MORIRÁS LEJOS

A finales de 1941, la familia Alberti-León viaja a Montevideo donde pasará una provechosa temporada. Son grandes las amistades que han ido fraguando en esos veinte meses y llega el momento de fortalecer los lazos. Allí repetirá la pareja su ciclo de conferencias y también, a partir de 1942, gracias a la generosidad de esos amigos, será en Uruguay donde pasará numerosos veranos, bien en el sofisticado balneario de Piriápolis, bien en Punta del Este.

Prueba de esas buenas relaciones con el país vecino la encontramos en la revista Alfar, dirigida por el gallego Julio J. Casal. La publicación, que tenía su antecedente en la Revista de Casa América-Galicia, fundada en 1922 en La Coruña, se había trasladado con Casal a Montevideo y allí siguió editándose hasta la muerte de éste en 1954. Fue Alfar una de las revistas americanas que más espacio dedicó a la pareja de escritores. En sus páginas encontramos en 1942 la reseña que Juvenal Ortiz Saralegui dedica al último libro de María Teresa, Contra viento y marea, al lado de una más que elogiosa semblanza de la autora a cargo de la profesora y escritora Sofía Arzarello:

«Hube de sobreponerme para salir de la mudez, ante esta estructura de almendras sutiles y estas punzantes luces en que nos absorbe sin prevenirnos, la radiante belleza española de María Teresa León. […] una feminidad pródiga y agresiva como la que tenemos esta noche entre nosotros, que pone en riesgo de humillación a toda mujer que todavía no puede mirarse en ella como en un espejo. […] María Teresa tiene ese hechicero arte de vivir, de rango españolísimo que es arte de morir. Y así deja de ser inexplicable que habiendo caído España al fondo del horror y viéndola cada vez con el espíritu más hambriento sobre huesos pelados, extraiga María Teresa esta alegría que nos obliga a ponernos a su altura. […] Tiene el don intransferible de estando vencida no sentirse vencida. […] Alguien había de enseñarnos a vivir y triunfar de la muerte y esto lo hizo España. Por eso tú, María Teresa, ofreces al que te mira el movimiento del color rojo que acelera el pulso de la visión, fuerza y finura exactas de España, yo las saludo en ti y de ti las tomo ávidamente»[438].

No se quedaba atrás Ortiz Saralegui en su reseña del libro. El crítico uruguayo consideraba Contra viento y marea un relato encomiable en el que lucían de igual modo la denuncia política, el coraje del discurso, el valor literario y el estilo preciso de la autora:

«…su escritura es sagrada por reveladora. Marcas de fuego las de este libro, desnudo de todo artificio, porque ha nacido para la conciencia colectiva. Alternan en él, sueño y acción, fusiles y jacintos, un episodio de América ametrallada y la liberación del hombre español.

»María Teresa León crecida de carmines, altiva castellana bajo la luz del Plata, cuya presencia ha honrado nuestras tribunas recientemente, nos trae la imagen de su pueblo en llamas. Imagen de labores, viento de la muerte inmortal y anónimo heroísmo entre banderas y escombros.

»¿Qué don mayor puede ofrecernos una peregrina?»[439]

 

El ejemplo humano y literario que María Teresa León había dejado en la cultura y en las lejanas tierras de España comenzaba a ser reconocido en aquel continente. Invitada por la Sociedad Hebraica Argentina, el jueves 27 de agosto de 1942 brilló con luz propia a lo largo de su disertación titulada «Voz y canto de España». A sus charlas y a sus colaboraciones en prensa -en el diario España Democrática de Montevideo publica «La tierra arrasada» (17 junio 1942) y «El barco» (11 noviembre 1942)- hay que sumar los programas de radio en los que empieza a intervenir diariamente con voz y con guion propios. Nuestra escritora dirige y trabaja en emisiones de Radio El Mundo, Radio Belgrano y Splendid. Sus textos radiofónicos eran claros, limpios, breves, amenos y pensados esencialmente para un oyente femenino. Se trataba de programas de unos quince minutos que solían emitir de cinco y media a seis menos cuarto de la tarde, como era el caso de Radio El Mundo. Un cuarto de hora hablado significaban entre cuatro y cinco folios mecanografiados por la escritora en papel de escaso gramaje, con una media de 30 líneas por hoja y por una sola cara.

