EN EL CURSO SUPERIOR DEL PENEO
[Como antes.]
SIRENAS.
En las ondas del Peneo
entre nado y chapoteos
venid a entonar mil cantos
y alegrar a los cuitados.
Sin agua no hay salvación;
que en tropel sin dilación
vayan todos al Egeo
donde el placer será nuestro.
[Terremoto.]
SIRENAS.
Ya vuelve la ola espumosa,
ya de su lecho rebosa,
tiembla el suelo, el agua salta,
arena y vega se abrasan.
¡Huyamos! ¡Venid ya todas!
A nadie este hecho perdona.
Nobles huéspedes, ¡marchaos!,
del mar gozad los saraos,
allí do las olas brillan
lamiendo dulces la orilla,
do la luna doble luce,[480]
de sacro rocío os cubre.
Allá alegre y libre vida,
acá temblor que os agita:
los más listos huirán presto
de este lugar tan siniestro.
SEÍSMO[481] [bramando y golpeando en las profundidades].
¡Si empujo con fuerte empeño
con mis hombros alzo el suelo!
Llegamos así hasta arriba,
donde todos nos esquivan.
ESFINGE.
¡Vaya un temblor tan horrible,
temporal bronco y temible!
¡Qué sacudidas y golpes
vaivenes y vibraciones!
¡Qué insoportable fastidio!
Mas no me muevo del sitio[482]
ni aunque se abra el abismo.
Se alza una bóveda ahora:
el que el prodigio provoca
es el viejo encanecido[483]
que Delos fuera ha extraído,
que por ayudar a un parto
de las olas la ha sacado.
Con empellones, codazos,
con hombros, espalda y brazos,
como el mismísimo Atlas,[484]
tierra, suelo, césped alza,
guijarros, piedras, arena,
dulces cauces de las vegas.
Desgarra de parte a parte,
la suave alfombra del valle.
Sin cansancio, con afán,
cariátide[485] colosal,
alza un armazón de piedras
hundido hasta el busto en tierra;
pero no irá más avante,
con las esfinges delante.
SEÍSMO. Yo solo he logrado todo esto,
supongo que se me reconocerá al fin.
Y si no hubiera removido y sacudido
¿podría ser tan bello este mundo?
¿Cómo se alzarían allá arriba vuestras montañas
en medio del sereno y puro azul del éter,
si yo no las hubiera sacado fuera a empellones
para delicia del pintoresco espectáculo?
¿O cuando a la vista de nuestros egregios antepasados,
la Noche y el Caos, me comporté como un bravo
y, en compañía de los Titanes,
jugué con Pelión y Osa[486] como si fueran pelotas?
Llenos de juvenil ardor seguíamos con nuestras locuras
hasta que, finalmente, ya saturados,
al monte Parnaso,[487] a modo de doble caperuza,
lo cubrimos impíamente con sus dos colinas…
Apolo tiene allí ahora amable residencia
en compañía del coro de las dichosas musas.
Al mismo Júpiter y su haz de rayos
le levanté su trono en las alturas.
Y ahora mismo, con descomunal esfuerzo
me he levantado del fondo del abismo
y reclamo a viva voz que, para esta nueva vida,[488]
se me presenten alegres habitantes.
ESFINGES. De tiempo inmemorial, habría que confesarlo,
sería lo que ahora aquí se ha alzado,
si no hubiéramos visto nosotras mismas
cómo lo escupía el suelo fuera de su seno.
Un frondoso bosque se extiende hacia atrás,
rocas contra rocas tratan todavía de apiñarse delante;
mas una esfinge no se preocupa por tal cosa:
no dejaremos que nos turben en nuestra sagrada sede.
GRIFOS. Oro en finas hojas, oro en láminas
veo temblar por en medio de las grietas.
No dejéis que os roben semejante tesoro:
¡hormigas, adelante! ¡A sacarlo de ahí!
CORO DE HORMIGAS.
Ya que el gigante
la alzó delante,
con las patitas
subid la cima.
¡Adentro, afuera!
que en estas grietas
cada migaja
es una alhaja.
Lo más pequeño
descubrid presto,
buscad deprisa
en cada esquina.
Sed diligentes
ágiles huestes;
¡Sacad sólo oro!
Dejad el polvo.
GRIFOS. ¡Adentro, adentro! ¡Sacad oro a montones!
