TABERNA DE AUERBACH EN LEIPZIG[113]
[Reunión de alegres camaradas.[114]]
FROSCH.[115] ¿Nadie quiere beber? ¿Ni reír tampoco?
¡Ya os enseñaré yo a poner esas caras!
Hoy estáis mustios como la paja mojada,
vosotros que de ordinario ardéis con llama clara.
BRANDER.[116] Es culpa tuya. ¡No nos cuentas nada,
ningún chiste, ninguna guarrada!
FROSCH [mientras le tira un vaso de vino por la cabeza].
¡Ahí van las dos cosas!
BRANDER. ¡Cerdo, más que cerdo!
FROSCH. Pues lo queríais, así ha de ser.
SIEBEL. ¡De patitas a la calle el que se desmande!
¡A cantar estribillos a voz en grito, a beber y a gritar!
¡Arriba! ¡Vamos! ¡Hala!
ALTMAYER. ¡Ay de mí, estoy perdido!
¡Algodones! ¡Este tipo me estalla los oídos!
SIEBEL. Cuando la bóveda vibra y retumba del eco
es cuando se nota la potencia de graves del bajo.
FROSCH. ¡Eso es, y a la calle el que se lo tome mal!
¡Ah, trala la, trala la!
ALTMAYER. Trala la, trala la.
FROSCH. Las gargantas ya están afinadas.
[Canta.]
El querido Sacro Imperio Romano
¿cómo se tiene todavía alzado?
BRANDER. ¡Qué canción más fea! ¡Puaj! Una canción política.
Una canción patética. Dad gracias a Dios cada mañana
por no tener que preocuparos por el Sacro Imperio Romano.
Por lo menos a mí me parece una auténtica suerte
no ser emperador ni canciller.
Aunque tampoco nosotros debemos prescindir de un jefe:
nombraremos a un Papa.[117]
Ya sabéis cuál es la cualidad
que todo lo decide, la que eleva al hombre.
FROSCH [canta].
Alza tu vuelo, mi querida ruiseñora,
saluda a mi amorcito mil veces por hora.
SIEBEL. Nada de saludos al amorcito. No quiero ni oír hablar de eso.
FROSCH. Al amorcito saludos y besos. No podras impedírmelo.
[Canta.]
¡Descorre el cerrojo! Que es noche serena.
¡Descorre el cerrojo! Tu amado está en vela.
¡Corre ahora el cerrojo! Que el alba clarea.
SIEBEL. ¡Sí, sí, canta, canta, alábala y elógiala!
Ya me reiré yo cuando llegue mi hora.
A mí ya me engañó y a ti te hará lo mismo.
¡Ojalá le diesen por amante a un trasgo![118]
Por mí, que coquetee con ella en alguna encrucijada;
o que un viejo chivo, al volver de la montaña del Blocksberg,[119]
si gusta, le bale un «Buenas noches» al pasar al galope.
Pero un buen chico de carne de verdad y de hueso
es demasiado bueno para esa putona.
No quiero saber nada de saludarla
como no sea rompiéndole el cristal a pedradas.
BRANDER [golpeando la mesa].
¡Atención! ¡Atención! ¡Escuchadme!
Señores, vosotros reconocéis que yo sé vivir;
pues bien, aquí está reunida gente enamorada
y quieren nuestros usos que yo les ofrezca
algo bueno para pasar la velada.
¡Prestad atención! ¡La última novedad en canción!
¡Cantad fuerte conmigo el estribillo!
[Canta.]
Erase una rata de cocina
que comía manteca con esmero
y lucía panzona de cecina
como el bueno del doctor Lutero.
Le echó la cocinera venenos,
sentía dentro rayos y truenos
cual si el vientre le ardiera de amor.
EL CORO [cantando a gritos]. Cual si el vientre le ardiera de amor.
BRANDER.
Corre arriba, abajo, corre fuera,
calmar quiere en los charcos su ardor,
roe y araña la casa entera,
de nada le sirve su furor.
Brinca, salta y chilla de angustia,
mas muy pronto se tiende ya mustia,
cual si el vientre le ardiera de amor.
CORO. Cual si el vientre le ardiera de amor.
