CUARENTA

H

unter estaba acostado mirando al techo, con demasiadas cosas en la cabeza para poder dormir.

¿Es así como el asesino elige a sus víctimas? ¿En bares, clubs y fiestas?

El asesino no era de los que seguían una rutina y Hunter tenía el presentimiento de que se olvidaba de algo, pero no acertaba a dar con qué. Se sentía exhausto y sin energía. Por mucho que lo intentara, no conseguía desconectar más de unos segundos. Sabía que empezaba a caer en el mismo abismo que antes, y su compañero iba por el mismo camino. No podía permitir que pasara.

La habitación estaba en silencio a excepción de la tierna respiración de la chica morena que dormía a su lado. De cabello suave y brillante, de piel hermosa y delicada. Su presencia lo calmaba.

Tras la rápida entrevista con Rachel Blate, Hunter y García volvieron a la oficina. Allí, Hunter se encontró con Patricia Phelps, la dibujante del Departamento de Robos y Homicidios, y ambos volvieron al apartamento de Isabella. García había decidido quedarse con la excusa de revisar algunas cosas. Isabella puso todo su empeño en recordar todo acerca del hombre tatuado que había conocido cinco meses atrás. Le llevó quince minutos y tres tazas de té, pero al final, Patricia esbozó una imagen que según Isabella se acercaba bastante al hombre que había visto.

Cuando Patricia hubo terminado, Isabella le pidió a Hunter que pasara la noche con ella. La revelación por parte de Hunter de que podría haber conocido al asesino la había asustado demasiado. Se sentía sola y vulnerable, y Hunter era la única persona en la que podía pensar, la única persona con la que quería estar. Hunter estaba deseando seguir con el caso, empezar a procesar la nueva información que había conseguido, pero no podía dejar a Isabella sola. No esa noche.

—¿No puedes dormir? —Hunter se fijó en que Isabella también estaba despierta.

—La verdad es que no, pero de todas formas nunca duermo mucho, ya te lo dije.

—¿No estás cansado?

—Mi cuerpo está cansado, mi mente muy despierta. La mente siempre gana.

Isabella se acercó y lo besó en los labios con dulzura.

—Me alegra que hayas decidido quedarte.

Hunter sonrió y observó que ella luchaba por mantener los ojos abiertos, con la cabeza apoyada en su pecho desnudo. Hunter no había pasado dos noches seguidas con la misma mujer desde hacía mucho. No tenía tiempo para un romance, ni ningún interés en compartir su vida con nadie en aquel momento. Y lo prefería así.

Con cuidado, le puso la cabeza en la almohada y se levantó lentamente de la cama sin molestarla. En la cocina encontró un tarro de café instantáneo que había comprado especialmente para él y una sonrisa bailó en sus labios. Hunter se hizo una taza de café fuerte antes de ir al salón y dejarse caer en el cómodo sofá mientras daba vueltas en la cabeza a las dos entrevistas de aquella mañana. Una vez más, parecía como si hubiera establecido algún tipo de conexión entre las dos víctimas. Jenny y George se conocían, estaba seguro de ello. Fiestas sexuales, pensó. ¿Habrá un significado sexual detrás de esto? ¿Irá el asesino detrás de personas promiscuas? Aún más preguntas que respuestas, pero Hunter podía sentir que se iban acercando centímetro a centímetro. Por primera vez, se entusiasmaba por el caso. Por primera vez, tenían algo por dónde empezar; una cara, quizá.

Le dio otro sorbo al fuerte café y se preguntó cuántas tazas necesitaría para aguantar todo el día. Se miró el reloj, 6:00 a.m., hora de prepararse.

Muy despacio, abrió la puerta de la habitación de Isabella para ver cómo se encontraba. Parecía tranquila. Seguía dormida cuando se marchó.