VASTA SALA CON APOSENTOS CONTIGUOS
[Adornada y engalanada para la mascarada.][286]
HERALDO.
No creáis hallaros dentro de las fronteras alemanas
con sus danzas de diablos, de locos y de muertos;
una animada fiesta os espera.
El señor, en sus romerías,[287]
para su provecho y vuestro deleite,
ha traspasado los encumbrados Alpes
y se ha conquistado un risueño reino.
El emperador mismo, de las santas sandalias[288]
pidió primero el derecho al poder,
y cuando fue a buscar su corona
también se trajo para nosotros la gorra.[289]
Ahora somos todos como recién nacidos;
toda persona con experiencia de mundo
se la pone gustoso por la cabeza y las orejas;
le hacen parecer un loco extravagante
siendo por debajo tan cuerdo como puede.
Ya veo cómo se agrupan los tropeles,
sin forma fija se separan o emparejan confiantes;
llegando a toda prisa, se une coro con coro.
Entran, salen, ¡nada de fatiga!;
al fin y al cabo, después como antes,
con sus cien mil bufonadas
el mundo no es sino un gran loco.
JARDINERAS [Canción, acompañada con mandolinas].
Buscamos vuestra aquiescencia
con nuestras galas hoy noche
siguiendo desde Florencia
fastos de alemana corte.
En los oscuros cabellos
lucimos hermosas flores,
pompones de seda y flecos
tienen aquí sus razones.
Pues un mérito parece,
digno de toda alabanza,
si el año entero florecen
las artificiales galas.
Retazos de color vario
cosimos con simetría,
si os dan risa en solitario,
dan en conjunto alegría.
Lindo espectáculo damos
jardineras y galanas,
que el arte está emparentado
al natural de la dama.[290]
HERALDO. Dejadnos ver las ricas cestas
que lleváis en las cabezas y que
coloridas en vuestros brazos se ahuecan:
¡escoja cada cual lo que quiera!
¡Rápido! Que bajo el follaje y en las avenidas
se vea aparecer un jardín.
Dignas son de verse rodeadas
tanto las vendedoras como su mercancía.
JARDINERAS.
Compren todos lo que gustan,[291]
sin regateo ha de ser,
con pocas palabras justas
diga cada cual su haber.
RAMO DE OLIVO CON FRUTOS.
No envidio yo a flor ninguna
y esquivo cualquier disputa
pues no es mi naturaleza.
Soy el alma de esta tierra
me usan como prenda cierta
de paz y de fortaleza.
Hoy confío en tener suerte
de ornar una bella frente.
CORONA DE ESPIGAS, DORADA.
De Ceres[292] bellos regalos
gratamente os engalanan,
Vasta sala con aposentos contiguos
lo más útil y deseado
trocase aquí en bella estampa.
CORONA DE FANTASÍA.
Vivas flores, como malvas,
prodigio creado con musgo,
son a la Natura extrañas
aunque de la moda un lujo.
RAMO DE FANTASÍA.
Mi nombre nadie os diría,
ni Teofrasto[293] lo sabría,
sin embargo yo querría
gustar a la mayoría:
al que quisiera tenerme,
en su cabello tejerme,
quien quisiera concederme
en su corazón meterme.
CAPULLOS DE ROSA. PROVOCACIÓN.
¡Ya pueden las fantasías
y modas de cada día
florecer con formas raras
como jamás las hallaras;[294]
verdes tallos de oros vivos
asoman entre los rizos!
El capullo oculto aguarda:
feliz quien frescos los halla.
Cuando se anuncia el verano,
se abre el capullo rosado.
¿Quién se priva de tal dicha?
Las promesas concedidas
donde reina Flora son
vista, mente y corazón.
[Bajo las verdes avenidas de follaje las jardineras adornan graciosamente su mercancía.]
JARDINEROS [Canto acompañado de tiorbas][295].
Veis brotar dulces las flores,
ceñir tiernas las cabezas,
las frutas sin seducciones
gustándolas gozáis de ellas.
Si rostros[296] morenos brindan
uvas, ciruelas y guindas,
dadle gusto a las papilas
pues no es un buen juez la vista.
De las frutas más perfectas
gustad la dulzura en la boca;
se hacen versos de la rosa,
la manzana hay que morderla.
Permitid que nos unamos
a vuestra belleza en flor,
y ostentaremos entrambos
la mercancía mejor.
Bajo animadas guirnaldas,
en el ornado emparrado
todo a la vez se ha encontrado:
flor, fruta, capullo y ramas.
[Entre cantos alternados, con acompañamiento de guitarra y tiorba, los dos coros siguen arreglando sus mercancías enferma de pináculo escalonado a la par que las ofrecen.]
[Madre e hija]
MADRE.
Hija, cuando tú naciste[297]
te adorné con un gorrito,
tan linda me pareciste
tierna de cara y cuerpito.