BRANDER. El miedo la lleva en pleno día
corriendo sin tino a la cocina,
se cae en la brasa, mas ya no pía,
lanza estertores mortecina.
La del veneno ríe de la rata:
¡Ja! ¡Boquea y estira la pata
cual si el vientre le ardiera de amor!
CORO. Cual si el vientre le ardiera de amor.
SIEBEL. ¡Cómo se divierten esos estúpidos!
¡Menudo arte más ingenioso es éste
de envenenar a los pobres ratones!
BRANDER. ¿Es que les tienes tanto afecto?
ALTMAYER. ¡El barrigón de la cocorota calva!
Su desdicha le pone dulce y tierno;
Ve en la rata esa hinchada
su propio reflejo al natural.
[Entran Fausto y Mefistófeles.]
MEFISTÓFELES. Ahora, antes que nada,
quiero traerte a una alegre reunión
para que veas lo fácil que es vivir ligero.
Para esta gente de aquí es fiesta cada día.
Con un poquito de ingenio y mucho contento
gira cada cual en estrecho corro de danza
como los gatitos jóvenes en pos de su cola.
Mientras el dolor de cabeza no les aqueje
y mientras el tabernero les siga fiando
están felices y despreocupados.
BRANDER. Esos dos acaban de llegar de viaje,
se les nota en su aspecto tan raro.
No llevarán aquí ni una hora.
FROSCH.
¡Por Dios que tienes razón! ¡Viva Leipzig por encima de todo!
Es un París en pequeño e ilustra a los suyos.
SIEBEL. ¿Quién crees tú que son estos forasteros?
FROSCH. ¡Déjamelos a mí! Con ayuda de un vaso lleno
les sacaré tan fácilmente como a un niño un diente,
todo lo que esconden en el buche.
A mí me parecen de buena familia,
tienen un aire altivo y descontentadizo.
BRANDER. ¡Me apuesto que son unos charlatanes de feria!
ALTMAYER. Quizás.
FROSCH. Estad atentos, mirad cómo los atornillo.
MEFISTÓFELES [a Fausto]. Esta pobre gente nunca se huele al diablo;
ni siquiera cuando los tiene agarrados por el cuello.
FAUSTO. ¡Saludos a todos, señores!
SIEBEL. ¡Muchas gracias e igualmente!
[En voz baja, mirando a Mefistófeles de soslayo.]
¿Anda, no cojea de un pie el tío este?[120]
MEFISTÓFELES. ¿Nos permitís sentarnos con vosotros?
Ya que no de un buen trago, que aquí no se puede conseguir,
disfrutaremos de la compañía.
ALTMAYER. Parecéis un hombre muy mal acostumbrado.
FROSCH. ¿Supongo que habréis salido tarde de Rippach?
¿A lo mejor todavía os dio tiempo a cenar en casa del tío Juan[121]?
MEFISTÓFELES. Hoy sólo pasamos por delante de su casa;
pero la última vez hablamos largo y tendido
y nos contó muchas cosas de unos primos
encargándonos que les diéramos a todos sus saludos.
[Se inclina saludando a Frosch.]
ALTMAYER [bajito]. ¡Toma ya! ¡Este sabe de qué va!
SIEBEL. ¡Qué tipo más zorro!
FROSCH. Espera, espera, que ya le haré caer.
MEFISTÓFELES. Si no me equivoco, oímos
cantar antes unas buenas voces a coro.
Y la verdad es que en esta bóveda
el canto tiene que resonar de maravilla.
FROSCH. ¿Sois tal vez un virtuoso?
MEFISTÓFELES. ¡Oh, no! La fuerza es débil, sólo que el deseo es grande.
ALTMAYER. ¡Cantad una canción!
MEFISTÓFELES. Si os apetece, un montón de ellas.
SIEBEL. ¡Pero que sea una nuevecita!
MEFISTÓFELES. Acabamos de regresar de España,
la hermosa tierra del vino y las canciones.
[Canta.]
Érase una vez un rey[122]
amigo de una pulga.
FROSCH. ¡Escuchad! ¡Una pulga! ¿Os habéis enterado bien?
Una pulga me parece un limpio convidado.[123]
MEFISTÓFELES [canta].
Érase una vez un rey
amigo de una pulga.