Ponemos encima nuestras garras;
son cerrojos de la mejor especie,
el mayor de los tesoros está bien guardado.
PIGMEOS.[489] Es verdad que hemos ocupado este sitio,
no sabemos cómo ha ocurrido.
No preguntéis de dónde venimos,
pues en cualquier caso estamos aquí.
Para aposentarse en las alegrías de la vida
resulta adecuado cualquier país.
Si aparece una grieta en la roca
ya está el enano manos a la obra.
Enano y enana son muy diligentes,
cualquier pareja sirve de modelo.
No sabemos si de este mismo modo
funcionaban las cosas en el paraíso,
pero aquí nos encontramos de lo mejor
y bendecimos nuestra estrella agradecidos;
pues tanto en el Este como en el Oeste
la madre tierra engendra frutos gustosa.
DÁCTILOS.[490]
Si en una sola noche
parió a los pequeños,
parirá a los más chicos
que hallan otros como ellos.
EL PIGMEO DE MÁS EDAD. Buen sitio, presto,
tomad corriendo.
Pide esta empresa
prisa y no fuerza.
Mientras hay paz,
forjad y herrad
armas y arneses
a nuestras huestes.
Pueblo de hormigas
moved las filas:
¡traed metales!
Dáctilos leales,
chicos y tantos,
ordeno y mando
que busquéis leña:
haced centellas,
ocultas llamas,
carbón y brasas.
EL GENERALÍSIMO. Con flecha y arco
rápido ¡andando!
En esa charca
dadle a las garzas
que hacen mil nidos,
¡bichos altivos!
Todas de un golpe
como un solo hombre;
les mostraremos
galas y yelmos.
HORMIGAS Y DÁCTILOS. ¿Quién nos libera?
Les damos hierro
y hacen cadenas.
Aún no es tiempo
de emanciparnos:
seremos mansos.
LAS GRULLAS DE ÍBICO.[491] ¡Gritos de muerte, agonía,
batir de alas angustiado!
El dolor con que gemían
hasta aquí arriba ha llegado.
Todas yacen ya sin vida
de sangre el agua teñida.
La codicia de estos monstruos
roba a las garzas su adorno:[492]
sobre los yelmos ya flota
de esos gordos patizambos.
¡Combatid con nuestras tropas
viajeras del mar lejano![493]
A la venganza os llamamos
en asunto tan cercano.
¡Que nadie ahorre su sangre:
mortal odio a ese linaje!
[Se dispersan graznando por los aires.]
MEFISTÓFELES [en la llanura].
A las brujas del Norte bien sabía cómo dominarlas,
pero con estos extraños espectros no me hallo.
El Blocksberg[494] es un lugar muy agradable
porque estés donde estés te sientes en casa.
La Señora Ilse[495] nos monta la guardia desde su Roca,
desde su Cima se alza Heinrich tan ufano,
y aunque los Roncadores a la Miseria le gruñen,
todo sigue igual durante más de mil años.
Pero aquí, ¿acaso sabe uno adonde va o dónde está
o si la tierra bajo sus pies no se hinchará?[496]
Voy andando tan campante por un valle bien plano
cuando de pronto se levanta por detrás de mí
una montaña a la que apenas se puede llamar así
pero que, para separarme de mis esfinges,
es lo bastante alta; por allí aún destella algún fuego
que baja por el valle y fulge en derredor de esta aventura…
Aún danza y flota tratando de seducirme o esquivarme
y bromea pícaro conmigo el coro galante.
¡Vayamos con tiento! Estoy tan habituado a la golosina
que doquiera que la haya siempre trato de conseguirla.
LAS LAMIAS [tratando de atraer a Mefistófeles en pos de ellas].
MEFISTÓFELES [deteniéndose].
¡Maldita suerte! ¡Hombres siempre engañados!
¡Pobres tontos seducidos desde tiempos de Adán!
Sin duda se vuelve uno viejo, pero ¿juicioso?
¿Acaso no estabas ya bastante chiflado?
Si ya se sabe que esta chusma no vale para nada:
el talle encorsetado, la cara maquillada,
no tienen nada sano para dar a cambio,
las cojas por donde las cojas están todas podridas.
Uno bien lo sabe, lo ve, hasta puede palparlo,
y, sin embargo, se pone a bailar cuando estas furcias le silban.