De novia te imaginaba,
al más rico confiada
ya de esposa te miraba.
¡Qué aprisa fueron los años
e inútilmente volaron!
La turba de admiradores
pasó sin dar más razones,
aunque con uno bailabas
y al otro sutil, callada,
señas de codos le dabas.
Cuanto juego imaginamos
siempre se organizó en vano,
ni las prendas, ni el pañuelo[298]
bastaron como señuelo.
Sueltos andan hoy los locos[299]
niña, abre tu seno un poco,
tal vez se prenda uno de ésos.
[Otras compañeras de juegos, jovenes y hermosas, se suman al grupo; la amistosa charla se torna ruidosa.]
[Aparecen unos pescadores y pajareros con redes, anzuelos, varas de liga y otros instrumentos y se mezclan entre las hermosas muchachitas. Recíprocos intentos de conquistar, capturar, escapar y apresar dan lugar a los diálogos más deliciosos.]
LEÑADORES [aparecen de modo brusco y grosero].
¡Sitio, señores!
Sitio buscamos,
bosques talamos
que crujen, rompen,
y en el transporte
hay machucones.
En nuestro honor
di esto bien alto,
si el leñador
no diera el callo:
¿qué señorito,
aun si es muy listo,
nada se apura?[300]
Tenedlo claro:
quedará helado
si otro no suda.
POLICHINELAS[301] [torpes, casi imbéciles].
¡Necios! Dais grima,
nacéis con giba,[302]
listos los mendas
jamás con pesas,
pues nuestros trapos,
gorros y harapos
son muy ligeros,
y satisfechos,
siempre sin prisas,
en zapatillas
por los mercados
correteamos,
curioseando,
cacareando.
Con tanto lío
entre el gentío
nos escurrimos
y damos brincos
o alborotamos.
Si es que os gustamos
o caemos mal,
danos igual.
PARÁSITOS [adulones y codiciosos].
¡Mozos valientes,
y sus parientes
los carboneros,
sois de los nuestros!
Pues inclinarse,
decir sí a todo,
los embelecos,
discursos huecos,
fríos o calientes
según los sientes,
¿de qué vale eso?
¿Qué vale un fuego
enorme y fiero
que cae del cielo
si no hay leña,
carbón de encina
que el hogar prenda
cambie en cocina?
Se hierve y asa,
se guisa en brasa.
El gourmet nato,
Vasta sala con aposentos contiguos
el lameplatos,[303]
huele el asado
sabe es pescado.
¡Ved qué apetito,
si es gratuito!
BORRACHO [inconsciente].
¡Ojalá hoy nada me salga al revés!
¡Me siento tan suelto y libre!
¡Ojalá frescos placeres y alegres canciones
pueda coger aquí yo mismo!
¡Y, entonces, yo bebo! ¡Bebo, bebo!
¡Eh, chocad los vasos! ¡Chin, chin!
¡Eh, tú, el de ahí atrás! ¡Ven acá!
¡Chocad los vasos y está dicho todo!
Mi mujercita gritaba desesperada
protestando por mi traje de colores
y al verme hinchar pecho
me tachó de mamarracho.
¡Pero, yo bebo! ¡Bebo, bebo!
¡Chocado! ¡Chin, chin!
¡Mamarrachos, chocad vasos!
Si suenan, está dicho todo.
No digáis que estoy errado,
pues estoy donde quiero estar.
Si no fía el tabernero, la tabernera fiará
o finalmente la criada.
¡Yo sigo bebiendo! ¡Bebo, bebo!
¡Eh, vosotros, arriba! ¡Chin, chin!
Cada uno por cada otro. Y así todos.
Aunque me pega que está dicho todo.
Cómo y dónde me divierto
el caso es divertirme.
Dejadme tumbado donde estoy
porque ya en pie no me tengo.
Vasta sala con aposentos contiguos
CORO.
¡Hermanos, que todos beban aquí y beban!
¡Brindad alegres con un chin, con un chan!
¡Agarraos al banco con manos y codos!
Al que ruede abajo, ya está dicho todo.
[El heraldo anuncia a distintos poetas; poetas pastoriles, juglares de corte y de caballería, vates sentimentales o entusiastas. En medio de esta multitud de competidores de toda laya, ninguno permite que otro tome la palabra. Uno se cuela hacia adelante diciendo unas cuantas palabras.]
SATÍRICO.
¡Si alguien aquí supiera
lo que a mí me alegraría!
Que cantar, decir, pudiera
lo que nadie oír querría.
[Los poetas[304] de la noche y los cementerios se hacen excusar porque en esos momentos están enfrascados en interesantísima charla con un vampiro recién salido de su tumba, de lo que bien pudiera nacer un nuevo género poético; al heraldo no le queda más remedio que admitir las disculpas y mientras tanto hace aparecer a la mitología griega, la cual, incluso bajo su máscara moderna, no pierde nada de su carácter ni de su encanto.]
