hacemos en un año) tuvieron que entrar en la casa de Ernestico y repellar la pared. Dicen que tenía una humedad de siglos. Las pobres viejas se alegraron porque ya de tiempo pasaban por una pulmonía que ni el médico de familia sabía cómo erradicar.
Ah, Roberta. Parece que regresas de una fiesta con ese vestido negro y largo hasta los tobillos. ¿Pero qué haces? ¿Secreticos con Luisito? Ya verán, tendrán que decirme todo, pedazos de locos. Mi Roberta, mi Luisito. Si volvieran los tiempos en que éramos nosotros tres, siempre juntos. ¡Cuánto añoro todo! Oh, Luisito; oh Roberta, mis dos soles de primavera. Quisiera bajar, reunirme con ustedes, pero se hace tarde, debo ir a ver a mi padre y además están tocando a la puerta. Por la insistencia, presumo que es Rebeca. Y es así. Entra como un viento violento.
-Me has cerrado la puerta. Ya te he dicho mil veces que aquí no hay nada que robar. ¿Crees que a alguien le interese un televisor en blanco y negro, el refrigerador ruso y esos muebles que son los mismos de cuando tú naciste?
-Puede que a nadie le interese, pero es mejor que cierres la puerta. La calle está muy mala. Todos los días matan a alguien.
-Eso soy yo quien debería decírtelo a ti que no paras. Siempre en la calle.
-Yo trabajo.
-¿Y cuándo no trabajas?
-Cuando no trabajo...
-Sí –acerca el oído-, dime... dime.
-Nada.
-Nada otra vez. ¿Es que nunca tienes nada que decirme? Como si yo fuera tonta, como si no supiera que andas con ese negro de Luisito. Luisito tiene el SIDA – espeta desafiante-. Sorprendida, ¿no? Acabo de saberlo, pero todo el barrio lo sabe ya, ¿comprendes? Todo el barrio. Y como todo el barrio sabe que tú y ese se ven, pues todo el barrio... pensará con razón que...
-Rebeca, estoy cansada. Debo ir al hospital.
-¿Vas a hacerte análisis?
-No, voy a ver a mi padre.
-Ah –es un globo que se desinfla-. Ya lo supiste.
-Las malas noticias corren rápido.
Recojo mi vestido azul y madre detrás de mí mientras voy para el baño donde me encierro.
-María. Hoy no te quedes en la calle. ¿Me estás oyendo? María, María... espero que hayas oído. Te dije que no te quedes en la calle.
Ya no toca a la puerta y el grupito del hotel ha dejado de sonar. Ahora, aunque estoy bajo la ducha llega a mis oídos el disco que puso Graciela. Su cocina da hacia el