LAS LAMIAS [deteniéndose]. ¡Alto! Está pensando, duda, se para;
id a su encuentro para que no se os escape.
MEFISTÓFELES [avanzando].
¡A ellas! Y no te dejes prender
en las redes de la duda como un necio.
Porque si no hubiera brujas,
¿quién diablos querría ser diablo?
LAS LAMIAS [seductoramente]. ¡Giremos en torno a este héroe!
Seguro que en su corazón
prenderá el amor por alguna.
MEFISTÓFELES. Ciertamente a la luz de ese resplandor incierto
parecéis doncellas hermosas,
así que no querría yo agraviar a ninguna.
EMPUSA[499] [metiéndose en el medio]. ¡A mí tampoco! Como una más
dejadme entrar en vuestro séquito.
LAS LAMIAS. Ésa está de más en nuestro círculo,
siempre nos arruina nuestro juego.
EMPUSA [a Mefistófeles]. Te saluda tu primita Empusa,
tu fiel amiga de pata de asno.
Tú no tienes más que un pie de caballo,
pero aún así, Señor primo, mis saludos más gratos.
MEFISTÓFELES. Pensaba que no habría más que simples desconocidos
y por desgracia encuentro parientes cercanos;
es un viejo libro el que hay que hojear:
¡desde el Harz hasta la Hélade todos primos!
EMPUSA. Yo sé actuar con rapidez y decisión.
Me podría transformar en muchas cosas,
pero en honor vuestro, en estos momentos
me he puesto cabecita de asno.
MEFISTÓFELES. Veo que entre estas gentes
el parentesco se toma muy en serio;
pero, aun con eso, y ocurra lo que ocurra,
me gustaría renegar de esa cabeza de asno.
LAS LAMIAS. Deja a esa asquerosa que espanta
todo cuanto parece hermoso y amable;
todo cuanto podría ser hermoso y amable
deja de existir en cuanto ella se acerca.
MEFISTÓFELES.
También estas primitas tiernas y frágiles
me resultan en alto grado sospechosas.
Y tras esas lindas mejillas de rosas
me temo también cualquier metamorfosis.
LAS LAMIAS. ¡Haz la prueba! Somos muchas.
¡Alarga la mano! Y si eres afortunado en el juego
podrás atrapar el mejor lote.
¿A qué vienen esas lascivas cantinelas?
Eres bien poca cosa como galanteador,
sólo sabes pavonearte e inflarte como un gallo.
Por fin se mezcla entre nuestras gentes;
id apartando poco a poco vuestras máscaras
y mostradle vuestro ser al descubierto.
MEFISTÓFELES. Me he elegido a la más bonita…
[Agarrándola.] ¡Ay de mí! ¡Una escoba seca!
[Agarrando a otra.]
¿Y ésta…? ¡Qué cara tan fea!
LAS LAMIAS. ¿Es que te mereces algo mejor? No parece.
MEFISTÓFELES. A esa pequeña me gustaría cogerla en prenda…
¡Pero si es una lagarta[500] que se me escurre entre las manos!
Y su lisa trenza tiene forma de serpiente.
Pues a cambio me cojo a esa larguita…
¡Estoy agarrando una vara de tirso[501]
que lleva una piña por cabeza!
¿En qué terminará esto…? Todavía queda una gordita
con la que tal vez pudiera divertirme.
¡Lo intentaré por última vez! ¡Sea!
Bien rellenita, carnosa, esto lo pagan
a alto precio los orientales…
¡Mas, ay! ¡Una seta de lobo que revienta en polvo![502]
LAS LAMIAS. ¡Dispersaos, flotad y volad
como el rayo, rodeando como negro enjambre
a ese intruso hijo de bruja!
¡En círculos inciertos y espantosos!
¡Con alas silenciosas de murciélago!
A bajo precio sale éste librado del asunto.
MEFISTÓFELES [sacudiéndose].
No creo que me haya vuelto mucho más sabio;
es tan absurdo aquí como en el Norte,
los espectros tan incomprensibles aquí como allí,
el pueblo y los poetas con el mismo mal gusto.
También aquí una mascarada significa
como en todas partes un baile de los sentidos.
Eché mano a dulces rostros de máscaras
y me hallé asiendo seres que me espantaban…
Aunque bien habría querido engañarme
si al menos hubiera durado más tiempo.