HEGEMONE.
Poned gracia al recibir,
dulce es algo conseguir.
EUFROSINA.
Y en la vida, no sea ociosa
una gratitud graciosa.
[Las Parcas.][306]
ATROPOS.
A mí, la más vieja, a hilar
me invitaron a esta cita;
mucho hay que decir, pensar,
del tierno hilo de la vida.
Si os resulta dúctil, suave,
es porque hallé lino fino,
si es delgado y manejable
es porque a dedo lo aliso.
¿Queréis en bailes, verbenas,
mostraros muy exaltados?
Del hilo ved las fronteras,
puede romperse, ¡guardaos!
CLOTO.
En estos últimos días
me han dado a mí las tijeras;
pues ya no eran garantía
los modales de la vieja.
Los más inútiles hilos
mucho a la luz estiraba;
de la esperanza los hijos,
de un corte a la tumba echaba.
Mas en mis años amables
mil veces también yo erraba;
hoy consigo controlarme
con mi tijera enfundada.
Gratamente estoy atada
contemplo dulce este sitio;
libres horas que ora pasan
gozad sin freno y delirio.
LÁQUESIS.
A mí, por tener cabeza,
el orden me han confiado;
mi rueca, siempre inquieta,
jamás se habrá apresurado.
Hilos vienen e hilos van,
a todos muestro el camino;
nunca se me desmadejan,
todos meto en el ovillo.
Si un día me descuidara,
temería por la tierra;
horas y años cuentan, pasan,
coge el tejedor su hebra.
HERALDO.
Las que ahora vienen, no las reconoceréis,
por muy versados que estéis en escritos antiguos;
al contemplarlas, a quienes tanto mal causan,
las motejaríais de huéspedes muy bien venidos.
Son las Furias, nadie nos creería,
bonitas, de hermosa figura, amables y jóvenes;
si con ellas os mezcláis, habréis de ver cómo
esas palomas muerden igual que las víboras.
Y aunque son simuladoras, en los tiempos que corren
en que cualquier loco se jacta de sus defectos,
tampoco ellas aspiran a tener fama de ángel
y se confiesan como plaga de la ciudad y el campo.
[Las Furias.][307]
ALECTO.
¿De qué os sirve? Confiaréis en nosotras,
por ser jóvenes, bellas, zalameras;
si alguno tiene una mujer que quiera,
sin fin le cantaremos lindas odas,
hasta poder decirle cara a cara
que ella también a éste y al otro guiña
que es tonta, coja, con joroba y tiña,
si está prometido, que no vale nada.
Así mismo a la novia atormentamos:
decimos que su amigo ha pocos días
a esa otra le contó que era una arpía,
y aunque hoy se perdonen, ya les minamos.
MÉGERA.
¡Eso es broma! Cuando están ya casados,
tomo yo el relevo y sé en cualquier caso
la pura dicha cambiar en amargo;
mudable el hombre, mudables los años.
Pues aun teniendo en brazos lo anhelado,
necio, sueña con algo aún más amado
desde la dicha a que está habituado;
huye del sol, va a calentar lo helado.
Muy bien sé yo a todos cómo lidiarles
y traigo por eso al fiel Asmodeo[308]
para esparcir desgracia en su momento
y arruinar a la raza humana a pares.
TISÍFONE.
Puñal, polvos, al perjuro
doy yo en vez de calumniarle;
si amas a otra, pronto o tarde
perdido estás de seguro.
Lo más dulce del momento
tórnase en hieles y amargo;
no haya piedad, no haya trato,
que pague el que dio comienzo.
No se hable aquí de perdones,
si me quejo a la montaña
el eco ¡venganza! clama:[309]
no viva quien muda amores.
EL HERALDO.
Os ruego os plazca echaros a un lado,
pues lo que ahora viene, no os guarda semejanza.
Ya veis cómo se ha abierto sitio hacia aquí una montaña
ostentando en sus laderas ricas colgaduras de colores,
en su cabeza largos dientes y trompa de serpiente,
y muy misteriosa, aunque yo os descubriré la clave.
En sus hombros va sentada una tierna y grácil mujer
que armada de fina vara con precisión la dirige;
la otra, que de pie está en lo alto con majestuosa arrogancia,
está rodeada de un brillo que demasiado me deslumbra.
Al lado, encadenadas, marchan nobles mujeres
de las que una produce angustia ver, la otra alegría;
la una desea la libertad, libre se siente la otra.
Diga cada cual quién es cada una.[310]
ANGUSTIA.[311]
Turbios candiles y hachas
velan la confusa fiesta;
en medio de falsas caras
estoy en cadenas presa.
Fuera, reidores burlones
vuestra risa me da sospechas;
mis adversarios peores
esta noche aquí me acechan.