Se puede decir que la etapa más intensa de esa entrega al medio radiofónico queda comprendida entre noviembre de 1942 y mediados de 1943. La recuperación de buena parte de esos guiones por diversas vías nos permite recoger aquí, al menos, medio centenar de ellos, aún a sabiendas de que es de lamentar, como indica María de los Ángeles González, que «no se conserven registros sonoros de estos programas ya que el archivo de la estatal Radio El Mundo, de Buenos Aires -hoy Radio Nacional- desapareció»[440] . Aquellas audiciones radiales llevaban la cabecera común de Charlas de María Teresa y tenían un carácter literario y cultural, además del trasfondo ideológico de un pensamiento y de un pasado estrechamente unido a la lucha política española. La historiadora Dora Schwarzstein señala en su libro Entre Franco y Perón que «durante la década de 1940 en el [café] Iberia se subía el volumen de la radio y se escuchaban las Charlas de María Teresa León […] donde recitaba poesías suyas, de Rafael Alberti, de García Lorca y hablaba sobre la Guerra Civil, primero por Radio El Mundo y luego por Splendid»[441] Los textos recogidos hasta la fecha de esas creaciones radiadas serían, por orden cronológico:

 

—[Teresa Mancha enamorada del poeta José de Espronceda] (radiado el 4 de noviembre de 1942)

—[Una tarde andaluza] (radiado el 9 de noviembre de 1942)

—«La pájara pinta. I» (radiado en noviembre de 1942)

—«Baldomero Fernández Moreno» (radiado el 10 de noviembre de 1942)

—[Jardín Botánico] (radiado el 13 de noviembre de 1942)

—«La pájara pinta. II» (radiado el 17 de noviembre de 1942)

—[Musset y Rachel] (radiado el 18 de noviembre de 1942)

—[Argentina para exiliados] (radiado el 20 de noviembre de 1942)

—[El descubrimiento de América] (radiado el 25 de noviembre de 1942)

—«La loca de la casa» (radiado el 27 de noviembre de 1942)

—[Niños y juegos] (radiado el 2 de diciembre de 1942)

—«El poeta errante, moda de la Edad Media» (radiado el 3 de diciembre de 1942)

—«Canciones del París perdido» (radiado el 3 de diciembre de 1942)

—[Goethe y Charlotte] (radiado el 9 de diciembre de 1942)

—«Hacia la ciudad de las siete corrientes» (radiado el 10 de diciembre de 1942)

—«Sobre algunas costumbres y canciones de España» (radiado el 11 de diciembre de 1942)

—«Los denigrados animalitos que se llaman hormigas» (radiado el 14 de diciembre de 1942)

—«Lope de Vega, gran poeta y sacerdote enamorado» (radiado el 15 de diciembre de 1942)

—«La primera fiesta del amor en Versalles» (radiado el 16 de diciembre de 1942)

—«La primavera» (radiado el 21 de diciembre de 1942)

—[Antecedentes de la fiesta de Navidad] (radiado el 23 de diciembre de 1942)

—«Jardines y aires de la Navidad en mi infancia española» (radiado el 24 de diciembre de 1942)

—«La pájara pinta. III» (radiado el 29 de diciembre de 1942)

—«Canciones de guerra» (radiado el 29 de diciembre de 1942)

—[Caballos y caballeros] (radiado el 30 de diciembre de 1942)

—«La pájara pinta. IV» (radiado el 31 de diciembre de 1942)

—«El poeta Julio Herrera y Reissig o el precio de la gloria» (radiado el 25 de marzo de 1943)

—«Una escritora chilena, Marta Brunet nos va a hablar» (radiado el 3 de abril de 1943)

—«Un corazón puesto al desnudo: Baudelaire» (radiado el 20 de abril de 1943)

—«Un Cristo de la imaginería cristiana» (radiado el 22 de abril de 1943)

