CUENTOS DE LA ESPAÑA ACTUAL

LO que sí se puede constatar del periplo americano es la definitiva toma de conciencia y el sentimiento de lucha que adquiere María Teresa León, un sentimiento que va desde los aborígenes brasileños, desde el sufrimiento de los presos políticos venezolanos o los encarcelados de la Cuba de Batista. «En esa inclinación a la solidaridad con el hombre desfavorecido y el dolor ajeno -comenta Estébanez Gil- nos aporta una clave fundamental para comprender el compromiso político que asumió»[232].

Producto de esa inquietud y de ese pensamiento fue la aparición en México, poco antes de su regreso a Madrid, del libro Cuentos de la España actual, su cuarta colección de relatos. María Teresa había dejado el manuscrito de 131 páginas en la redacción de la Editorial Dialéctica, que estaba financiada por el Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Papelera. Los diez cuentos que constituían el volumen tenían un claro tono revolucionario: «Liberación de octubre», «Letrero en las vallas», «Una estrella roja», «Su hermano el maestro», «Sistema pedagógico», «Un examen», «Infancia quemada», «El pequeño burgués», «El derecho de la nación» y «Cara de perro». Eran cuentos orientados a la defensa del proletariado y de los menesterosos, y en ellos prestaba plena atención a los más débiles, especialmente a los niños y a las mujeres, víctimas siempre inocentes de unas estructuras y de un sistema injustos. El profundo componente social de la obra contaba con el precedente inmediato de algunas novelas de Ramón J. Sender, Díaz Fernández, César Arconada y Joaquín Arderíus. Sabemos que gran parte de estos cuentos fueron escritos por María Teresa a lo largo de su viaje por la Unión Soviética, Europa y América, es decir, entre el periodo de los sucesos asturianos de octubre y el verano de 1935 (final del bienio negro en España), fecha en la que entregó el texto a la editorial mexicana. En estos relatos «se aprecia -como indica de nuevo Juan Carlos Estébanez Gil- el determinismo narrativo, el maniqueísmo en la presentación de los personajes y una clara parcialidad hacia el polo proletario. La oposición dialéctica proletariado/burguesía está orientada hacia un fin didáctico-social; busca la ejemplarización para la toma de conciencia revolucionaria»[233] . Tal oposición es la que rige la acción en la mayoría de los cuentos, que ven discurrir los hechos en un espacio rural asentado en viejas estructuras señoriales -y en cierto modo feudales- donde los personajes encarnan, desde su perfil de seres anónimos, marginales y débiles en la estructura social, a las víctima de la opresión burguesa. No es de extrañar que José Zapata Vela, presidente del comité directivo de la editorial mexicana que publicó Cuentos de la España actual, saludara la aparición de la obra con estas palabras dedicadas a María Teresa León: «Camarada María Teresa: Los obreros que en México escucharon tu cálida voz apasionada, te envían este tu propio libro, pleno de incitaciones a la acción, para que sea leído por los incomparables milicianos que construyen y moldean nuestra experiencia de mañana»[234].

Queda claro que estos diez relatos, estos diez episodios de la España de la República que conformaban su nuevo libro, respondían a una literatura de clase y también a una literatura de urgencia, pero con una lograda dignidad literaria. Como apunta Benjamín Prado, «no resulta fácil dar con obras de este tipo, capaces de reunir virtudes estilísticas y documentales, de inventar un mundo de ficción con la misma eficacia con que se retrata el mundo real del que están copiados los personajes que desfilan por sus páginas»[235] . Dicho de otro modo, María Teresa León, pese a cultivar en este libro eso que el profesor Joaquín Marco califica de «ejemplo inexcusable de literatura revolucionaria», supo alejarse de la literatura social de la época y de su carácter meramente panfletario a través de la nota poética, de la captación lírica del detalle, de la sensibilidad, de la observación y de la ternura. «María Teresa León pone su literatura al servicio de una causa -señala María Pilar Celma-, pero sin que por ello pierda literariedad. Si el contenido de sus cuentos agita nuestra conciencia social, su expresividad logra conmover nuestra sensibilidad artística»[236].