis filas alineadas,
o serpentinas lazadas.
Acercaos, nereidas fuertes,
bravas mujeres agrestes;
tiernas dóridas que venga
la otra Doris: Galatea.[570]
Grave, de aspecto divino,
digna de inmortalidad,
mas con el dulce atractivo
de la mujer que es mortal.
LAS DÓRIDAS [en coro, pasando por delante de Nereo y todas a lomos de delfines].
Presta, Luna, sombra y luces
y al joven en flor relumbre,
que estos esposos amados
rogando al padre mostramos.
[A Nereo.]
A estos muchachos salvamos
del diente del acantilado,
en musgos los acostamos[571]
y con calor reanimamos.
Ahora con cálidos besos
deben agradecer eso;
¡Mira amable a estos mancebos!
NEREO. Es muy apreciable vuestra doble ganancia:
ser compasivas y al mismo tiempo pasarlo bien.
LAS DÓRIDAS.
Si alabas nuestra conducta,
nos das merecido goce:
deja que inmortales se unan
a este eterno pecho joven.
NEREO. Podéis alegraros de vuestra hermosa presa
y haceros del jovencito un hombre;
mas yo no podría otorgaros
lo que sólo Zeus puede daros.
La ola que os mece y os lleva
tampoco permite un amor estable,
y una vez se haya diluido la pasión
los posaréis cuidadosamente en tierra.
LAS DÓRIDAS.
¡Dulces jóvenes que amamos,
cuánto sentimos dejaros!
Mas eterno amor buscamos
y eso a los dioses no es grato.
LOS JÓVENES. ¡Con tal de que nos sigáis confortando,
a nosotros, audaces y jóvenes marineros!
Nunca nos hemos encontrado tan bien
ni queremos ya tampoco nada mejor.
[Se acerca Galatea sobre su carro de concha.]
NEREO. ¿Eres tú, mi amor?
GALATEA. ¡Oh padre! ¡Qué felicidad!
¡Delfines, deteneos! Esta mirada me deja cautiva.
NEREO. Ya se han ido, ya pasan de largo
moviéndose a impulsos y en círculo;
¿Qué les importa la honda emoción del corazón?
¡Ah, si me llevaran consigo allá lejos!
Mas una única mirada tanto me deleita
que por un año entero me compensa.
TALES. ¡Salve! ¡Salve una vez más![572]
¡Cómo siento florecer en mí la dicha
penetrado por tanta verdad y hermosura!
¡Todo del agua ha nacido![573]
¡Todo por el agua es mantenido!
¡Océano, dure tu reino eternamente!
Si no nos enviaras las nubes,
si no nos regalaras ricos arroyos,
si aquí y allá no dirigieras los ríos,
si no cargaras los torrentes,
¿qué serían las montañas, los llanos y el mundo?
¡Tú eres quien mantiene la fuente fresca de la vida!
ECO [coro de todos los círculos presentes].
¡Tú eres la fuente fresca de donde mana la vida!
NEREO. Ya regresan en nuevo orden a lo lejos;
ya no se cruza mirada con mirada.
En amplias cadenas circulares,
tal como conviene en un festejo,
gira innumerable este cortejo.
Pero el trono de concha de Galatea
aún lo veo y lo vuelvo a ver.
Brilla como una estrella
en medio de la multitud.
¡El ser amado reluce en medio del gentío!
Por lejos que esté,
resplandece claro y luminoso
siempre cercano y verdadero.
HOMUNCULUS. En esta excelsa humedad[574]
todo cuanto yo alumbro
tiene belleza y encanto.
PROTEO.
En esta humedad vital
empieza a brillar tu luz
con magnífica intensidad.
NEREO. ¿Qué nuevo misterio en medio de los cortejos
quiere revelarse a nuestros ojos?
¿Qué luce en torno a la concha, a los pies de Galatea?
Ora alumbra con fuerza, ora suave, ora con dulzura,
como movido por los impulsos del amor.
TALES. Es Homunculus, que ha sido guiado por Proteo…
Son los síntomas de su soberano anhelo,
creo adivinar los ayes de un angustiado fragor;
se va a estrellar contra el trono dorado;
echa llamas, ahora un relámpago, y ya se derrama.
LAS SIRENAS. ¿Qué ígneo prodigio transfigura las olas
que con chispas unas con otras se chocan?
Resplandece, oscila, hacia adelante alumbra,
arden los cuerpos en su senda nocturna,
y, alrededor, todo se desborda en fuego.
Reine pues el principio de todo: Eros.
¡Gloria al mar, glorias a las olas
que el sacro fuego corona!
¡Gloria al fuego, gloria al agua,
gloria a esta rara aventura!
TODOS JUNTOS.
¡Gloria a las clementes brisas
y a las misteriosas simas!
¡Todos aquí os alabamos
cuatro elementos sagrados!