Enemigo es quien fue amigo
su máscara bien conozco,
quería ser mi asesino,
mas descubierto, huye pronto.
¡Ay, cuánto agradecería
huir lejos de este mundo!
Mas la ruina encontraría,
sigo en el espanto oscuro.
ESPERANZA.
Os saludo, hermanas mías,
ayer y hoy todo el día
gozasteis con mascaradas,
mas sé que querréis mañana
libraros de los disfraces
y si a la luz de la antorcha
no quedamos muy encantadas
volveremos tras el alba,
como nos gusta y nos place,
ora con otras o a solas,
a correr por las florestas,
a trabajar o hacer fiestas
viviendo libres de penas
sin renunciar, mas con metas;
por todos bien acogidas
sin temor entramos dentro,
lo bueno, cosa es sabida,
se hallará en algún momento.
SABIDURÍA.
A dos grandes enemigas,
a la angustia y la esperanza,
presas tengo retenidas,
a salvo estáis sin tardanza.
A este coloso viviente
guío, como veis, con su torre;
va caminando indolente,
por estrechos corredores.
Más arriba, en la almena,
está sentada la diosa;
las anchas alas despliega,
busca ganancia no ociosa.
La rodean brillo y gloria,
lejos lucen cual pavesas;
tiene por nombre Victoria,
diosa de cualquier empresa.
ZOILO-TERSITES.[312]
¡Ei, ei!, que llego justo a tiempo
si a todos insultar pretendo,
aunque es mi meta verdadera,
doña Victoria allí en su almena.
Se cree con su par de alas blancas
un águila de las montañas,
y que doquiera se dirige
sobre pueblos y tierras rige.
Pero cuando algo alcanza fama
presto la cólera me inflama;
ver lo bajo alto, lo alto bajo,
lo sano malo, mal lo sano,
es lo único que a mí me colma
y quiero en la esfera redonda.
EL HERALDO.
¡Ojalá te alcance, perro miserable,
el golpe maestro de la piadosa vara!
¡Encógete y enróscate al instante!
¡Cuán presto su doble figura de enano
se amasa en forma de asquerosa bola!
Vasta sala con aposentos contiguos
Vasta sala con aposentos contiguos
Mas, ¡oh milagro! La masa se hace huevo,
se infla y acaba explotando en dos partes.
Sale ahora de él una pareja de gemelos:
la víbora y el murciélago;
la una se marcha arrastrando por el polvo,
el otro, todo negro, vuela en dirección al techo.
Se apresuran a salir a una reunión,
en la que no querría yo ser el tercero.
MURMULLOS.
¡Rápido! Allí ya están bailando…
¡No! Me gustaría estar lejos de aquí…
¿Notas cómo nos anda cercando
la fantasmagórica ralea?
Oigo cómo me zumba por encima del pelo…
Aunque antes creía notarlo en los pies…
Ninguno de nosotros está herido…
Pero sí que estamos muertos de miedo…
Se estropeó por completo la fiesta…
Y los muy bestias así lo han querido.
EL HERALDO.
Desde que en las mascaradas
estoy encargado de las funciones de heraldo
vigilo muy serio en la puerta
para que en este lugar de diversión
nada malo se cuele y os sorprenda,
y no vacilo ni desfallezco.
Mas sí temo que por las ventanas
entren fantasmas aéreos,
y de embrujo y sortilegios
no sabría yo libraros.
Aunque el enano resultó sospechoso
ahora entra por el fondo un tumulto poderoso.
El significado de las figuras
quisiera descubrir como corresponde a mi cargo,
pero lo que no se puede comprender
tampoco os lo podría explicar.
¡Ayudadme todos a instruirme!
¿Veis eso que se desliza entre la gente?
Un espléndido carro tirado por cuatro animales[313]
es llevado por en medio de todo,
pero no parte en dos la multitud
ni veo que haya aglomeraciones;
lanza destellos de colores a lo lejos,
brillan errantes estrellas multicolores
como sacadas de una mágica linterna;
se acerca aquí con la fuerza del temporal.
¡Dejad sitio! ¡Siento escalofríos!
EL MUCHACHO AURIGA.[314] ¡Parad, corceles!
¡Dejad las alas tranquilas,
sentid la fusta y la brida,
frenad, cuando se os domina,
volad, cuando se os conmina.
Vamos a honrar estos sitios,
ved cómo crece el bullicio,
los que admiran hacen corro,
¡heraldo!, cuenta a tu modo
antes de que nos marchemos
quiénes somos o qué hacemos.
Pues somos alegorías,
pienso nos conocerías.
EL HERALDO.
No sabría nombrarte,
más bien podría describirte.
EL MUCHACHO AURIGA.
¡Pues prueba!
EL HERALDO. Hay que admitirlo:
en primer lugar, eres joven y hermoso.