—«Otoño cordobés o el oro de las sierras» (radiado el 24 de abril de 1943)

—«Cualquier tiempo pasado se vistió mejor» (radiado el 27 de abril de 1943)

—«Mujeres y poetas deben conocerse. El poeta Ricardo Molinari nos visita» (radiado el 6 de mayo de 1943)

—«Sobre el arte de leer» (radiado el 13 y el 15 de mayo de 1943)

—«Una extraña representación de Sarah Bernhardt» (radiado el 20 de mayo de 1943)

—«Mariano Moreno dijo» (radiado el 25 de mayo de 1943)

—«Oración fúnebre a un elefante muerto de amor en el Zoológico de Buenos Aires» (radiado el 27 de mayo de 1943)

—«Cómo conocí al pintor Pablo Picasso» (radiado el 8 de junio de 1943)

—«Por qué la Inquisición de Salamanca condenó a Fray Luis de León» (radiado el 3 de junio de 1943)

—«El Cantar de los cantares del rey Salomón» (radiado el 10 de junio de 1943)

—«Cuando la navegación era a brazo» (radiado el 17 de junio de 1943)

—«Tres jueves hay en el año…» (radiado el 24 de junio de 1943)

—«Domingo Faustino Sarmiento viaja a Estados Unidos» (radiado el 29 de junio de 1943)

—«El pescador sin dinero» (radiado el 8 de julio de 1943)

—«“Ha dado nacimiento un pueblo…” (Independencia Argentina)» (radiado el 10 de julio de 1943)

—«Hacia la ciudad de las siete corrientes» (radiado el 15 de julio de 1943 -repite el texto emitido en Radio El Mundo el 10 de diciembre de 1942)

—«La sal del lenguaje» (radiado el 20 de julio de 1943)

—«La fidelidad de los romances tradicionales» (radiado el 24 de julio de 1943)

—«Cualquier tiempo pasado fue mejor: moda y vestidos de siglos pasados» (Sin fecha. Emitido con parecido título el 27 de abril de 1943)

—[Charla-entrevista con Lolita Torres] (Sin fecha)

 

Junto a estos guiones ha quedado también un material, en su mayor parte inédito, de difícil clasificación puesto que se trata de textos mecanografiados que tienen aspecto de relatos, de artículos, guiones o de borradores de los que se pudo servir la autora para convertirlos después en versiones definitivas. Es el caso del ensayo breve «Vestido de fiesta», que acabaría convertido en el guion «Cualquier tiempo pasado se vistió mejor», o de la prosa titulada «Teresa, de José de Espronceda», que transformaría en el texto radiado «Teresa Mancha enamorada del poeta José de Espronceda».

Lo que no deja de asombrar es la capacidad de trabajo de María Teresa León. Ocupada en un libro de relatos que vería la luz ese mismo año de 1942, en los artículos que publicaba en diarios como España Democrática de Montevideo, en cursos y ciclos de conferencias que impartía en Buenos Aires y Uruguay, y en programas radiofónicos de frecuencia casi diaria, aún se las arreglaba para cuidar de su hija y mantener vivo su activismo político colaborando en tareas de ayuda a otros exiliados. Aunque la escritora se lamentase por escrito a Juvenal Ortiz en carta de 12 de febrero de 1942, insistiendo en que no tenía «tiempo para nada entre Aitana y la novela», todavía debía ocuparse de las tareas del hogar, de la alimentación, de la intendencia, de la administración familiar e incluso de la cómoda y alegre generosidad de su marido cuando disponía de la casa a su antojo. Almudena Grandes ha recordado los días en que «Rafael Alberti iba recogiendo españoles republicanos y hambrientos por la calle, y se los llevaba a comer a casa sin avisar, seguro de que María Teresa volvería a obrar para todos ellos el milagro de los panes y los peces”»[442].

