HUIDA A CATALUÑA

EL tiempo que pasó en Cataluña fue, al principio, dichoso para la muchacha. Según sus propias palabras, se acercó más que nunca a su padre, con quien iba a merendar a las Ramblas, a caminar por el paseo de Gracia, a las carreras de caballos y, cómo no, a la ópera. «Éramos tan felices cuando nos íbamos juntos a conquistar el mundo. Decían que nos parecíamos. Mi madre entornaba sus ojos azules, mirándonos: pienso como te dijo el rey: ¡qué ejército tendría si todos los coroneles fueran como tu hija!»[62]

Una frase parecida recordaba haber escuchado, de boca de la propia María Teresa, el actor Salvador Arias. En sus conversaciones con la que fuera su compañera de aventura en Las Guerrillas del Teatro, había podido comprobar que la escritora riojana, «como hija de militar, aún recordaba el día en que Alfonso XIII fue a Burgos y le dijo a su padre que si todos sus soldados fueran como ella, menudo ejército tendría»[63].

Todos se referían a un baile celebrado, poco tiempo atrás, en uno de los salones burgaleses de más renombre. El escritor Óscar Esquivias ha descrito, dentro del ambiente provinciano de esos años, «el llamado Salón de Recreo, una sociedad privada de ocio fundada en 1858 donde se reunía lo más exquisito de Burgos. Aquí se jugaba, se apostaba, se organizaban banquetes de lujo, también se leía -se recibía toda la prensa y la biblioteca era espectacular-, se organizaban exposiciones y conferencias. Y bailes, unos famosos bailes»[64] . María Teresa hablaba en sus memorias de esos bailes y de «aquella alegría casi pagana con que los burgaleses aguardan la noche para volver a los ritos mágicos del amor y del baile y de la sombra», «Pasaba el tiempo. Paseó entre uniformes y fracs provincianos en algunas fiestas dadas en ese salón tan rojo y tan dorado que desvanecía todos los rosas y azules de los vestidos de las muchachas»[65] . La escritora acudió con su familia a uno de esos fastuosos salones y, en un momento de la velada, el rey, que se encontraba de visita, la sacó a bailar. María del Carmen de Prado, amiga de García Lorca y compañera del poeta en la aventura de La Barraca, ha recordado que, pese a la firme condición republicana de María Teresa, ésta siempre conservó los zapatos que llevaba puestos durante aquel baile con el rey.

Mientras, en Barcelona, una ciudad recorrida por los guardias con mosquetes al hombro debido a las revueltas obreras y a la violencia anarcosindicalista, también era posible y gozoso asistir al Teatro Liceo. «Jamás vi joyas más fabulosas -comentaba la joven-. No era tan importante la ópera que se cantaba como la riqueza que se exhibía»[66] . En el otro extremo se iban amontonando acontecimientos menos solemnes, como el día en que uno de los oficiales de la guarnición barcelonesa subió a casa de doña Oliva para preguntarle cómo se hacía el engrudo para pegar carteles, pues tenían que ir por la ciudad colocando el bando.

Tras la «huida» a Cataluña y los meses de embarazo, el 1 de noviembre de 1920, María Teresa León contraía matrimonio con Gonzalo de Sebastián Alfaro en la iglesia parroquial de la Purísima Concepción de la ciudad y diócesis de Barcelona. Dadas las circunstancias, ningún miembro familiar acudió al acto, y la ceremonia se redujo a la intervención del capellán párroco del regimiento Dragones de Santiago, 9.º de Caballería, don José Valenzuela, y a la presencia de dos testigos, el Padre Alfonso Charausset y don Alfonso Vailloun, vecinos de Barcelona sin ninguna vinculación con los contrayentes. María Teresa había cumplido los diecisiete años el día anterior a su boda; y justo once días después, el 11 de noviembre, nacía su primer hijo, Gonzalo María. En el acta de bautismo, el oficiante don José Valenzuela, Notario-Secretario de la tenencia Vicaría General castrense de la región, dejaba escrito que el niño había nacido a «las veintitrés y cincuenta y cinco minutos, en la calle de Gerona, número 27, piso segundo, puerta primera». Fueron puestos al bebé los nombres de Gonzalo, María, Andrés, Carlos y Ángel; figurando como padrino el coronel León, que fue representado en la ceremonia bautismal por Ángel León Goyri, hermano de la escritora.

María Teresa no tuvo tiempo de asimilar y de entender aquella nueva etapa de su vida. «Nació el hijo primero cuando ella era tan joven que enternecía. Seguramente Eva sintió esa misma sorpresa en sus entrañas. El médico se quedó a la cabecera, acariciándole la cabeza. Niño, niño, le balbuceaba mientras ella perdía el conocimiento. Le costó mucho acostumbrarse a que un niño y no una muñeca la esperase en la casa»[67].