Le tenía mucha ley,
la quería con locura,
mandó llamar a un sastre
que vino con premura,
la midió para un traje
y un pantalón de hechura.
BRANDER. No olvidéis recomendarle bien al sastre
que me tome con toda exactitud esas medidas,
y que si en algo estima su cabeza
al pantalón no le deje arrugas.
MEFISTÓFELES.
De terciopelo y seda
vestida iba la pulga
con lazo en la pechera
y cruz de plata pura.
Al punto fue ministro,
lucía gran estrella,
y eran su hermano y primo
de la corte la crema.
Los señores, las bellas,
sufrían las picaduras,
la reina y sus doncellas
sentían las mordeduras,
mas no podían rascarse,
tenían que aguantarse.
¡Nosotros, si nos pica,
la aplastamos con risa!
EL CORO [a voz en grito].
Nosotros, si nos pica,
la aplastamos con risa.
FROSCH. ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Ha estado muy bien!
SIEBEL. Ese debe ser el destino de toda pulga.
BRANDER. Afilad bien las uñas y aplastadlas.
ALTMAYER. ¡Viva la libertad! ¡Viva el vino!
MEFISTÓFELES.
Bebería con gusto una copita, en honor de la libertad,
si vuestros vinos fueran un poquito mejor.
SIEBEL. ¡No volváis a repetir eso!
MEFISTÓFELES. Si no temiera los reproches del tabernero
les ofrecería a estos buenos camaradas
algo de lo mejor de mi bodega.
SIEBEL. ¡Traedlo en el acto! Que de lo otro me encargo yo.
FROSCH.
Si nos conseguís un buen trago, no dudéis de que os alabaremos.
Mas no seáis escaso con la muestra,
pues si he de juzgarlo
necesito tener la boca bien llena.
ALTMAYER [en voz baja]. Me parece que éstos son del Rin.
MEFISTÓFELES. ¡Traed una barrena!
BRANDER. ¿Para qué la queréis?
¡No me diréis que tenéis vuestros toneles a la puerta!
ALTMAYER. Ahí detrás tiene el dueño una cesta con herramientas.
MEFISTÓFELES [coge la barrena, se dirige a Frosch].
Muy bien, decidme, ¿qué os apetecería probar?
FROSCH. ¿Qué queréis decir? ¿Es que tenéis de varias clases?
MEFISTÓFELES. Cada uno puede elegir libremente.
ALTMAYER [a Frosch].
¡Ajá! Ya estás empezando a relamerte los labios.
FROSCH. ¡Bueno! Si tengo que elegir, entonces quiero vino del Rin.
Los mejores dones los regala la patria.
MEFISTÓFELES [mientras perfora un agujero en el borde
de la mesa, en el lugar en el que se sienta Frosch].
Traed un poco de cera para hacer los tapones.
ALTMAYER. ¡Ah! ¡Así que son juegos de birlibirloque!
MEFISTÓFELES [a Brander]. ¿Y vos?
BRANDER.¡Yo quiero vino de Champaña,
y que esté bien espumoso!
[Mefistófeles barrena; mientras tanto, otro ha hecho los tapones de cera y tapona.]
No siempre puede uno evitar lo extranjero
pues a veces lo bueno está muy lejano.
Un verdadero alemán no puede soportar a un franchute,
pero sus vinos los bebe con agrado.
SIEBEL [mientras Mefistófeles se acerca a su sitio].
Tengo que confesar que el seco no me gusta,
¡Dadme una copa de un buen vino dulce!
MEFISTÓFELES [barrenando]. En seguida os saldrá de aquí un Tokay.
ALTMAYER. ¡Basta, señores, miradme a la cara!
Bien lo veo, nos estáis tomando el pelo.
MEFISTÓFELES. ¡Uy, uy! Con unos señores tan nobles
sería demasiado arriesgado.
¡Aprisa! ¡Decidlo de una vez!
¿Con qué vino os puedo obsequiar?
ALTMAYER. ¡Con cualquiera! ¡Y no preguntéis tanto!
[Una vez que ya están hechos y tapados todos los agujeros.]
MEFISTÓFELES [con extraños ademanes].
De la viña cuelga el racimo
y los cuernos los lleva el chivo.