Tal y como hiciera en los años de guerra y de privaciones en la sede de la Alianza, María Teresa tenía una gracia muy especial para la improvisación, para transformar las pocas provisiones y la escasez en uno gustoso y apreciado banquete. Pero más allá de esas y otras virtudes, lo que ha despertado la atención de estudiosos y devotos de su vida y de su obra es su falta de rebeldía a la hora de asumir un papel injustamente secundario en su etapa de esposa, madre y exiliada. «Durante varias décadas -aclara José Infante- María Teresa se convierte sólo en la compañera del poeta Rafael Alberti. Trabaja incansablemente como traductora, como guionista de radio y de televisión, como articulista, como autora de biografías, novelas y cuentos… siempre a la sombra del autor de La arboleda perdida. En París, en Argentina, en Roma, María Teresa León asume su papel de esposa y deja el primer puesto para Rafael. ¿Esa es la actitud consecuente de una mujer que había estado en la vanguardia de la revolución y de la lucha de las mujeres en los años decisivos de la II República Española? ¿Es esa la postura de una mujer que había ejercido un feminismo radical para su época?»[443].

Responder a esta última pregunta o aproximarnos a ello puede aclarar muchos gestos, actitudes y comportamientos de nuestra escritora que más avanzado el tiempo del destierro y entrados de lleno en los años de madurez resultarán más difíciles de entender. Y en este sentido cabe decir que María Teresa León, lejos de cualquier leyenda, fue más femenina que feminista, definición que la emparenta con buena parte de mujeres de su tiempo y de su generación, ya sea el caso de María Zambrano, Concha Méndez o Rosa Chacel, que nunca militaron en un feminismo guerrero. «Lucharon y se hicieron un hueco junto a sus maridos por el valor intrínseco de su obra -comenta de nuevo Infante-, sin necesidad de subrayar su carácter de mujeres libres y contemporáneas, que rompían moldes y convenciones sociales sin hacerlo notar, con absoluta naturalidad y sin intención alguna, como luego se ha hecho desde muchos frentes del feminismo militante, de suplantar el papel de los hombres…»[444]

Es el amor hacia el poeta el que da sentido pleno al sacrificio. Eso no significa que la proliferación de actividades y el esfuerzo personal por la supervivencia no fueran vividos sin algún conflicto, sobre todo a la hora de conciliar la labor doméstica con el trabajo intelectual. Y cuando esto ocurría, se imponía como tarea preferente hacerle la vida más agradable al esposo. Así lo expresó ella misma en diversos momentos, con frases tan incontestables como que amar era para ella supeditarse al ser amado, cuidar los intereses del otro: «Ahora yo soy la cola del cometa -decía la autora enamorada-. Él va delante. Rafael no ha perdido nunca su luz. A veces, él cree que se eclipsa y se enfada con sus pensamientos»[445] . La autora de Memoria de la melancolía, según todos los testimonios recogidos, era quien, además, tiraba anímicamente del poeta. Ante la pregunta de si el genio de Alberti pudo ocultar el talento de su compañera, la propia María Teresa respondería a Maya Altolaguirre con la sencilla evasiva de que «ella se preocupaba muchísimo por que él escribiera»[446]; cosa que no ponemos en duda, es más, sabemos de amigos muy cercanos a la pareja que Rafael era como un niño para ella, y que cuando nuestra escritora advertía que éste se deprimía o se venía abajo por alguna razón -«se le ponía mustio»-, llamaba de inmediato a unos u otros amigos y le organizaba una fiesta. En otros casos, los convidados eran ellos, sobre todo si la invitación provenía de Oliverio Girondo y Norah Lange, en cuya casa de Buenos Aires se organizaban encuentros y veladas especialmente animadas, o en la del Delta del Togre. Como decía la propia escritora, aquellos amigos jóvenes, brillantes y ocurrentes eran «la encarnación del placer de existir».