Eres un muchacho a medias de crecer, pero las mujeres
querrían verte ya del todo crecido.
A mí me pareces un futuro galanteador,
un auténtico seductor de pura raza.
EL MUCHACHO AURIGA.
¡Pudiera ser! ¡Continúa,
a ver si descubres la clave del enigma!
EL HERALDO.
¡El negro relámpago de tus ojos, la noche de tus rizos
iluminados por una cinta enjoyada!
¡Y qué grácil túnica
cae flotando desde los hombros a los tobillos
con un festón de púrpura y oropel!
Se te podría tomar por una muchacha,
aunque ya mismo, para bien o para mal,
podrías hacer entre las muchachas un buen papel
y ellas te enseñarían el abecé.
EL MUCHACHO AURIGA.
¿Y éste que a modo de imagen magnífica
luce aquí en el trono del carro?
EL HERALDO.
Parece un rey, rico y clemente,
¡afortunado el que su favor alcance!
Ya no tiene nada que desear;
su mirada espía dónde falta algo
y su puro placer cuando da,
es mayor que la riqueza y la suerte.
EL MUCHACHO AURIGA.
No debes quedarte parado,
tienes que describirlo exactamente.
EL HERALDO.
La dignidad no se describe.
Mas ese saludable rostro de luna,
una boca carnosa, mejillas floridas
que bajo el adorno del turbante destacan;
esa rica prestancia en su vestido de pliegues
¿qué puedo decir de su compostura?
Me parece reconocer en él a un soberano.
EL MUCHACHO AURIGA.
¡Es Plutón, el llamado dios de la riqueza![315]
El mismo viene aquí con toda su pompa
pues mucho lo desea el gran emperador.
EL HERALDO.
Dinos también de ti mismo el porqué y el cómo.
EL MUCHACHO AURIGA.
Yo soy la prodigalidad, soy la poesía:
poeta soy que se completa
cuando su mejor bien entrega;
también soy rico sin medida
igual a Plutón en mi estima,
animo y adorno sus galas
lo que él no tiene, doy sin tasa.
HERALDO. Muy bien te sienta la jactancia
pero muéstranos tus artes.
EL AURIGA. ¡Pues mirad! Me basta chasquear los dedos
y ya brilla y centellea todo en torno al carro.
¡Ahí sale un collar de perlas!
[Sin parar de chasquear los dedos todo en torno a él.]
Os entrego fíbulas de oro,
diademas y peines costosos,
piedras en anillos montadas
y a veces también unas llamas
que por incendiar algo claman.
HERALDO. ¡Cómo agarra y rapiña toda esa buena gente!
Casi se ve en aprietos el dador.
Chasquea y lanza joyas como en un sueño,
y a la rebatiña las cogen en el amplio salón.
Pero ya veo nuevas artimañas:
de lo que con tanta ansia alguno echó mano,
por cierto que de poca ganancia le va a servir;
las dádivas se volatilizan,
se disuelve la gargantilla de perlas
y le corren escarabajos por las manos;
el pobre necio los tira a lo lejos,
y le zumban en derredor de la cabeza.
Los otros en vez de cosas sólidas
sólo atrapan frívolas mariposas.
Así que el pícaro que tanto prometía
sólo ha regalado brillo de oropeles.
EL MUCHACHO AURIGA.
Ya veo que aunque sabes anunciar máscaras
lo de explorar qué se esconde tras la cáscara
no es asunto de un heraldo de corte;
para eso hace falta una vista más aguda.
Pero me guardo de entrar en disputas;
a ti, mi señor, dirijo mis palabras y preguntas.
[Dirigiéndose a Plutón.]
¿No me confiaste a la novia del viento
de la cuadriga, creyendo en mi tiento?
¿No guío bien, como tú ordenas?
¿Y no estoy siempre donde esperas?
¿No supe con osadas alas
alcanzar para ti la palma?
Y cuando por ti he luchado
la victoria siempre he logrado.
Si adornan tu frente laureles
yo los tejí con mano y mente.
PLUTÓN. Si tengo que dar testimonio tuyo
que eres espíritu afín digo a gusto.
Pues obras siempre a mi manera
y hasta en riqueza me superas.
Me gusta premiar tus mercedes
sin coronas, con ramos verdes.
A todos anuncio muy claro:
éste es mi hijo bienamado.[316]
EL MUCHACHO AURIGA [a la multitud].
El más rico don de mi mano
en torno mío he derramado.
Sobre esta y esa otra cabeza
lucen mis llamas con belleza;
saltan traviesas de uno a otro,
huye de éste, quédase en pocos.
Raras veces se alza la llama
luciendo breve vivaz gala.
A muchos, sin llegar a verla,
triste se extingue tras prenderla.
PARLOTEO DE MUJERES.
Ése de ahí arriba, el de la cuadriga,
a buen seguro es un charlatán.
