TREINTA Y SIETE
-¿Q
ué? ¿A qué te refieres con que ya lo habías visto? ¿Dónde? ¿Cuándo? —La voz de Hunter subió unos cuantos decibelios más de lo normal.
—No estoy segura, puede que hace tres o cuatro meses —dijo Isabella como algo causal—. ¿No te vas a comer el desayuno?
A Hunter se le había quitado el apetito.
—Pasa del desayuno. Necesito saber dónde has visto el símbolo antes. Necesito saber cuándo y necesito saberlo ahora. —La cogió de los brazos.
Isabella lo miró con miedo en los ojos.
—Robert, me estás asustando. ¿Qué diablos está pasando? —Movió el cuerpo intentando liberarse de él.
Hunter la soltó al darse cuenta de lo disparatado que era su comportamiento.
—Lo siento —dijo, levantando las manos.
Isabella se apartó de él como si se estuviera alejando de un extraño.
—¿De qué va todo esto? ¿Qué mosca te ha picado? —le preguntó asustada.
Hunter se detuvo y le acarició el cabello con los dedos, tranquilizándose poco a poco. Isabella se quedó esperando una explicación razonable.
—Por favor, siéntate y te lo explicaré.
—Estoy bien de pie, gracias.
Hunter respiró hondo.
—Te mentí al decirte que no significaba nada.
—Sí, lo suponía.
Hunter procedió a contarle a Isabella el significado del crucifijo doble, con cuidado de revelarle lo que consideraba necesario. Le contó lo de las dos últimas víctimas, pero sin mencionar nada de los asesinatos anteriores. El símbolo, según Hunter, estaba dibujado en un papel que habían encontrado en la escena de los crímenes. No hubo mención alguna sobre las marcas en la piel de las víctimas.
Isabella se quedó en silencio e inmóvil un minuto, con los ojos clavados en Hunter. Cuando habló, la voz le temblaba.
—¿Entonces, me estás hablando de un asesino en serie? ¿Podría haber estado cara a cara con un asesino en serie?
—No necesariamente —intentó tranquilizarla—. La definición de asesino en serie según el manual es: «Persona que asesina a tres o más personas en tres o más situaciones distintas». Hasta ahora solo tenemos dos asesinatos —volvió a mentir.
—Eso no lo hace menos psicópata.
Hunter estaba de acuerdo pero no dijo nada.
—Isabella, necesito que me hables del símbolo. ¿Dónde lo viste? —Con cuidado, la cogió de las manos temblorosas.
—No estoy segura. Estoy muy nerviosa para recordarlo.
—Por favor, inténtalo.
Se soltó las manos y se pasó los dedos por los párpados durante un instante.
—Hace dos o tres meses —dijo finalmente—. Estaba tomando una copa con una amiga en un bar. —Volvió a abrir los ojos.
—¿Te acuerdas de qué bar? —le preguntó Hunter.
Negó con la cabeza.
—Está bien. Volveremos a ello más tarde. ¿Qué pasó luego?
—Estábamos sentadas en la barra y mi amiga tuvo que ir al baño.
—¿Entonces, te quedaste sola?
—Durante un minuto o dos, sí.
—Continúa.
—Ese tipo se acercó y me preguntó si podía invitarme a una copa.
—¿Cómo era, lo recuerdas?
Durante unos segundos, miró al suelo.
—Era muy alto, puede que un metro ochenta y nueve o dos metros. Cabeza rapada, parecía muy fuerte y en forma, y sus ojos… —Hizo una pausa un instante.
—¿Qué le pasaba a sus ojos?
—Eran diferentes.
—¿Diferentes cómo?
—Fríos, sin sentimiento… incluso espeluznantes, como si me odiara desde el momento en el que me vio.
—¿De qué color eran?
—Verdes. Eso lo recuerdo bien.
—¿Lentillas, quizá?
—No, no lo creo. Parecían naturales.
—Está bien, ¿qué le dijiste cuando te ofreció invitarte a una copa?
