LABORATORIO
[Al estilo medieval, un montón de extravagantes y toscos aparatos destinados a fines fantásticos.]
WAGNER [junto al fuego].
Suena la campana que, temible,
hace temblar los ahumados muros.
Ya no puede durar mucho tiempo
la incertidumbre de la más grave espera.
Ya se aclaran las tinieblas;
ya en lo más hondo de la redoma
arde una suerte de carbón al rojo vivo;
sí, como el carbunclo más precioso,
lanza fulgores que atraviesan la oscuridad;
¡aparece una luz blanca y clara!
¡Ah, que no lo pierda esta vez!
¡Ay, Dios! ¿Quién anda rascando en la puerta?
MEFISTÓFELES [entrando].
¡Bienvenido! ¡Lo digo con buena intención!
WAGNER [temeroso].
¡Bienvenido el astro del momento!
[En voz baja.]
Mas contened firmemente en la boca palabra y aliento;
una obra admirable está a punto de culminar.
MEFISTÓFELES [aún más bajo].
¿Pues, qué ocurre?
WAGNER [en voz baja]. Se está haciendo un hombre.[402]
MEFISTÓFELES.
¿Un hombre? ¿Y a qué pareja de amantes
habéis encerrado en vuestra chimenea?
WAGNER.
¡Dios me guarde! El antiguo estilo de procrear
lo declaramos vana torpeza.
El tierno punto del que surgía la vida,
la excelsa fuerza que del interior nacía
y daba y recibía, destinada a diseñarse a sí misma
y a apropiarse primero lo más cercano y luego lo extraño,
todo eso ha sido ahora depuesto de su dignidad.
Si la bestia aún sigue hallando su deleite en ello,
el hombre, con los grandes dones que ha recibido,
debe tener en el futuro un origen mejor y más digno.
[Mirando hacia el hornillo.]
¡Ya brilla! ¡Mirad! Ahora sí que se puede esperar
que si partimos de muchos cientos de ingredientes
y mediante mezcla, pues todo consiste en la mezcla,
componemos fácilmente la materia humana,
si además la aglomeramos en un alambique
y la destilamos[403] convenientemente,
al final se habrá consumado calladamente.
[Mirando al hornillo.]
¡Está saliendo! La masa bulle más clara
mi convicción es cada vez más grande:
lo que ponderábamos misterio de la naturaleza
osamos experimentarlo de modo racional
y lo que ella hasta ahora organizaba
nosotros lo hacemos cristalizar.
MEFISTÓFELES.
Quien mucho ha vivido, mucho ha aprendido.
Nada nuevo habrá para él en este mundo;
en mis años de peregrinaje yo ya he visto
comunidades humanas enteras cristalizadas.[404]
WAGNER [hasta ahora siempre atento a la redoma].
Ya sube, destella, se aglomera,
en un instante estará hecho.
Un gran proyecto parece al principio locura
mas en el futuro del azar haremos burla,
y, así, un cerebro que deba pensar de modo excelente
también será fabricado por un pensador en el futuro.
[Contemplando encantado su redoma.]
El cristal tintinea agitado por una suave violencia,
se enturbia, se aclara, ¡así que ha de lograrse!
Veo bajo una forma graciosa
agitarse a un grácil hombrecillo.
¿Qué más queremos, qué más quiere ya el mundo?
Pues ya el misterio está a plena luz.
Prestad oído a estos sonidos:
se convierten en voz ¡ya es lenguaje!
HOMUNCULUS [en la redoma, a Wagner].
¡Hola, padrecito! ¿Qué tal? No fue ninguna broma.
Ven, estréchame muy tiernamente contra tu pecho,
mas no demasiado fuerte para que no estalle el cristal.
Así son las cosas:
a lo natural apenas si le basta el universo,
mas lo artificial reclama un espacio cerrado.
[A Mefistófeles.]
¿Y tú, bribón, señor primo,[405] qué haces aquí?
Te doy las gracias en el momento oportuno.
Un buen hado te ha conducido a nosotros,
y, pues existo, también debo estar activo.
Quiero ponerme en el acto al trabajo,
tú sabrás cómo abreviarme los caminos.
WAGNER.
Sólo una palabra más; hasta ahora me sentía avergonzado,
pues viejos y jóvenes me asaltaban con problemas,
como, por ejemplo, el hecho de que nadie concibe
cómo cuerpo y alma, que tan bien se conciban
y están tan unidos como si jamás fueran a separarse,
sin embargo se pasan todo el día amargándose.
Por eso…
MEFISTÓFELES.
¡Alto ahí! Yo más bien preguntaría
¿por qué hombre y mujer[406] se llevan tan mal?
Eso, amigo, nunca llegarás a aclararlo.
Aquí hay mucha tarea y eso es justo lo que quiere el pequeño.[407]
HOMUNCULUS.
¿Qué es lo que hay que hacer?
MEFISTÓFELES [señalando una puerta lateral].
¡Muestra aquí tus talentos!
WAGNER [sin dejar de mirar la redoma].
La verdad es que eres un chico encantador.
[La puerta lateral se abre y se ve a Fausto tendido sobre un lecho.]
HOMUNCULUS [extrañado]. ¡Qué curioso![408]
[La redoma se escurre de las manos de Wagner, flota sobre Fausto y lo ilumina.]
¡Qué bien acompañado! Aguas transparentes
en tupidos bosques, mujeres que se desnudan,
¡y qué hermosas! Esto se pone cada vez mejor.