Lleva acurrucado detrás al payaso[317]
de hambre y de sed consumido
como nunca se le llegó a ver.
Seguro que si le pellizcan ni se entera.
EL ESCUÁLIDO.[318]
¡Fuera, repugnantes mujeres!
No soy conforme a vuestras leyes.
Cuando ellas el hogar cuidaban
Avaricia a mí me llamaban;
iban bien las cosas en casa,
mucho entraba, de salir, nada.
Celoso cuidaba yo el arca,
de vicio tal vez lo tildaban.
Mas ved que en los últimos años
que la mujer no ahorra ya gastos
y como mal pagador tiene
muchos más caprichos que bienes,
mucho ha de sufrir el marido:
donde mira, deudas, recibos.
Mas si devanando gana algo,
lo emplea en su cuerpo y su amado;
bien come también y más bebe,
pues tiene de galanes huestes.
Del oro me aumenta el encanto:
soy hombre, avaricia por tanto.[319]
MUJER PRINCIPAL.
Sea tacaño el dragón con los dragones;[320]
al fin y al cabo es todo engaño y mentira.
Viene aquí a soliviantar a los maridos,
como si no fueran ya lo bastante fastidiosos.
MUJERES EN MASA.
¡Ese espantajo! ¡Dadle un bofetón!
¿Qué nos quiere ese potro de tormento?
¿Nos tenemos que asustar de esa facha?
Los dragones son de madera y cartón:
¡ánimo, vamos a por él!
EL HERALDO.
¡Por mi vara! ¡Haya paz!
Mas apenas es precisa mi ayuda,
ved cómo esos monstruos furiosos
pronto han conseguido hacerse un sitio
y despliegan su doble pareja de alas.
Irritadas se agitan las escamosas fauces
de los dragones vomitando fuego.
Huye el gentío, despejado está el campo.
[Plutón se baja del carro.]
¡Con qué majestad se acerca!
A su señal los dragones se mueven,
han traído del carro el arca
con el oro y la avaricia.
Allí puede verse, a sus pies:
es un prodigio cómo ha ocurrido.
PLUTÓN [al auriga].
Ya estás libre de la pesada carga,
corre a tu esfera[321] rápido y sin traba.
¡Aquí no está! Confuso, abigarrado,
nos rodea aquí un tropel de espantajos.
Sólo donde dulce claridad veas,
do de ti fíes, a ti pertenezcas,
do sólo gusta lo bello y lo justo,
en la soledad: crea allí tu mundo.
MUCHACHO AURIGA.
Como digno embajador yo me veo,
pues como a fiel pariente yo te quiero.
Donde tú moras, reina la abundancia,
donde yo, siente cada cual ganancia.
¿Quién no duda en esta vida dispar?
¿Se deben a ti, o a mí, entregar?
Si los tuyos pueden holgar ociosos,
los míos siempre andarán afanosos.
Mas no ejecuto a escondidas mis actos:
en cuanto respiro, ya me delato.
Así que ¡adiós! Tú eres quien me da dicha.
Llama quedo y presto estoy a tu vista.
[Se marcha igual que vino.] [322]
PLUTÓN.
¡Llegó la hora de soltar tesoros![323]
Los cierres abro con vara de heraldo.
Los calderos de cobre mirad todos:
bulle cual sangre de tono dorado,
flotan arriba coronas y joyas,
las funde, amenaza tragarlas todas.
GRITOS ALTERNANTES DE LA MULTITUD.
¡Mirad esto! ¡Y eso! ¡Cómo rebosa
el arca hasta los mismos bordes!
Se funden las vasijas de oro,
rollos de monedas salen rodando.
Los ducados saltan como acuñados,
¡ay, y cómo me agita esto el pecho!
¡Cómo veo aquí todo cuanto deseo!
Por ahí andan revolcados por el suelo.
Os lo ofrecen, así que aprovechaos presto.
Con que os agachéis ya seréis cresos.
En cuanto a nosotros, cual rayos veloces,
nos apropiaremos cuanto antes del cofre.
EL HERALDO.
¿Qué os pasa, insensatos? ¿Me venís con ésas?
Si no es más que una broma de carnaval.
Esta noche no se pide nada más.
¿Creéis que os van a dar oro y cosas valiosas?
En este juego hasta las mismas fichas
son ya demasiado para vosotros.
¡Necios! En cuanto veis una bonita apariencia
la tomáis por la verdad pura y desnuda.
¿De qué os vale la verdad? A una vaga ilusión
os aferráis por todos los posibles cabos.
Plutón disfrazado, héroe de mascarada,
sácame a toda esta gente de mi vista.
PLUTÓN.
Para eso bien vale tu vara,
dámela un momento prestada.
La meto que hierva en el fuego,
guardaos bien máscaras, luego.
¡Qué chispas! ¡Cómo arde y estalla!
En ascuas está ya la vara.
