-Pero si es sólo un momentico. Después voy contigo al trabajo y le explicamos...
-¿Qué le explicamos, que mi madre sospecha que tengo el SIDA?
-No, no...
-Uf.
Madre se enfurece. Ahora sí que dirá lo mismo con otras maneras.
-Mira, María. Hace falta que vayas a hacerte los análisis. Y vas a ir mañana aunque yo tenga que arrastrarte. ¿Te ha quedado claro? –Y ahora suavizará, pues se da cuenta que ha acometido un error. Tal vez si tuviera paciencia con su hija. Es que el error está en que yo tenía que haber sido varón. Con los varones es más fácil, son más manejables, dice a veces.
-María, es en serio –se sienta al borde del lecho-. Yo sé que debe ser algo penoso. ¿Acaso no ves que estoy muerta de miedo? Yo soy tu madre y no me perdono que tú, mi única hija, no hables conmigo, no me digas nada de tus cosas. Por favor, sólo te pido que me des un chance, hija. En cuanto a Luisito... el pobre, es un buen muchacho. Cuántas veces te he dicho que es un buen muchacho, ¿no? Oh, Dios, ¿qué habré hecho para merecer esto? Es que ya ves, la gente... tú sabes cómo es la gente.
-Siempre habla.
-Siempre habla, y si te haces los análisis estaremos todos más tranquilos, hasta tu padre estará más tranquilo. -Madre se da cuenta de que tiene una posibilidad de ganar-: Y si tu padre está tranquilo, quizás no ingrese más.
-¿Crees que soy tonta? ¿Te crees que no sé que fuiste tú quien echó agua cuando iba a bajar la escalera? Porque estás cansada, porque no es fácil vivir así, porque tú no lo quieres.
-No, María. No es así. No sé por qué siempre me acusas de cosas horribles. Yo sí quiero a tu padre, hija. ¿Por qué crees que estamos juntos todavía ahora, por qué piensas?
Madre baja la cabeza. Me arrepiento de lo dicho y entonces, me acerco, acaricio su pelo, le doy un beso en la mejilla. Me abraza.
-Vamos a salir juntas de ésta, María. Al menos por esta vez, déjame que te
ayude.
-No te preocupes.
-Pero yo debo... Yo pienso que...
-Ssssst. No voy a hacerme análisis.
-María...
-Ssst. Es que... ya los hice.