CINCUENTA Y TRES

G

arcía hizo caso del consejo de Hunter y pasó por Markey’s, un veinticuatro horas en North Rampant Boulevard. Había casi todo, desde flores a bebidas alcohólicas, y el sándwich y el café recién hecho no eran tan malos. García había pasado por ahí muchas veces cuando era detective del Departamento de Policía de Los Ángeles. Tenía que desviarse un poco del camino a casa, pero estaba seguro de que Anna apreciaría el esfuerzo.

La chica alta y rubia que había detrás del mostrador recibió a García con una gran sonrisa de hermosos dientes blancos. García le devolvió la sonrisa y se pasó la mano por el pelo en un intento por aparentar estar un poco más presentable.

García decidió llevar a casa una buena botella de vino tinto junto con las flores. Hacía tiempo que Anna y él no se bebían una juntos y a ella le encantaría una buena botella de Rioja. Las flores se exponían justo a la derecha de la entrada, pero García no les prestó atención al entrar.

—Disculpe, ¿dónde tienen las botellas de vino?

—Justo al fondo —le respondió la chica rubia con una nueva sonrisa.

La selección no es que fuera impresionante, pero por otra parte, García no era exactamente un experto. Eligió una botella por el precio. Cuanto más cueste, mejor debe ser, pensó. Volvió donde estaban las flores y eligió un bonito ramo de rosas rojas.

—Creo que esto es todo —dijo, dejándolo todo encima del mostrador.

—Son 40.95, por favor.

García le dio tres billetes de veinte dólares.

—Es una mujer muy afortunada —dijo la chica rubia al darle el cambio.

—¿Disculpe?

—La mujer para quien son las flores… una mujer muy afortunada. —Volvió a sonreír y García se fijó en lo joven y hermosa que era.

—¡Ah! Gracias —dijo ruborizado.

—¿Vive por aquí?

—Uhmm… no, solo necesitaba algunas cosas. Me pilla de camino a casa —mintió.

—Oh… es una pena, pero quizá podría volver a pasarse por aquí alguna otra vez…

La respuesta de García fue una tímida sonrisa.

Fuera, conforme se acercaba al coche, García no podía creer que la dependienta de la tienda se le hubiera insinuado. Hacía mucho tiempo que no le pasaba.

En el aparcamiento no había más vehículos que una furgoneta Chevy de aspecto nuevo. Abrió la puerta del acompañante y, con cuidado, dejó las flores en el asiento. Volvió a pensar en lo que había acontecido durante el día. Le seguía costando trabajo aceptar lo mucho que Jenny Farnborough y Victoria Baker se parecían. García no creía en las coincidencias, pero tampoco creía que el hecho de que ambas mujeres hubieran desaparecido al mismo tiempo estuviera planeado. Ese asesino no mantenía durante mucho tiempo a sus víctimas. Una vez que las secuestraba, aparecían a los pocos días torturadas y muertas. Vicki Baker fue la víctima. Jenny Farnborough probablemente desapareció, pensó.

García recordó de pronto que aún había varios policías siguiendo a Rey-T. Los acontecimientos de los últimos días habían sucedido tan rápidamente que lo había olvidado por completo. Tenía que llamar para cancelarlo, ya que no seguía haciendo falta. Cogió el teléfono y buscó en la agenda el número correcto. Estaba tan absorto en sus pensamientos que no vio la presencia que había detrás de él. El reflejo de la oscura figura en el coche llegó demasiado tarde. Antes de que García tuviera oportunidad de girar hacia su atacante, sintió un pinchazo agudo en el lado derecho del cuello.

La droga reaccionó casi al instante. La vista se le nubló y sintió cómo se le doblaban las rodillas. El teléfono se le cayó de las manos y oyó cómo caía al suelo. Intentó sujetarse en la puerta del coche para no perder el equilibrio, pero fue demasiado tarde, el extraño ya lo llevaba a rastras hacia una furgoneta cercana.