Quien demasiado ahí se acerca,
sin piedad abrasado queda.
Ahora voy a iniciar mi vuelta.[324]
GRITOS Y TUMULTO.
¡Ay, estamos perdidos!
Sálvese quien pueda!
¡Tú, el de detrás de mí, atrás, atrás!
Me saltan a la cara chispas ardientes;
me oprime el peso de la vara candente.
Estamos todos perdidos sin remedio.
¡Atrás, atrás, tropel de máscaras!
¡Atrás, atrás, gentío insensato!
¡Ojalá tuviera alas para salir volando!
PLUTÓN.
Ya el círculo han despejado
y creo nadie está abrasado.
Huye la gente,
gran pavor siente.
Como prenda de orden yo trazo
invisible a todos un lazo.[325]
EL HERALDO.
Has hecho un trabajo soberbio.
¡Qué agradecido estoy a tu sabia fuerza!
PLUTÓN.
Paciente aún habrás de ser mucho,
pues amenazan más tumultos.
LA AVARICIA.[326]
Así, al menos, como a uno place,
con gusto al gentío ver cabe;
pues siempre van antes mujeres,
do mirar algo o comer pueden.
No creáis que estoy acartonado,
una bella es siempre un regalo,
y hoy, puesto que nada cuesta,
galantear será mi empresa.
Pero como el sitio rebosa
y no oyen todos cada cosa,
voy a intentar, espero con fortuna,
expresarme en pantomima y sin duda.
Si no me bastaran manos, pies, gestos,
tendré que recurrir a un buen pretexto.
Modelaré oro como húmedo barro
transfórmase en todo ese metal raro.
EL HERALDO.
¿Qué se propone ese loco tan flaco?
¿Alguien tan famélico puede gastar humor?
Todo ese oro lo moldea y lo hace masa
que se pone blanda entre sus manos;
por más que lo aprieta y redondea,
sigue siendo siempre algo informe.[327]
Se dirige hacia aquellas mujeres,
todas gritan y quieren huir,
hacen ademanes de mucho rechazo;
el pícaro muestra malas intenciones,
me temo que pueda hallar deleite
si es capaz de ofender la decencia.
Ante esto no puedo seguir callado,
dadme mi vara para expulsarle.
PLUTÓN.
Lo que fuera[328] amenaza él no sospecha.
Déjale con sus bufonadas.
Ya no habrá lugar para bromas, befas,
más la necesidad que la ley manda.
TUMULTO Y CANTO.
PLUTÓN.
A Pan y a vosotros bien os conozco,
un osado paso habéis dado todos;
sé muy bien lo que no sabe cualquiera
y el estrecho lazo abro cual debiera.
¡Ojalá os siga un buen destino!
Pudiera ocurrir un prodigio;
no saben por dónde circulan,
ni toman precaución alguna.
CANTO SALVAJE.
¡Pueblo ostentosamente ornado!
Vienen con tosquedad, rudeza,
con altos saltos y carreras,
aspecto recio y aplicado.
LOS FAUNOS.[332]
El tropel de faunos
con danzas y saltos,
corona de encina
en su testa riza,
oreja bien afilada
que asoma de su maraña,
la nariz roma y muy ancha la cara,
tiene a las mujeres encantadas:
cuando un fauno les extiende una pata
rara será quien le niegue la danza.
UN SÁTIRO.[333]
Viene en pos el sátiro a saltos
con pie de cabra y muslos flacos;
quiere tener piernas huesudas
para escalar como gamuzas,
mirar feliz desde las cimas.
Aires de libertad le animan,
desprecia niño, mujer, hombres
que en el valle, entre humo y vapores,
contentos creen que también viven,
mas sólo de él, puro, apacible,
el mundo es y sólo él es libre.
LOS GNOMOS.[334]
Entra a pasitos el pueblecillo,
no andan en parejas unidos;
trajes mohosos y lamparillas
muévense y mézclanse muy deprisa;
cada cual se afana y va a lo suyo
cual de hormigas lucientes barullo;
bullen con afán por todos lados,
de izquierda a derecha muy ocupados.
Del buen duende parientes cercanos,
de las rocas sabios cirujanos,
las cumbres montañosas sangramos,
sus ricas venas bien explotamos;
metal a montón siempre hallamos
al fiel conjuro de ¡suerte!, ¡suerte![335]
Tiene todo esto buena intención,
los gnomos del justo amigos son,
aunque el oro sacamos al día
para robos y alcahueterías,
y hierro al soberbio no falta
que maquina el crimen de masas.
Y quien tres mandamientos desprecia[336]
tampoco los demás mucho aprecia.
Pero todo eso no es culpa nuestra;
como nosotros, tened paciencia.
LOS GIGANTES.
