NOCHE
[Calle frente a la puerta de Margarita.]
VALENTÍN [soldado, hermano de Margarita].
Antes, cuando estaba en una francachela
donde tantos gustaban de jactarse
y los camaradas ante mí la flor
de las muchachas en alto alababan
ahogando sus loas en un vaso lleno…
yo acodado en la mesa
escuchaba muy tranquilo y seguro
todas esas fanfarronadas
mientras sonriente mi barba acariciaba
y tomando el vaso lleno en la mano
decía: «¡Cada cosa en su sitio!
Pues ¿hay alguna en la comarca toda
que iguale a mi fiel Margarita,
que le llegue a mi hermana a la suela del zapato?».[165]
¡Clin, clan! ¡Chin, chin!, el brindis hacía la ronda;
algunos gritaban: «¡tiene razón,
ella es el ornato de todo su sexo!»,
y mudos quedaban todos los alabadores.
¡Y ahora!… ¡Es como para arrancarse los pelos!
¡Como para darse contra las paredes!
Con palabras hirientes y arrugar de nariz
cualquier canalla puede insultarme,
y tengo que estarme quieto como un vil moroso
sudando ante cualquier palabra dicha al azar.
Y aunque quisiera a todos moler a golpes
lo que no podría es llamarles mentirosos.
¿Quién viene ahí? ¿Quién se acerca sigiloso?
Son dos, si no me engaño.
Si es él, le agarro ahora mismo por el cuello
y no saldrá vivo de este encuentro.
[Fausto. Mefistófeles.]
FAUSTO. Así como por la ventana de la sacristía
a lo alto se alza la llama de la eterna lamparilla,
cada vez más débil, ya en torno mortecina,
y las tinieblas se agolpan en torno de ella,
¡así es la noche que oscurece mi pecho!
MEFISTÓFELES.
Pues yo estoy como el gatito consumido,[166]
que se escurre por la escalera de incendios
y luego sin ruido se frota contra los muros;
me siento muy virtuoso al hacer esto,
con algo del placer de ladrón y del que está en celo.
Y es que ya me pica por todos los miembros
la maravillosa noche de Walpurgis.
Nos vuelve a tocar pasado mañana[167]
y allí al menos sabe uno por qué trasnocha.
FAUSTO. ¿Y subirá ya a la superficie ese tesoro
que veo brillar allá detrás?
MEFISTÓFELES. Pronto podrás gozar la dicha
de sacar fuera el cofrecillo.
Hace poco eché dentro un vistazo
y tiene dentro magníficos táleros leoninos.[168]
FAUSTO. ¿No hay alguna joya, ni un anillo
para adornar con ello a mi adorada?
MEFISTÓFELES. Tal vez sí viera dentro alguna cosa
del tipo de un collar de perlas.
FAUSTO. ¡Eso está bien! Me duele mucho
cuando voy a verla sin ningún regalo.
MEFISTÓFELES. Pues no debiera disgustaros
gozar también de algo sin pagarlo.
Ahora que brilla el cielo lleno de estrellas
escucharéis una auténtica obra de arte:
voy a cantarle una canción moralizante
para estar más seguro de aturdiría.
[Canta con la mandolina.]
¿Qué haces en esta esquina[169]
esperando a tu amor,
ay, linda Catalina,
con el primer albor?
Anda, olvídalo y vete,
si en su casa te mete
entrarás cual doncella
no saldrás virgen de ella.
Tened mucho cuidado,
una vez consumado
¡adiós!, os habrá echado.
¡Pobres presas de un pillo!
Evitad tanto duelo,
no mordáis el anzuelo
que os echa el ladronzuelo
si no os da antes anillo.
VALENTÍN [adelantándose]. ¿A quién atraes con tu reclamo? ¡Mil rayos!
¡Maldito cazador de ratones!
¡Primero, que vaya al infierno el instrumento!
¡Después, que le siga al infierno el cantor!
MEFISTÓFELES. ¡Ha partido la mandolina! ¡Ya no sirve de nada!