[Extraviándose entre las peñas.]
¿Donde estaré? ¿Cómo se sale de aquí?
Eso era un sendero y ahora es un horrible pedregal.
Vine hasta aquí por lisas sendas
y ahora los escombros me cierran el camino.
En vano trepo, subo y vuelvo a bajar.
¿Dónde volveré a encontrar a mis esfinges?
Nunca habría imaginado algo tan loco:
¡semejante montaña en una sola noche!
A eso lo llamo yo una nueva cabalgata de brujas
que se traen consigo su montaña del Blocksberg.
OREAS[503] [desde una roca natural].[504]
¡Sube aquí! Mi montaña es antigua
y conserva su forma primitiva.
Honra estos abruptos escalones de roca
últimas ramificaciones del Pindo.[505]
Yo ya estuve así, igual de inconmovible,
cuando Pompeyo pasó huyendo por encima de mí.
En contraste, las imágenes de la ilusión
desaparecen con el canto del gallo.
Fábulas semejantes veo a menudo surgir
y de pronto otra vez desvanecerse.
MEFISTÓFELES. ¡Honrada seas, venerable cima
coronada con el noble vigor de las encinas!
El más puro resplandor de la luna
no penetra en tus umbrías.
Mas junto a los matorrales pasa
una luz que muy humilde alumbra.
¡Cómo termina todo por conciliarse!
¡A fe mía, pero si es Homunculus!
¿Adonde vas, pequeño camarada?
HOMUNCULUS. Voy flotando así de un sitio a otro
y querría, en el mejor sentido del término, nacer al mundo,[506]
lleno de impaciencia romper en dos mi vidrio;
sólo que, lo que he visto hasta ahora,
no me anima mucho a salir ahí afuera.
Pero, para decírtelo en toda confianza:
ando tras el rastro de dos filósofos;
les espié y decían: ¡naturaleza, naturaleza!
Ya no quiero separarme de ellos,
pues deben conocer la esencia de la tierra;
y al final tal vez pueda enterarme
hacia dónde es más juicioso que me vuelva.
MEFISTÓFELES. Eso hazlo por tu cuenta.
Que donde los espectros han tomado asiento,
también el filósofo es bien recibido.
Para que la gente guste de su arte y favor
inventa al instante una nueva docena.
Si nunca te extravías[507] a la razón nunca llegas.
¡Si quieres nacer, nace por tu cuenta y riesgo!
HOMUNCULUS. Tampoco es desdeñable un buen consejo.
MEFISTÓFELES ¡Ve pues! Ya nos veremos luego.
[Se separan.]
ANAXÁGORAS[508] [a Tales].
Tu terco entendimiento no quiere ceder;
¿hace falta algo más para convencerte?
TALES.[509] La ola ondula y cede ante cualquier viento
mas se mantiene alejada de la abrupta roca.
ANAXÁGORAS. Gracias al hálito del fuego existe esa roca.
TALES. En lo húmedo ha nacido todo lo viviente.
HOMUNCULUS [entre los dos].
Dejadme caminar a vuestro lado.
Yo mismo estoy deseoso de nacer al mundo.[510]
ANAXÁGORAS. ¿Sacaste jamás, oh Tales, en una sola noche
montaña semejante de en medio del lodo?
TALES. La naturaleza y su vivo fluir jamás
dependieron del día, la noche o las horas.
Ella forma con regularidad todas las figuras
y ni siquiera en lo grande hay violencia alguna.
ANAXÁGORAS. ¡Pero aquí la hubo! Un violento fuego plutónico,
la extraordinaria fuerza explosiva de vapores eólicos,
rasgó la vieja costra del suelo llano de tal modo
que una nueva montaña hubo de surgir al punto.
TALES. ¿Y qué otra cosa se puede deducir de eso?
Que ahí está al cabo, y bien está eso.
Con semejantes disputas pierde uno el tiempo
y arrastra por el dogal al sufrido pueblo.
ANAXÁGORAS. La montaña presto rebosa de mirmidones[511]
que buscan morada en las fallas de las rocas;
pigmeos, hormigas, pulgarcitos,[512]
y otros laboriosos seres igual de chiquitos.
[A Homunculus.]
Tú nunca has aspirado a la grandeza
y has vivido confinado como un ermitaño;
si te puedes habituar al señorío,
haré que te coronen rey.
