FÁBULAS DEL TIEMPO AMARGO

ANTES de tomar el vuelo de regreso a América, María Teresa y Rafael viajaron a París, Milán y Rumanía, donde tenían proyectos literarios pendientes de cerrar. «Era el otoño de 1961 -apunta el escritor Darie Novaceanu-, más exactamente octubre de ese año, cuando los dos vinieron a Bucarest y los conocí por primera vez. […] Lo que sé con certeza es que Rafael y María Teresa se sentían muy bien, a su aire, en Rumanía, donde habían estado más veces, empezando con el año 1955»[544] . Tampoco sería la última ya que los dos escritores españoles, comprometidos a traducir poesía rumana, habían publicado en Buenos Aires -como ya anunciamos en anteriores páginas-, ese mismo año, de la mano de Losada, las primera obras de Eminescu y Tudor Arghezi al castellano, y lo volverían a hacer tres años más tarde. El hecho es que, de aquella nueva visita a Bucarest, surgió la idea de traducir una selección de poesía popular que, según Novaceanu, hechizaba a la autora riojana. Pero lo interesante del testimonio aportado por el escritor y periodista rumano -que por aquellas fechas preparaba su tesis doctoral sobre El universo lírico de Federico García Lorca- es el método de trabajo que empleaban María Teresa y Rafael:

«Se les había entregado traducciones lineales […]. Papeles sobre la mesa, no me pedían una traducción más (disponían de algunas en francés), sino de leerles en rumano los respectivos poemas, para captar al sonido original, letras que eran palabras, palabras que eran versos, ritmos, métrica, […] los dos apartaban poemas que no les despertaban mucho interés y se volcaban en común sobre los que les atraían más por razones muy suyas, algunas intuidas también por mí. Quien siempre los pasaba a limpio era María Teresa. Con su caligrafía de letras firmes, como grullas que despegan para un largo vuelo, desde abajo a la derecha, hacia lo alto. Con ellos he aprendido de modo práctico cómo se logra una buena traducción, volviendo más veces sobre la sintaxis y semántica. […]. Es así como, gracias a Rafael y María Teresa, tenemos en español un libro de poemas de Eminescu, otro de Tudor Arghezi y uno más con Doinas y baladas rumanas. También una novela de Mihail Sadoveanu -El hacha (Baltagul)-, labor exclusiva de María Teresa León. […] una narración construida de modo magistral sobre la estructura épica de Mioritza, el mito de nuestra comunicación con el cosmos y resignación frente al destino»[545].

Ya en Buenos Aires, apenas tuvo tiempo la escritora de organizar la vida familiar para enfrentarse a un año, 1962, cargado de momentos que determinarían el cambio y el giro que los Alberti darían a su existencia poco después.

María Teresa pudo ver editada su última cosecha literaria: Fábulas del tiempo amargo. Publicada por Ecuador 0º 0’ 0”. Revista de poesía universal (México, octubre de 1962), la obra consistía en una colección de cinco relatos que continuaba la línea de algunos cuentos recogidos en Morirás lejos y Las peregrinaciones de Teresa. En estas cinco fábulas -«Soledad ¿por quién preguntas?», «Comed, comed, que ya estoy invitada», «El Viaje», «Las estatuas» y «Por aquí, por allá»- la memoria es de nuevo el cordón que nos ata al pasado y que posibilita la esperanza en el regreso; sin embargo, el tono vuelve a ser el de la confesión íntima ante la patria perdida, el del desarraigo y el de la vida difícil en suelo extraño. Los años de destierro, pese a las décadas transcurridas, seguían siendo para la autora un «tiempo amargo» que no había logrado superar y que las circunstancias presentes -cada vez más hostiles- hacían ya irrespirable. «Ante el dictado implacable del destino caben dos salidas -señala J.C. Estébanez Gil-: olvidar, rompiendo el cordón umbilical con el pasado y replanteándose una nueva existencia o permanecer fieles a las propias raíces a través de la memoria. María Teresa León denuncia la postura cómoda del olvido»[546] . No obstante, Fábulas del tiempo amargo, más allá del recurrente valor testimonial de los textos de nuestra escritora y de un peligroso estancamiento formal, suponía un importante paso hacia un estilo más depurado y un predominio de las coordinadas estéticas frente a la finalidad social, ideológica y práctica de la literatura. Podríamos afirmar incluso que, en un tiempo en el que la realidad pasaba de nuevo su inclemente factura y las amenazas contra exiliados políticamente marcados convertían la vida en un peligro, María Teresa era capaz de depurar su estilo, elevar su imaginación creadora y prestar una permanente atención a la forma.