La tristeza íntima de María Teresa por no alcanzar el reconocimiento debido -méritos nunca le faltaron- no afloró en su comportamiento diario y pocos supieron del dolor que le causaba la poca o mucha desatención con que fue pagada por quienes tenían en su mano el poder de valorar, divulgar y enaltecer su obra: editores, críticos, traductores, teóricos de la literatura e incluso compañeros. Ella no era dada a traslucir ese tipo de sentimientos, que interiorizaba a la perfección, que sobrellevaba de buen grado gracias a las amistades, los contactos y la vida cultural rioplatense, capaces de distraer sus pensamientos y de convertir los años de exilio en un tiempo amable. «La imagen que recuerdan de María Teresa quienes la vieron en sus años argentinos dista mucho, como se dijo, de ser sombría -apunta María de los Ángeles González-. Más bien las voces del pasado la alcanzan como una mujer exitosa, ingresada a una sociedad en la que obtuvo lugares de destaque público. Según su hijo, nunca vivió la fama de Rafael como un problema, ni esto motivó competencia o celos. Antes bien, siempre lo alentó y lo admiró»[447].

Pese a ello, mantenemos la teoría de que ella fue la que nunca quiso despertar en él la menor competencia y mucho menos celos profesionales o artísticos. Ella tomó el timón de la vida familiar y allanó el camino de su esposo, despejando cualquier obstáculo que perturbara el trabajo y el éxito del poeta, y más allá, tirando de él en los momentos de depresión o de desaliento, animándole a escribir, a acabar un poema o un dibujo, inculcándole disciplina. Era ella quien pensaba permanentemente en los triunfos de Alberti para verlo feliz. De ella, en cambio, es fácil suponer que pocos se acordaban. La imaginamos haciendo sus gestiones para ser tenida en cuenta, para reivindicar discretamente su talento, para lograr encargos (un guion de cine, de radio o de televisión) o para publicar uno de sus maravillosos libros. Y todo ello sin desatender, como hemos señalado, lo más mínimo las tareas domésticas, las gestiones administrativas de la casa o las económicas, sacando tiempo de donde parecía imposible.

En Memoria de la melancolía, con mucha sutileza, María Teresa León evoca a otras mujeres que le son cercanas y cuyas vidas le sirven para hablar de la suya propia. Lo hace a propósito de Zenobia Camprubí, de la que destaca, entre otras virtudes, la gran labor de intendencia que como esposa de Juan Ramón Jiménez tuvo que desarrollar. No nos cabe duda de que nuestra escritora pensaba en sí misma al escribir: «La vida de los poetas no se soluciona como la de los pájaros, no provee sus alimentos aquel que cuida las golondrinas viajeras. Los poetas comen, duermen, se agitan y desean como cualquier hombre. Bueno, no, peor, son más difíciles que cualquier hombre. Camprubí sabía muy bien esto. Si Juan Ramón era el hilo tejedor de la más alta poesía española, si era el padre de la generación estupenda que nació después del año 1920, en España, Zenobia era para Juan Ramón la urdimbre. En su fuerza segura se trenzaba la existencia diaria de Juan Ramón»[448].

Por las razones apuntadas, escritoras como Concha Méndez, Ernestina de Champourcín, Zenobia Camprubí y un largo etcétera de esposas y compañeras de hombres bien significados se hicieron cargo de las obligaciones más perentorias para que sus maridos pudieran seguir creando y realizando su obra literaria: «María Teresa León -escribe el periodista Saiz Viadero- ha de preocuparse de que el temperamento dado a la juerga y bastante pródigo de Rafael Alberti no rompa la armonía vecinal y acabe con la economía familiar, sobre todo cuando se encontraba con un espíritu todavía más crápula y desinhibido como era el chileno Pablo Neruda. Es entonces cuando Delia del Carril y María Teresa León tenían que hacer grandes esfuerzos para que la promiscuidad de los amigos convocados no ocasionara el desahucio de la vivienda, cosa que no siempre consiguieron»[449].