HOMUNCULUS. ¿Qué dice a eso mi Tales?[513]
TALES. Yo no lo aconsejo;
con los pequeños se obran cosas pequeñas,
con los grandes el pequeño se hace grande.
¡Mira allí! La negra nube de grullas
amenaza a ese agitado pueblo
y de igual modo amenazaría al rey.
Con acerados picos y patas con garfios
se lanzan en picado sobre los pequeños;
ya brillan los relámpagos de la fatalidad.
Un crimen impío dio muerte a las garzas
que rodeaban el tranquilo pantano en calma.
Mas aquella lluvia de mortíferos dardos
trae una venganza cruel y sangrienta,
excita la rabia de los más allegados
contra la sacrílega raza de los pigmeos.
¿De qué sirven ahora escudo, yelmo y lanza?
¿De qué valen a los enanos las galas de las garzas?
¡Cómo se ocultan dáctilos y hormigas!
Ya vacilan las tropas, huyen, es una desbandada.
ANAXÁGORAS [solemnemente, tras una pausa].
Si hasta ahora he podido celebrar lo subterráneo,
en este caso me dirijo hacia lo alto.
¡Tú que arriba reinas eternamente joven,
que tienes tres nombres y tres apariencias,
a ti te invoco en medio del dolor de mi pueblo,
oh Diana, Luna, Hécate![514]
¡TÚ que dilatas los pechos, que meditas en lo más hondo,
tú que aparentas serenidad, pero albergas violencia,
abre el horrendo abismo de tus sombras
y que tu antiguo poder se manifieste sin hechizos! [Pausa.]
¿Demasiado pronto se me escucha?
¿Acaso mi súplica
elevada a esas alturas
altera el orden de Natura?
Y más grande, cada vez más grande se aproxima
el trono de la diosa circunscrito en un círculo,
imponente y temible a la vista.
Se ensombrece el tono rojo de su fuego…
¡No más cerca, círculo poderoso y amenazador!
Tú nos aniquilas junto con el mar y la tierra.
Así pues, ¿sería cierto que las mujeres tesalias[515]
usando de sacrílega confianza mágica
te hicieron descender de tu órbita
y te arrancaron lo más perjudicial que tenías?
El claro disco se ha oscurecido,
de pronto se rasga, echa chispas, relámpagos.
¡Qué estrépito! ¡Qué silbidos!
¡Entremedias, truenos y fragor del viento!
¡Corramos humildes a las gradas del trono!
¡Perdón! Yo lo he provocado todo. [Se arroja contra el suelo de cara.]
TALES. ¡Qué no ha visto y oído este hombre![516]
No sé exactamente qué nos ha pasado,
pero en cualquier caso no he sentido nada con él.
Confesemos que son raptos de locura,
y que Luna se mece tan tranquila
en su sitio, como siempre hasta ahora.
HOMUNCULUS. ¡Mirad allí, hacia la morada de los pigmeos!
La montaña era redonda y ahora es puntiaguda.
He sentido un estruendo tremendo,
la peña se ha caído de la luna,
y al punto, y sin hacer distingos,
ha aplastado y muerto a enemigos y amigos.
Mas debo alabar tales artes
que creando en una sola noche,
tanto desde abajo como por arriba,
llevan a cabo tal construcción montañosa.
TALES. ¡Ten calma! Sólo es ilusión.
¡Que se marche esa repugnante ralea!
Bueno es que no hayas sido rey.
Y ahora marchemos a la alegre fiesta del mar;
allí, a los huéspedes prodigiosos se les honra y espera.
[Se alejan.]
MEFISTÓFELES [trepando por el lado contrario].
Está visto que tengo que arrastrarme por escarpadas rocas
y por en medio de las duras raíces de viejas encinas.
En mi Harz los vapores de la resina[517]
tienen algo de alquitrán, y eso a mí me gusta,
sobre todo el azufre… Pero aquí entre estos griegos
apenas si se puede olfatear algún efluvio de tal cosa;
de todos modos tendría curiosidad por averiguar
con qué atizan las llamas y tormentos del infierno.
DRÍADA.[518] En tu tierra puede que seas listo, como natural de allí,
pero en el extranjero no eres lo bastante avispado.
No deberías volver tu mente hacia la patria,
sino venerar aquí la nobleza de la sagrada encina.