VALENTÍN. ¡Y ahora te romperé la cabeza!
MEFISTÓFELES [a Fausto].
¡Señor doctor, ni un paso atrás! ¡Ánimo!
Pegaos a mí, que yo os guío.
¡Desenvainad vuestro plumero!
¡Sus y atacad! ¡Yo paro los golpes!
VALENTÍN. ¡Para éste!
MEFISTÓFELES. ¿Por qué no?
VALENTÍN. ¡Y este otro!
MEFISTÓFELES. ¡No faltaba más!
VALENTÍN. ¡Si parece que se bate el diablo!
Pero ¿qué es esto? Se me queda rígida la mano.
MEFISTÓFELES [a Fausto].
¡Hiere ahora!
VALENTÍN [cayendo]. ¡Ay de mí!
MEFISTÓFELES. Ya está amansada la bestia.
¡Y ahora, largo! Hay que desaparecer enseguida,
que ya se están alzando gritos de asesino.
Yo me las compongo de maravilla con la policía
pero mal cuando es con la justicia criminal.[170]
MARTA [en la ventana]. ¡Auxilio! ¡Auxilio!
MARGARITA [en la ventana].¡Que traigan una luz!
MARTA [como antes]. Hay riña y pelea, hay gritos y estocadas.
EL PUEBLO. ¡Ahí ya hay uno muerto!
MARTA [saliendo]. ¿Han huido ya los asesinos?
MARGARITA [saliendo]. ¿Quién está ahí tirado?
EL PUEBLO. El hijo de tu madre.
MARGARITA. ¡Dios todopoderoso! ¡Qué desgracia!
VALENTÍN. ¡Me muero! Se dice muy pronto
y más pronto está hecho.
¿Qué hacéis ahí, mujeres, chillando y gimiendo!
¡Venid aquí y escuchadme!
[Todos le rodean.]
¡Mira, hermanita! Eres joven todavía
y aún no tienes habilidad y experiencia,
por lo que haces tus cosas muy mal.
Te lo digo en toda confianza:
puesto que ahora eres una puta
por lo menos sélo bien y hasta el final.
MARGARITA. ¡Hermano! ¡Dios mío! ¿Por qué me dices eso?
VALENTÍN. ¡No metas a Dios en este asunto!
Por desgracia lo ocurrido ya ha ocurrido
y pasará lo que tenga que pasar.
Empezaste con uno en secreto
y pronto otros muchos le seguirán,
y una vez que hayas sido de una docena
serás ya sin más de toda la ciudad.
La vergüenza, cuando nace,
viene a este mundo en secreto,
y el velo de la noche
le echamos sobre los oídos y la cabeza.
¡Sí! ¡Cuánto nos gustaría ahogarla!
Mas cuando crece y se hace grande
sale desnuda incluso en pleno día,
a pesar de no haberse vuelto más bella.
Cuanto más feo se vuelve su rostro
tanto más busca la luz del día.
Ciertamente ya veo el momento
en que todo ciudadano honrado
como de un cadáver apestado
de ti se apartarán, ¡ramera!
Se te parará el corazón en el pecho
cuando te miren a los ojos.
Ya no llevarás cadenillas de oro
ni estarás junto al altar en la iglesia,[171]
no podrás divertirte en el baile
con un bonito cuello de encajes.
En un oscuro rincón miserable
te esconderás entre lisiados y mendigos
y aun cuando Dios llegue a perdonarte
serás por todos maldita en la tierra.
MARTA. ¡Encomendad vuestra alma a Dios!
¿O aún queréis cargarla más con blasfemias?
VALENTÍN. ¡Si pudiera darte en tu seco cuerpo,
desvergonzada alcahueta,
creo que todos mis pecados
encontrarían perdón bastante!
MARGARITA. ¡Hermano! ¡Qué suplicio infernal!
VALENTÍN. ¡Te digo que te dejes de lágrimas!
Cuando te desprendiste de tu honra
me asestaste en el corazón un golpe mortal.
Marcho por el sueño de la muerte
hacia Dios como soldado y valiente. [Muere.]