JUEGO LIMPIO

ADEMÁS del vistoso volumen de Sonríe China, María Teresa publicó en 1958 el libro Nuestro hogar de cada día. Breviario para la mujer de su casa, obra aparentemente singular en la producción de nuestra autora, poco conocido en España, pero que tuvo en Argentina enorme repercusión y varias ediciones (1959 y 1961). Se trata de un volumen misceláneo de 305 páginas -formato de 19 × 12 cm con viñetas en los márgenes exteriores a modo de escolios- lleno de consejos gastronómicos, de tareas domésticas y de contenidos culturales y literarios. Además de recetas, de ideas sobre cómo aprovechar los restos de la comida, de recomendaciones sobre belleza, buenas maneras, primeros auxilios, trucos y remedios caseros para combatir las jaquecas, el insomnio, la afonía, las intoxicaciones, las picaduras, etc., el libro proponía sitios para visitar si se viajaba a ciudades como Lima o París, incluía pensamientos, reflexiones filosóficas, críticas literarias y teatrales, fragmentos literarios de Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Alberti, Miguel Hernández, Bernard Shaw, César Vallejo, Bécquer, Cervantes, Séneca, Petrarca, Oscar Wilde, Henry James o Mark Twain; recomendaba obras «que no pueden faltar en una biblioteca» de autores hispanoamericanos como Eduardo Mallea, Estela Canto, Horacio Quiroga, Leopoldo Lugones, Norah Lange, Mujica Láinez, Ricardo Güiraldes, Oliverio Girondo, Alfonsina Storni, Ezequiel Martínez Estrada o Pablo Neruda.

La base del libro eran los textos empleados por la escritora riojana, durante años, en su programa radiofónico «Charlas de María Teresa»; y la idea de recoger ese material en un volumen único partió de nuevo de Jacobo Muchnik, verdadero amigo de los Alberti y editor particularmente sensible con la obra de María Teresa. Fue él quien incluyó Nuestro hogar de cada día en la colección Biblioteca de Mucho Gusto -revista de éxito dirigida, como ya sabemos, por Muchnik- de la editorial bonaerense Compañía General Fabril Editora, la misma empresa que un año más tarde sacaría a la luz La arboleda perdida, primer tomo de las memorias del Alberti. En realidad, tras esos textos y esos guiones que recogen la tarea de madre, esposa, salvaguarda del hogar y femme de lettre encontramos también un aliento feminista, reivindicativo que, sin huir de la cocina y de las tareas domésticas, reclama para ellas la participación del hombre. Son numerosas las referencias femeninas y feministas que recorren el libro: Isadora Duncan, Juana la Loca, Aurore Dupin (George Sand), Madame de Staël, Catalina de Mèdicis, María Rosa Oliver, Teresa de Ávila, Mariquita Thompson o Mariana Pineda. Y en esta línea, María Teresa, en su pretensión de ofrecer a las amas de casa una obra de apoyo para solucionar las sorpresas que provocan los duendes domésticos, continuaba la labor emprendida por otras mujeres igualmente admirables como la escritora Carmen de Burgos (Colombine) en El arte de ser amada o Vademécum femenino, Margarita Nelken en Maternología y puericultura o Constancia de la Mora, la esposa del general Hidalgo de Cisneros, en su libro Doble resplandor, editado en México en 1944.

Ni siquiera en una obra como Nuestro hogar de cada día, considerada menor o de circunstancias, podía ocultar María Teresa León su vocación literaria y su gran talento, pero será en 1959, meses después de la edición de su libro dedicado al cuidado de la vida doméstica, cuando publique una de sus mejores piezas narrativas: Juego limpio.

Ambientada en la Guerra Civil, en esa realidad histórica que vivió la autora, la novela tenía el propósito de rendir un homenaje a sus compañeros de las Guerrillas del Teatro, desde el primero hasta el último de sus componentes, en especial a Jesús García Leoz, Edmundo Barbero, Santiago Ontañón, Emilia Ardanuy, Angelines Fernández, Emilio Menéndez y Juana Cáceres. Declaraba la propia María Teresa que la escritura de este relato se la debía a esta última, a Juanita Cáceres: «era la única verdadera actriz de nuestro grupo, vivía peligrosamente, era agresiva, fuerte. A ella le debo haber escrito Juego limpio, después que apareció en Buenos Aires, a los pocos años de haber concluido nuestra guerra, reavivándome la memoria»[511].

Juego limpio se fue gestando a lo largo de veinte años. Apareció con el sello de Editorial Goyanarte, Colección El mundo al día, gracias a la invitación del escritor, editor y empresario guipuzcoano Juan Goyanarte, director a la sazón de la revista argentina Ficción, fundada en 1957, en la que colaboraba Gloria Alcorta, una de la grandes amigas de María Teresa en esos años: «¡Ah, aquel bosque sagrado donde se cruzaba la amistad como en los sitios bendecidos y mágicos! ¿Recordáis cómo nuestro juego temporal de vivir alcanzaba una plenitud de duración casi divina? ¿Recuerdas, Inés Bonadeo, cómo llegabas hasta nosotros bella y alta? ¿Recuerdas, Gloria Alcorta, cargada con tus versos y tus ideas teatrales cómo aparecías en aquellas reuniones que Rafael, por ser de tantas mujeres solas, llamó de Lesbolandia?»[512].

Juego limpio volvía a ser una novela sobre la contienda civil española, sobre la vida de los cómicos e intelectuales de las Guerrillas del Teatro, entre otras razones porque la escritora no se había arrancado del alma, en dos décadas de exilio, los estragos de la guerra. «A veces, María Teresa y Rafael despertaban en la noche angustiados -así recordaba Aitana Alberti aquellas noches de su infancia-. Tableteo de ametralladoras, explosiones horribles, incendios, gritos… Es difícil controlar los sueños»[513] . Y en el sueño de ese relato, cuyo fondo era una desoladora aceptación de la fatalidad, la acción se tejía en torno a la figura de Camilo, sacerdote agustino y soldado que, atraído por la causa popular, renunciaba a pasarse al bando fascista y a formar parte de la quinta columna. Entregado a la defensa de la República, participaba en las actividades de una compañía teatral. Al parecer, tanto el personaje como su nombre no eran fruto de la ficción novelesca. Según Salvador Arias, Camilo era un monje agustino que había colgado los hábitos para alistarse en las milicias pocos días después del alzamiento militar y formó parte de las Guerrillas del Teatro. Al acabar la guerra, se marchó como misionero a América y dejó finalmente la orden para casarse. En Juego limpio, el cura-soldado permite a la autora personificar el desgarro de la derrota, la muerte del progreso, la legalización de las desigualdades y el gran fracaso de la justicia. Pero también lo logra con una polifonía de voces y con ese juego de perspectivas que configuran los demás personajes, ejemplo claro de la lucha política y cultural en la retaguardia a favor de la República.