MEFISTÓFELES. Uno piensa en lo que ha perdido;
a lo que uno estaba acostumbrado es el paraíso.
Pero dime: ¿qué es lo que en aquella cueva
bajo una débil luz triplemente se acurruca?
DRÍADA. ¡Las fórcidas![519] Atrévete a entrar allí
y habíales si es que no te asustan.
MEFISTÓFELES.
¿Y por qué no? ¡Lo veo y me asombro!
A pesar de mi orgullo debo confesarme
que nunca he visto nada semejante.
Son peores que las mandragoras…[520]
¿Se podrá a los más detestables pecados
achacar la más mínima fealdad
después de ver a este triple monstruo?
No lo toleraríamos ni en los umbrales
del más espantoso de nuestros infiernos.
Y echa raíz aquí, en la tierra de la belleza,
y se le glorifica con el título de clásico…
Se agitan, parece que me han percibido,
silban y trinan como murciélagos vampiro.
FÓRCIDA. Dadme el ojo, hermanas, para que inquiera
quién es el que osa acercarse tanto a nuestro templo.
MEFISTÓFELES. ¡Respetables damas! Permitidme que me acerque
para recibir vuestra triple bendición.
Es verdad que me presento como un extraño,
pero, si no me engaño, creo que soy pariente lejano.
Ya he visto dioses de edad venerable,
me he inclinado profundamente ante Ops;[521] y ante Rea[522]
a las propias Parcas,[523] hermanas del Caos y vuestras,
las he visto ayer… o tal vez anteayer;
mas jamás he visto a nadie como vosotras.
Ahora callo y aquí me siento, arrobado.
LAS FÓRCIDAS. Parece inteligente este espíritu.
MEFISTÓFELES.
Lo único que me sorprende es que ningún poeta os alabe.
Y decidme: ¿cómo es posible, cómo ha llegado a ser,
que nunca os haya visto en estatua si sois las más dignas?
En verdad, ¡que intente el cincel reproduciros
y no a Juno, Palas, Venus y otras de ese tipo!
FÓRCIDAS. Sumidas en la soledad y la más callada noche,
ninguna de las tres pensó jamás en tal cosa.
MEFISTÓFELES.
¿Y cómo podía ser eso? ¡Si vivís de espaldas al mundo
y aquí a nadie veis ni os ve nadie!
Tendríais que ir a vivir a esos lugares
en donde pompa y arte ocupan el mismo trono,
donde cada día, rápido y con paso redoblado,
un bloque de mármol cobra vida en forma de héroe,
donde…
LAS FÓRCIDAS. Cállate y no nos pongas la miel en la boca.
¿De qué nos serviría, aunque estuviéramos más enteradas?
Nacidas en la noche, con lo tenebroso emparentadas,
somos desconocidas de todos y casi de nosotras mismas.
MEFISTÓFELES. En este caso, eso no quiere decir gran cosa,
uno también puede transferirse a otros.
A vosotras tres os basta un solo ojo y un diente;
entonces seguro que sería mitológicamente posible
concentrar en dos la esencia de las tres[524]
y dejarme a mí la figura de la tercera.
Sólo sería por poco tiempo.
UNA. ¿Qué os parece? ¿Funcionaría?
LAS OTRAS. ¡Intentémoslo! Pero, eso sí: sin ojo y sin diente.
MEFISTÓFELES.
Pues acabáis de suprimir lo mejor de todo;
¿cómo iba a ser perfecta incluso la imagen más parecida?
UNA. Cierra un ojo, es así de fácil,
y deja ver al punto un único diente incisivo,
y de perfil conseguirás en seguida
parecerte a nosotras como hermano y hermanas.
MEFISTÓFELES. ¡Cuánto honor! ¡Sea!
FÓRCIDAS. ¡Sea!
MEFISTÓFELES [como una fórcida de perfil].
Ya estoy aquí,
como hijo muy amado del Caos.
LAS FÓRCIDAS. Somos hijas del Caos, nadie lo discute.[525]
MEFISTÓFELES.
¡Qué vergüenza, ahora me tacharán de hermafrodita!
LAS FÓRCIDAS. En la nueva trinidad de hermanas, ¡qué maravilla!
tenemos dos ojos y dos dientes.
MEFISTÓFELES. Tengo que ocultarme a todas las miradas,
para ir a asustar a los demonios del infierno.
[Sale.]