Hombres salvajes son llamados[337]
en las cumbres del Harz afamados;
al natural desnudos, fuertes,
llegan gigantescos en huestes;
en la diestra un tronco de abeto,
un grueso cinto en torno al cuerpo,
tosco mandil de ramas y hojas,
guardas así, ni el Papa en Roma.
NINFAS [a coro. Rodeando al gran Pan].
¡Viene ahí Pan!
Del mundo entero
es vivo espejo
nuestro gran Pan.[338]
Las más alegres, rodeadle,
en loca danza circundadle:
pues por ser serio y bueno al tiempo
mucho desea vernos contentos.
También bajo el azul del cielo
ha velado siempre despierto;
mas oye correr los arroyos
la brisa le arrulla el reposo
y cuando al mediodía duerme
y ni hoja en la rama se mueve,
balsámico aroma de planta
invade las brisas calladas,
la ninfa no ha de estar activa,
donde está, se queda dormida.
Cuando inesperada y violenta
potente la voz del dios suena,
chasquido de rayo, de mar,
nadie sabe adonde mirar;
la brava hueste se dispersa
el héroe en el tumulto tiembla.
Honra, pues, a quien honra vale
y a quien nos condujo aquí ¡salve!
DELEGACIÓN DE GNOMOS [al gran Pan].
Cuando el rico oro en las fallas
en filamentos se cuela,
sólo la mágica vara
sus laberintos enseña;
en negras cuevas cavamos
la casa los trogloditas,
y gentil tú das regalos
a la pura luz del día.
Aquí al lado descubrimos
fuente de metal precioso
que promete dar con mimo
lo que de hallar es penoso.
Tú esto a bien sabrás llevarlo,
Señor, guárdalo en tu seno:
cada tesoro en tus manos
beneficia al mundo entero.
PLUTÓN [al heraldo].
Debemos alzar nuestro ánimo sin pena
y dejar que ocurra lo que ocurrir deba;
tú sueles tener la mayor entereza.
Presto se ha de ver una cosa tremenda;
aunque el mundo y la posteridad lo niegan:
anótalo en tu protocolo[339] sin mengua.
EL HERALDO [tomando la vara que Plutón sostiene en la mano].
Los enanos conducen al gran Pan
suavemente hacia el gran surtidor de fuego
que sube hirviendo desde el más profundo abismo
para después hundirse de nuevo en el fondo
y dejar a oscuras a la abierta boca.
De nuevo sube bullendo con su fuego hirviente,
el gran Pan se encuentra complacido
alegrándose de estas cosas prodigiosas
y una espuma de perlas salpica a diestra y siniestra.
¿Cómo se le ocurre fiarse de algo así…?
Se inclina para mirar en lo más profundo.
¡Pero ahora resulta que cae dentro su barba!
¿Quién será aquel barbilampiño?
La mano lo oculta a nuestra vista.
Ahora sucede un gran desastre:
la barba se inflama y vuela de vuelta[340]
incendiando corona y cabeza y pecho:
en dolor se transforma la dicha.
A extinguir las llamas la multitud se precipita,
mas nadie se libra de las llamas
y cuanto más golpean y patean
más se avivan llamas nuevas.
Envuelto en el ígneo elemento
arde un grupo de máscaras entero.
Mas, ¿qué oigo? ¿Qué anda corriendo
de oído en oído y de boca en boca?
¡Oh, noche por siempre malhadada,
cuántos males nos has traído!
El día nuevo anunciará
lo que nadie quisiera escuchar;
pero en todas partes oigo gritar:
«es el emperador quien sufre tanto mal».
¡Ay, si pudiera ser cierta otra cosa!
Arde el emperador junto con su séquito.
Maldita sea la que le indujo,
y se enroscó brotes resinosos
para venir aquí a montar bulla
y a ser la perdición de todos.
¡Oh, juventud, juventud! ¿Nunca
circunscribirás la alegría a su justa medida?
¡Oh, majestad, majestad! ¿Nunca actuarás
de modo tan razonable como todopoderoso?
Ya están prendiendo el bosque las llamas,
sus puntiagudas lenguas lamen las alturas
en dirección a la cubierta de maderas cruzadas;
nos amenaza un incendio general.
La medida de la aflicción está colmada,
y no sé quién podrá salvarnos.
En montón de cenizas de una noche
yacerá mañana la rica pompa imperial.
PLUTÓN. ¡Basta ya de tanto espanto,
con auxilios acudamos!
¡Mágica vara golpea,
que el suelo tiemble con fuerza!
¡Aérea zona espaciosa,
llénate de fresco aroma!
¡Venid! Vagad por las salas,
nieblas y nubes preñadas:
tapad el caos de llamas.
Discurrid, musitad crespas,
calmad, ondulad ligeras,
pugnad por apagar todo
vosotras, húmedas, frescas,
en mera luz de tormenta
convertid la llama fiera.
Si los espíritus retan,
la magia a salvar se presta.