trabajaba porque carecía de paciencia para el encierro de ocho horas en un centro de trabajo. ¿Y para qué?, si a Magali le iba muy bien en la fábrica de tabaco, y él se las arreglaba con algunos biznes.
Me llevé a Magali para la fiesta, a ver si se le pasaba la moquera y meditaba sobre cómo dejar al chulo de su marido. Allí se tomó unos tragos y se puso a bailar con un blanco de ojos color cielo. Puede que sea de otro departamento, le dije, sin darle importancia a eso de que se iba con él.
A eso de las seis creo que yo estaba borracha. Había ingerido unos diez vasos de ron, (lo único que había en toneladas) cuando se me acercó la jefa de personal.
-Oye. Me hace falta que me des esas fotos.
Me atraganté con el ron. Tosí. Fingiendo compostura y contesté:
-Quisiera darle esas fotos, pero...
-¿Sí?
-Quisiera que me hiciera un favor.
-¿Qué favor?
-¿Recuerdas la muchachita que traje a la fiesta?
-La flaca.
-Es mi prima.
-Bueno. ¿Qué es lo que quieres?
-Quiero que la pongas en el nuevo curso.
-Está bien. Lo haré.
-Y que no le hagan la vida imposible.
-Está bien, velaré. ¿Y las fotos? Terminé mi trago y respondí:
-Tendrá que esperar hasta septiembre.
Advertí rabia en su mirada. Pienso que deseaba que yo desapareciera de la faz de la tierra esa misma noche, pero no por sus medios, que no forman parte de su ética profesional. En septiembre comenzamos otra vez y Magali ocupó, como es de imaginar, una de las máquinas de prueba, pero a los dos meses dejó el trabajo porque el imbécil de su marido se celaba hasta de la máquina de coser.
En cuanto a la jefa de personal no desistió de sus fotos. Le dije la verdad, que yo no tenía y nunca tuve nada. Se rió y yo me eché a reír también. «Hiciste bien en darle dos buenos galletazos a Carmela, se lo merecía para ver si pierde la manía de fijarse en las mujeres, esa tortillera de mierda.» Esa fue la única y última confesión que me hizo antes de volver a adoptar su actitud de jefa, marcando la distancia. Salí de su oficina pensando en que nunca más volvería a interesarme en los asuntos extra matrimoniales de esa mujer. Que se las viera su esposo si le dolía la cabeza. Pero