ISABEL INGHIRAMI. EL NACIMIENTO DE UNA ESCRITORA

EL año 1924 marcaría importantes cambios en la vida de María Teresa. Y el primero, y quizá más significativo, fue su estreno como escritora en las páginas del Diario de Burgos. Se trataba de un cuento titulado De la vida cruel y salía el 11 de diciembre de 1924. A éste le seguirían treinta y nueve colaboraciones más que vieron la luz, hasta junio de 1928, en la prensa burgalesa, incluyendo en la relación de cuentos y artículos, como excepción, el relato breve En los tentáculos de los siglos[71], texto perdido hasta 2012, que apareció en febrero y marzo de 1925 en la Revista de la Raza, publicación madrileña vinculada a la Liga Internacional de las mujeres ibérica e hispanoamericanas, de claro signo feminista.

Salvo los últimos trabajos, la mayoría llevaban la firma de Isabel Inghirami, heroína de ficción creada por Gabriele D’Annunzio[72], aristócrata, poeta y escritor italiano que pasó a la historia también como político, militar y héroe de la Primera Guerra Mundial. La decisión de tomar el seudónimo de un prototipo de mujer rebelde puede deberse a la situación personal que empezaba a vivir la escritora, quien por esas fechas de finales de 1924 veía fondear su matrimonio. Las ansias de sentirse liberada de una atadura que oprimía su felicidad, la influencia del ambiente cuartelero y la figura de su padre, más presente que nunca, con quien se sentía especialmente unida en ese tiempo, pudieron ayudarle a escoger ese seudónimo liberador. Pero quizá la razón haya que encontrarla en algo más impensado y sencillo, o en la teoría de que la idea vino de su admirado Pedro Salinas, que en una de sus estancias en los Cursos de Verano de Burgos, comparó a María Teresa con el personaje de D’Annunzio: «Isabel Inghirami. ¿Y por qué una heroína d’annunziana? ¡Bah!, el primer nombre que le cayó bajo los ojos. Se le agrandó el corazón cuando Pedro Salinas, el poeta que se paseaba por el Espolón seguido por sus admiradores, escribió: “Como dice María Teresa León, tan amiga de Isabel Inghirami…”»[73]

Lo incontestable era ya su compromiso con la literatura, con la palabra y con la tradición. Y si nos ajustamos al tema dominante en los primeros relatos, tan inspirados en el romancero lírico novelesco y en un castellanismo literario, veremos que el motivo de «la malcasada» o «la malmaridada» no es, ni más ni menos, que un resumen de su primera frustración amorosa y la consecuente ruptura matrimonial. En realidad, la situación con su esposo era insostenible. El lazo conyugal estaba a punto de soltarse y el matrimonio, al borde del fracaso.