NOCHE PROFUNDA[786]
LINCEO, EL VIGÍA [cantando desde la atalaja del castillo][787].
Para mirar nacido,
de mirar encargado,
y a la torre jurado,[788]
el mundo me es querido.
Contemplo lo apartado,
veo lo de aquí cerca,
la luna y las estrellas,
el bosque y el venado.
Así que veo en todo
bello y eterno adorno,
y, pues me place mucho,
también yo a mí me gusto.
¡Ojos míos dichosos,
cuanto visteis no importa,
fuese una cosa u otra,
fue en cualquier caso hermoso! [Pausa.]
Mas no sólo me dan gusto
poniéndome aquí tan alto,
sino que un terrible espanto
sale del oscuro mundo.
Veo saltar chispas y fuego
de la noche de los tilos,[789]
más fuerte se aviva luego
por la corriente encendido.
¡Ay! ¡Que arde dentro la choza,
de musgos y humedad llena!
Claman por ayuda pronta
mas no hay auxilio que venga.
¡Ay! Que esos buenos ancianos,
con el fuego tan prudentes,
son de la humareda pasto.
¡Qué horrible aventura tienen!
Suben llamas, se alza ardiendo
el mohoso armazón negro.
¡Si al menos los buenos viejos
se salvaran del incendio!
Lenguas brillantes se alzan
entre las hojas, las ramas;
los secos troncos restallan
presto se caen entre llamas.
¡Que hayan de verlo mis ojos!
¡Que tenga yo tanta vista!
Derrúmbase la capilla
por el peso de los troncos;
las llamas, como serpientes,
ya han alcanzado las copas,
arden hasta la simiente
púrpuras ramas, antorchas.
[Larga pausa. Canto.]
¡La vista antes más preciada,
con los siglos disipada![790]
FAUSTO [desde el balcón, mirando hacia las dunas].
¿Qué es ese quejumbroso canto que viene de arriba?
Aquí llegan con retraso las palabras y el sonido.
Mi vigía se lamenta; en mi fuero interno
me disgusta este acto de impaciencia.
Pero si se ha destruido la masa de tilos,
reducida a horribles tocones renegridos,
pronto se podrá levantar una atalaya
para ver desde ella el infinito.
Desde allí también veo la nueva morada
que abriga a esa anciana pareja
que, generosamente tratada,
goza de sus viejos días sin queja.
MEFISTÓFELES Y LOS TRES FUERTES CAMPEONES [abajo].
Aquí llegamos a todo trote.
¡Perdonad, no ha salido por las buenas!
Llamamos, aporreamos la puerta,
pero nunca nos abrían;
la sacudimos, seguimos aporreando,
y la carcomida puerta se vino abajo.
Dimos fuertes voces y amenazamos
pero nadie nos prestó oído;
y como pasa siempre en estos casos,
ni oían ni querían oír.
Pero nosotros no perdimos el tiempo
y presto te los quitamos de en medio.
La pareja no ha sufrido mucho
pues cayeron exánimes del susto.
Un forastero que estaba allí escondido
y quiso luchar no salió vivo.
En el breve transcurso de una fiera lucha
unas ascuas esparcidas por allí en torno
incendiaron la paja. Ahora arde con ganas
a modo de pira crematoria para los tres.
FAUSTO.
¿Es que fuisteis sordos a mis palabras?
Yo quería un trueque, no un latrocinio.
Maldigo esa acción salvaje e insensata,
¡que cada cual cargue con su parte!
CORO.
Se aplica aquí un dicho de antaño:
obedece al poder de grado;
y si en resistir te empeñas,
arriesga tu vida y tu hacienda. [Se van.]
FAUSTO [desde el balcón].
Las estrellas celan su vista y resplandor;
el fuego mengua y despide exiguas llamas.
Una brisa ligera y escalofriante lo atiza
y me trae a mí el humo y los vapores.
¡Presto ordenado y demasiado presto realizado!
¿Qué sombras son esas que se acercan flotando?[791]