CINCUENTA Y OCHO
E
l contador digital volvió a activarse.
59, 58, 57…
—He pulsado el botón correcto… ése era el trato de los cojones —gritó Hunter con todas sus ganas. Volvió corriendo a la caja y examinó la cruz. No había manera de liberar a García. Las púas que lo perforaban las manos estaban totalmente clavadas en la madera. Hunter se dio cuenta de que la base de la cruz estaba introducida en la ranura de otra base de madera separada.
42,41, 40…
Su única esperanza era sacar la cruz de la base y arrastrarla fuera de la habitación a tiempo.
33, 32, 31…
No le quedaba tiempo para pensar. Sin perder tiempo, pasó la mano por debajo del hombro derecho de García y sobre el brazo izquierdo de la cruz. Dada su experiencia levantando pesas, sabía que tenía que utilizar las piernas y no los brazos ni la espalda para levantarla. Estabilizó los pies, dobló las rodillas y con un rápido impulso, utilizó toda la fuerza para empujar la cruz de madera con el hombro. Le sorprendió la facilidad con la que separó.
La puerta de la caja estaba abierta pero Hunter no podría sacar la cruz sin tener que inclinarla. Contorsionó el cuerpo, girando la cintura hacia la izquierda todo lo que pudo.
García emitió un apagado gruñido de dolor, pero la acrobacia de Hunter resultó. Habían salido de la caja. Ahora tenía que llegar hasta la puerta.
20,19,18…
Los pies le estaban torturando y el peso empezaba a repercutirle en la espalda.
—Unos cuantos pasos más —susurró, pero, de repente, la rodilla izquierda se quedó sin fuerzas por el peso y cayó contra el suelo de cemento. Un dolor punzante le atravesó la pierna. Se sintió mareado durante un par de segundos; unos segundos preciosos. De algún modo, consiguió echarse la cruz a la espalda.
No sabía cuánto tiempo le quedaba. Le asustaba girarse y mirar al contador, pero sabía que tenía que volver a ponerse de pie. Apoyó el pie derecho en el suelo y, dando un grito, se levantó con un impulsó.
9, 8,7…
Por fin consiguió llegar a la puerta. Necesitó volver a contorsionarse, pero en esta ocasión no podía confiar en que su rodilla izquierda soportara el peso. Utilizando la pierna derecha como punto de equilibrio, repitió el mismo movimiento de hacía unos segundos. Gritó de dolor, rezando para poder aguantar unos segundos más. Sintió un sabor mórbido en la boca conforme el cuerpo empezaba a debilitarse y a resistir el insoportable dolor. Sentía cómo perdía fuerza en las manos; no podía sujetar la cruz.
Un paso más.
Utilizó su última gota de energía para impulsarse y cruzar la puerta con la cruz.
No hubo más tiempo.
Cerró la pesada puerta de metal con la esperanza de que fuera lo bastante fuerte para contener la explosión. Hunter soltó la cruz y se tiró encima de su compañero haciendo de escudo humano. Cerró los ojos y esperó la explosión.