Pero una de ellas destaca por su brillo,
es del más alto linaje de héroes, tal vez de dioses;
posa su pie en la cristalina transparencia;
la excelsa llama vital de su noble cuerpo
se templa en el flexible cristal de la onda.
¿Pero qué rumor de alas que baten veloces,
qué murmullo, qué chapoteo, altera así el terso espejo?
Las muchachas huyen asustadas; tan sólo
la reina se queda tranquila mirando el agua
y ve con orgulloso y femenino deleite cómo
el príncipe de los cisnes se abraza a su rodilla
con mansa insistencia. Parece tomarle gusto,[409]
mas de pronto se eleva una neblina
y cubre con un tupido velo
la más amable de todas las escenas.
MEFISTÓFELES.
¡Anda, y que no cuentas tú cosas!
Tan pequeño como eres y un fantasioso tan grande.
Yo no veo nada.
HOMUNCULUS. Te creo. Tú que eres del Norte
y creciste en la edad nebulosa,
en el fragor de la caballería y la grey clerical,
¿cómo ibas a tener ojos para esto?
Sólo en la oscuridad te sientes en casa.
[Mirando en derredor.]
¡Piedras ennegrecidas, mohosas, repugnantes,
de arcos ojivales recargados y ruines!
Como éste se despierte tendremos nuevo apuro,
pues se quedará muerto en el sitio.
Manantiales umbríos, cisnes, desnudas beldades,
ése era su sueño lleno de premoniciones;
¡cómo va a habituarse a este sitio!
Yo que soy tan acomodaticio, apenas lo soporto.
¡Saquémoslo de aquí!
MEFISTÓFELES. Me gustará la escapada.
HOMUNCULUS.
Manda al guerrero a la batalla;
conduce al baile a la muchacha,
y de ese modo todo se arreglará.
Acabo de acordarme de que justo ahora
es la noche de Walpurgis clásica;[410]
es lo mejor que podría suceder
para llevarlo a su elemento.[411]
MEFISTÓFELES.
Nunca he oído hablar de tal cosa.
HOMUNCULUS.
¿Y cómo iba a llegar a vuestros oídos?
Sólo conocéis fantasmas románticos,[412]
mas un auténtico fantasma ha de ser también clásico.
MEFISTÓFELES.
Entonces, ¿hacia dónde debe dirigirse el viaje?
Ya me están asqueando esos colegas de la antigüedad.
HOMUNCULUS.
Tu coto de placeres, Satanás, se halla al Noroeste,
mas esta vez pondremos rumbo al Sudeste.
Por una gran llanura corre libre el Peneo[413]
rodeado de frondosidad en tranquilos y frescos remansos;
la planicie se extiende hacia las gargantas montañosas,
y arriba se encuentra la antigua y la nueva Farsalia.[414]
MEFISTÓFELES.
¡Puaj! ¡Fuera! Deja estar esas luchas
entre tiranía y esclavitud.
A mí me aburren, pues apenas han terminado
ya vuelven a empezar desde el principio.
Y nadie se da cuenta de que todo está amañado
por Asmodeo,[415] que va siempre por detrás hostigando.
Se pelean, según dicen, por los derechos de la libertad,
pero bien mirado son esclavos luchando contra esclavos.
HOMUNCULUS.
Deja a los hombres su natural rebelde;
cada cual tiene que defenderse como puede
desde niño y así es como llega a ser hombre.
Aquí la única cuestión es saber cómo sanar a éste.
Si tienes un remedio, ponlo a prueba ahora mismo,
y si no eres capaz, déjamelo a mí.
MEFISTÓFELES.
Se podría ensayar con algunas escenas del Brocken,[416]
pero veo que le han echado cerrojos a lo pagano.
¡La verdad es que el pueblo griego nunca valió gran cosa!
Pero os deslumbra con su libre sensualidad
e incita al corazón humano a alegres[417] pecados
frente a los cuales los nuestros siempre parecerán oscuros.
Bien, y, ahora, ¿qué hacemos?
HOMUNCULUS. Normalmente no sueles ser un ingenuo,
así que si te hablo de las brujas de Tesalia
creo haber dicho algo.
MEFISTÓFELES [poniéndose libidinoso].
¡Las brujas de Tesalia! ¡Bien! Son personas
por las que he preguntado mucho tiempo.
Vivir con ellas noche tras noche
no creo que sea muy agradable,
pero ¡si es de visita!, ¡a modo de ensayo!
HOMUNCULUS. Trae acá el manto
y envuelve con él al jinete.
Este pingajo, como hizo hasta ahora,
os transportará al uno y al otro.
Yo voy delante alumbrando.
WAGNER [angustiado]. ¿Y yo?
HOMUNCULUS. Pues… bueno…
tú te quedas en casa haciendo lo más importante.
Despliega los viejos pergaminos,
según las normas agrupa los elementos vitales
y únelos con cuidado unos con otros.
Medita sobre el Qué y áun más sobre el Cómo.
Mientras recorro un fragmento del mundo,
tal vez pueda yo descubrir el puntito que le falta a la «i».[418]
Entonces habremos alcanzado la gran meta[419]
y semejante esfuerzo merece tal recompensa:
oro, honor, fama, una larga vida sana
y acaso también virtud y ciencia.
¡Adiós!
WAGNER [triste]. ¡Adiós! Me siento acongojado;
me temo que ya no te volveré a ver.
MEFISTÓFELES.
Y, ahora, rápido, al Peneo.
No hay que subestimar al señor primo.
[A los espectadores.]
Al final siempre dependemos
de las criaturas que nosotros hacemos.