Si el vino es jugoso y es de leña el sarmiento
de la mesa bien puede manar el fermento.
Mirad a lo hondo de la naturaleza:
aquí hay un prodigio, creedlo con firmeza,
Quitad los tapones y gozad con presteza.
TODOS [mientras sacan los tapones y a cada uno le brota el vino deseado].
¡Oh, hermoso manantial que aquí nos mana!
MEFISTÓFELES. ¡Tened cuidado de no derramarme ni una gota!
[Beben una y otra vez.]
TODOS [cantan].
¡Qué bien nos lo pasamos como salvajes,
como quinientos cerdos, como animales!
MEFISTÓFELES.
¡Mirad lo bien que lo pasa el pueblo cuando es libre!
FAUSTO. Querría marcharme inmediatamente.
MEFISTÓFELES. Primero atended un poco, la bestialidad
veréis manifestarse en sus más altas cotas.
SIEBEL [bebe descuidadamente, se le derrama el vino y al caer al suelo se convierte en una llama].
¡Socorro! ¡Fuego! ¡Ayuda! ¡Arde el infierno!
MEFISTÓFELES [hablándole a la llama].
¡Ten calma, elemento amigo!
[A los compadres.]
Por esta vez, sólo fue una gota del fuego del purgatorio.
SIEBEL. ¿Qué significa esto? ¡Esperad! ¡Lo pagaréis muy caro!
Me parece que no nos conocéis.
FROSCH. ¡Que se le ocurra repetirlo por segunda vez!
ALTMAYER.
A mí me parece que deberíamos invitarle discretamente a seguir su camino…
SIEBEL. ¿Qué pasa, señor mío? ¿Es que pretende
atreverse a hacernos aquí sus truquitos?
MEFISTÓFELES. ¡Cállate, viejo odre de vino!
SIEBEL. ¡Palo de escoba!
¿Encima quieres insultarnos?
BRANDER. Espera un poco, van a llover golpes.
ALTMAYER [saca un tapón de la mesa y le salta un chorro de fuego].
¡Que me quemo! ¡Estoy ardiendo!
SIEBEL ¡Brujería!
¡A por él! ¡Es un fuera de la ley![124]
[Sacan los cuchillos y se lanzan sobre Mefistófeles.]
MEFISTÓFELES [con ademán grave].
Visión y palabra mendaz
transtornan sentido y verdad
¡Ora estáis aquí: allá estad!
[Se quedan parados mirándose asombrados.]
ALTMAYER. ¿Dónde estoy? ¡Qué hermosa tierra!
FROSCH. ¡Viñas! ¿Veo bien?
SIEBEL. Y uvas al alcance de la mano.
BRANDER. Y bajo estas hojas verdes,
mirad, ¡qué cepas!, ¡qué racimos!
[Agarra a Siebel por la nariz. Los demás hacen otro tanto unos con otros y alzan sus cuchillos.]
MEFISTÓFELES [como antes].
¡Error, quita la venda de sus ojos!
¡Y tomad buena nota de cómo se burla el diablo!
[Desaparece con Fausto, los compadres se separan.]
SIEBEL. ¿Qué ha pasado?
ALTMAYER. ¿Qué?
FROSCH. ¿Entonces, era tu nariz?
BRANDER [a Siebel]. Y yo tengo la tuya en la mano.
ALTMAYER.
¡Ha sido un golpazo que me ha magullado todos los miembros!
¡Traedme una silla, que me desmayo!
FROSCH. No, en serio, decidme, ¿qué es lo que ha pasado?
SIEBEL. ¿Dónde está ese tipo? Si llego a verlo
no saldrá vivo de mis manos.
ALTMAYER. Lo vi salir por la puerta de la bodega
cabalgando a lomos de un tonel…
Tengo los pies pesados como el plomo.
[Dirigiéndose hacia la mesa.]
¡Dios! ¿Y si aún manase el vino aquel?
SIEBEL. Fue todo engaño, ilusión y mentira.
FROSCH. Pues a mí bien que me parecía estar bebiendo vino.
BRANDER. Pero ¿qué pasó con los racimos?
ALTMAYER.
¡Y que me vengan a decir luego que no crea en los milagros!