TRECE

L

os informáticos del Departamento Forense del Condado de Los Ángeles habían utilizado un programa informático desarrollado especialmente para reconstruir imágenes completas a partir de imágenes parciales. Los elementos básicos son simples: en el proceso de animación, el diseñador crea en primer lugar una maqueta electrónica del personaje como base y luego la cubren con una capa de «piel». El proceso utilizado por los informáticos del Departamento Forense sigue los mismos pasos, aunque no hace falta una maqueta electrónica. Su base fue la imagen del rostro sin piel de la víctima.

Generalmente, el proceso se utiliza para recrear una imagen a partir de una estructura ósea: un cuerpo hallado en un estado muy avanzado o completo de descomposición. En el caso de la víctima de aquella noche, el proceso se hizo con mayor facilidad, dado que el tejido muscular de su rostro estaba casi intacto. El ordenador no tenía que calcular la totalidad de las mejillas o la forma de su barbilla o nariz. Tan solo tenía que aplicar una capa de piel sobre el tejido magro existente, calcular la edad de la piel y la pigmentación, y Hunter y García tendrían un rostro.

Hunter no se equivocaba, era una chica muy guapa. Aunque la imagen del ordenador hacía que se pareciera a uno de los personajes de la serie de vídeo juegos Final Fantasy.

Hunter podía ver con claridad la suavidad de su piel y los rasgos típicos de una modelo que conformaban su rostro.

Desde el coche, al volver de la oficina del forense, Hunter llamó al capitán Bolter.

—Hunter. Dime algo bueno.

—Bueno, los informáticos de la oficina del forense han conseguido recrear el rostro de la víctima utilizando un elaborado programa informático; debería ayudarnos a identificarla.

—Esas son buenas noticias, ¿qué más?

—En cuanto a noticias, ésas son las mejores. —Hizo una pausa y cogió aire—. Según el doctor Winston, es más que probable que estemos tratando con el mismo asesino en serie.

Hubo silencio. Era lo que el capitán Bolter se esperaba desde que encontró el crucifijo doble en la nuca de la víctima.

—¿Capitán?

—Sí, sigo aquí. Esto es como la puta zona desconocida.

Hunter estaba de acuerdo pero no dijo nada.

—Les voy a poner a García y a ti en una oficina separada, apartada de la planta principal. No quiero que el resto de los detectives del departamento se involucren en esto.

—Por mí está bien.

—Lo último que necesito ahora es que el pánico se expanda por la ciudad porque un periodista de mierda se entere de lo que está pasando.

—Tarde o temprano algún reportero de mierda se enterará, capitán.

—Entonces, intentemos que sea más tarde que pronto, ¿de acuerdo?

—Sabe que lo estamos haciendo lo mejor que podemos, capitán.

—Esta vez necesito algo más, Hunter. Quiero coger al asesino, y me refiero al auténtico. —Conforme colgaba el teléfono, la rabia en su voz se hacía innegable.