—Dije: «No, gracias, ya tengo una».
—¿Qué me dices del símbolo?
—Se inclinó con los dos brazos en la barra y me preguntó si estaba segura. Dijo algo acerca de un trago amistoso. En cualquier caso, tenía las mangas arremangadas, enseñando las muñecas, y entonces fue cuando los vi, los tenía tatuados en las dos.
—¿En las dos muñecas?
—Sí.
—¿Estás segura de que es el mismo símbolo? —Hunter volvió a enseñarle el bosquejo.
—Sí, eran como ése. Incluso le pregunté por él.
—¿Qué le preguntaste?
—Le pregunté si eran tatuajes militares. Ya sabes, a algunos marines o militares les gusta marcarse con emblemas especiales, como reafirmando su devoción.
—¿Qué te dijo?
—Se mostró muy evasivo. Se puso bien las mangas rápidamente y dijo que no eran nada, solo algo personal.
—¿Recuerdas algo más?
—Los tatuajes no parecían hechos por un profesional. Parecían malos, como los que te haces con una aguja y un poco de tinta.
—¿Estás segura?
—Eso es lo que me pareció.
—¿Dijo algo más? ¿Te dijo su nombre o algo? —Hunter sabía que no le habría dicho su verdadero nombre, pero podría ser un comienzo.
—No. Cuando le pregunté por los tatuajes parecía un poco irritado. Dijo: «Siento haberte molestado», o algo así, y luego se fue.
—¿Cuándo dices que se fue, te refieres a que se fue del bar o a que te dejó sola?
—No estoy segura. Creo que se fue del bar, no lo recuerdo.
—Está bien, lo estás haciendo muy bien. Los tatuajes, ¿dónde los tenía exactamente?
Isabella se señaló las muñecas por dentro, justo debajo de la base de las palmas de las manos.
—Justo aquí.
—¿Y cómo eran de grandes?
—No muy grandes, como unos tres centímetros, en tinta oscura.
—¿Has vuelto a verlo desde entonces?
—No.
—¿Qué me dices de su voz?, ¿había algo particular en ella?
—No que recuerde.
—Volvamos al bar, Isabella. ¿Puedes intentar recordar el nombre?
Cerró los ojos y tomó aire.
—¿Había algo específico en el bar, como luces de neón, la decoración de las paredes o, quizá, la ubicación?
—Fue hace tiempo. Dame un minuto y lo recordaré.
Hunter se sentó en silencio durante unos segundos.
—Estoy bastante segura que era en algún lugar junto a la playa —dijo con los ojos entrecerrados.
—Está bien, intentemos lo siguiente. En vez de pensar en el bar, intenta pensar en la amiga con la que estabas aquella noche. El cerebro recordará mejor la noche con tu amiga que el bar en sí. Y una cosa llevará a la otra —le explicó Hunter.
—Estaba con Pat aquella noche. Hacía tiempo que no salíamos juntas —dijo mirando al suelo. Unos segundos más tarde le ofreció a Hunter una cálida sonrisa—. Tienes razón. Pensando en Pat he podido recordarlo. Estábamos en el Bar y Grill The Venice Whaler, en Venice Beach.
—Conozco el bar. He ido un par de veces —dijo Hunter emocionado—. ¿Puedo preguntarte algo más?
—Claro —dijo con un movimiento de cabeza inanimado.
—¿Crees que podrías hacerle una descripción de cómo era a nuestro dibujante? La verdad es que podría ayudarnos.
—Sí, haré lo que pueda —dijo, encogiéndose de hombros tímidamente.
Hunter se acercó y la besó en los labios.
—Siento haber perdido los nervios antes. Me pillaste por sorpresa cuando dijiste que habías visto el símbolo antes, y es realmente la primera oportunidad que tenemos en el caso.
—Está bien —dijo, devolviéndole el beso. Hunter cogió el nudo con el que Isabella se había atado la camisa a la cintura… y camisa sin botones que había tirada en el suelo. Aún no habían desayunado.