Pero esa labor la llevó también con firmeza y pulso María Teresa; y además pudo sacar tiempo de donde apenas había para publicar en septiembre de 1942, en Buenos Aires, su segunda obra en el exilio: Morirás lejos, con el sello de la editorial Américalee, empresa argentina de cultura libertaria. Se trataba de una colección de 18 relatos que incluía, con ciertas modificaciones estilísticas, las diez narraciones de su libro de 1935 Cuentos de la España actual. Con ilustraciones interiores y cubierta de Gori Muñoz, los textos que ahora añadía eran: «Morirás lejos», «El perfume de mi madre era el heliotropo», «Zapatos para el viento», «Locos van y vienen», «El barco», «El forastero», «Luz para los duraznos y las muchachas» y «La hora del caballo». Los relatos del pasado se entreveran perfectamente con los de nueva factura y se respira en la colección un mismo aire, una coherencia interna que los nivela. Las 18 piezas se inscriben dentro del llamado realismo socialista y en una corriente literaria, según algunos críticos, cuya finalidad propagandística y dialéctica se impone a la voluntad de estilo. Parece claro que María Teresa León, bajo las nuevas circunstancias del exilio, seguía concibiendo sus cuentos desde los paradigmas del Partido Comunista sovietizante en el que militaba desde 1932. Sin embargo, hay que añadir en su favor que, pese a ese componente ideológico, su lenguaje la aleja de la literatura social de la época, eminentemente panfletaria, gracias a su lirismo y al componente poético que se filtra en su discurso.

El 21 de diciembre de 1942, tres meses después de la publicación de Morirás lejos, nuestra escritora es agasajada por sus nuevos amigos en la histórica confitería de la calle Corrientes New China (Jardín Japonés). En la celebración está presente, entre otras personalidades, la embajadora de la España leal Anita Cuatrecasas. Para entonces, María Teresa ya estaba inmersa en una nueva tarea: la adaptación para el cine de Los ojos más lindos del mundo, película en blanco y negro, de 89 minutos de duración, dirigida por Luis Saslavsky, con Amelia Bence en el papel de protagonista, además de contar en el reparto con Roberto Airaldi, Pedro López Lagar, Benita Puértolas, Amalia Sánchez Ariño y Ernesto Vilches. Nuestra escritora trabajó en colaboración con Carlos Adén, coautor del guion, a partir de la obra de Jean de Sarment Les plus beaux yeux de monde. La película, un drama en el que dos hermanos se enamoran de la misma mujer, una hermosa joven que va perdiendo la vista, se estrenó en Buenos Aires el 27 de julio de 1943. Alcanzó gran éxito -el diario Crítica destacaba en su crónica el «clima poético, todo contribuye en este film a dejar una sensación de suave belleza»[450] - y sirvió para que Amelia Bence, considerada el rostro más cinematográfico del cine argentino, recibiera el apodo de los ojos más bellos del mundo, al menos desde 1943 hasta su fallecimiento el 7 de febrero de 2016.

El guion cinematográfico, la adaptación y los diálogos se convertirían para María Teresa, a partir de aquel primer encargo, en una de las labores mejor remuneradas de cuantas pudo realizar en Argentina, y ello gracias a su amistad con figuras importantes del cine nacional argentino de aquellos años, sobre todo con Delia Garcés y su esposo, Alberto de Zavalía, y del director Luis Saslavsky.

Esa experiencia no la apartó de los compromisos contraídos con valiosos mecenas y promotores culturales, de ahí que el jueves 4 de marzo de ese año de 1943, a las 18:30 horas, estuviera impartiendo en los Salones del Centro Gallego de Uruguay la conferencia titulada «Voz y canto de España».

Es a finales de 1943 cuando el matrimonio, acompañado de la pequeña Aitana, se traslada al domicilio de la calle Las Heras, 3783, de Buenos Aires. Por esas fechas, María Teresa ya cuenta, entre sus tareas principales, con un proyecto ambicioso que le ha encargado Luis Saslavsky y que la mantendrá ocupada un largo año de escritura y correcciones: se trata del guion para el cine de una pieza española del Siglo de Oro: La dama duende, de Calderón de la Barca. Ya el 1 de enero de 1944, la autora de Cuentos para soñar escribía a Juvenal Ortiz Saralegui para ponerle al día sobre sus logros y sus proyectos: «Nosotros, marido y mujer, seguimos trabajando. Rafael en una obra de teatro y yo en mi novela nueva [probablemente Juego limpio]. Creo que voy a poder escribir más, por lo menos hasta que empiece la filmación de La dama duende»[451].