DOCE

E

xcluyendo psiquiátricos y hospitales infantiles, en total había ocho hospitales en la zona centro de Los Ángeles, pero solo cuatro habían registrado en los últimos días alguna entrada de personas sin identificar. Haciéndose pasar por su novio o por un compañero de trabajo, Jerome visitó sin suerte los cuatro. Si habían ingresado a Jenny en algún hospital, no había sido en el centro de Los Ángeles.

Jerome pensó en extender su búsqueda hacia lugares como Santa Mónica, San Diego, Long Beach y Santa Ana, pero le habría llevado una semana entera y no tenía tanto tiempo. Decidió ponerse en contacto con el detective Culhane.

Mark Culhane odiaba recibir pagos de un criminal, de un narcotraficante, pero no podía negar que el dinero le venía de perlas, era más del doble de su sueldo en la División de Narcóticos. A cambio, se esperaba que hiciera la vista gorda en importantes entregas de droga, que desviara levemente las investigaciones y que, de vez en cuando, suministrara información confidencial. Era un mundo de corrupción, y a Rey-T no le costó mucho trabajo encontrar a Mark Culhane.

Jerome y Culhane se encontraron en un In-N-Out de la Avenida Gayley, una de las hamburgueserías favoritas de Jerome. Cuando Culhane llegó, Jerome ya se había devorado dos hamburguesas dobles-dobles.

Culhane tenía cuarenta y nueve años, medía uno setenta, tenía entradas y una panza cervecera aterradora. Jerome siempre se había preguntado qué pasaría si Culhane tuviera que perseguir corriendo a un sospechoso.

—Culhane… siéntate —le dijo Jerome, comiéndose la última de las patatas fritas.

Culhane se sentó frente a él en la pequeña y anticuada mesa. Parecía más viejo de lo que Jerome recordaba. Las bolsas que tenía en los ojos habían ganado peso. Jerome no tenía tiempo para cortesías, así que le pasó al detective un sobre marrón. Culhane lo cogió y se lo llevó al pecho, sujetándolo como si se tratara de una mano de póquer. Echó un vistazo a la fotografía que había en el interior.

—Ha desaparecido —continuó Jerome.

—¿Y? Habla con personas desaparecidas, yo soy de Narcóticos, ¿lo has olvidado? —le respondió Culhane, claramente irritado.

—¿A qué viene esa actitud? —le preguntó Jerome, dándole otro trago a su zarzaparrilla tamaño gigante.

Culhane se quedó callado.

—Digamos que Rey-T la considera una amiga especial. —Pasó otro sobre al detective por encima de la mesa—. Esto es un extra.

Esta vez, Culhane no necesitó abrirlo para saber lo que había dentro. Cogió el sobre y se lo metió en el bolsillo.

—¿Cómo se llama? —preguntó. La irritación había desaparecido.

—Jenny Farnborough.

—¿Ha huido de él o crees que pueda tratarse de otra cosa?

—No estamos seguros, pero no creemos que haya huido. No tiene nada de lo que huir. Además, todas sus cosas siguen en su apartamento.

—¿Está enganchada? ¿Podría estar por ahí colocada?

—No lo creo. Consume coca de vez en cuando, ya sabes, para aguantar, pero no es una yonki. Si lo fuera, no estaría trabajando para el jefe.

—¿Novio? ¿Familia?

—No tiene novio; su familia vive en algún pueblucho, en alguna parte de Idaho o Wyoming, pero, de todas formas, no se lleva bien con ellos.

—¿Cuándo fue la última vez que la viste?

—El viernes pasado por la noche. Salió de fiesta con el jefe y otras chicas; fue al baño para retocarse el maquillaje y eso es todo.

—Puede que la arrestaran y ahora esté pasando la mona en alguna celda.

—Habría llamado si ése fuera el caso, y no sé por qué la iban arrestar, pero supongo que será mejor que también lo compruebes.

—¿Le sirvo algo? —preguntó una joven camarera de cabello castaño que se había acercado a la mesa.

—No, estoy bien, gracias —dijo Culhane haciéndole un gesto desdeñoso con la mano. Esperó a que la camarera no pudiera oírlos—. ¿Hay algo más que deba saber? —Su atención estaba de nuevo puesta en Jerome.

—No, supongo que eso es todo.

—¿Robó dinero o algo que pudiera haberle dado un motivo para desaparecer?

—A nosotros, no.

—¿Deudas de juego?

—No que sepamos.

—¿Estaba con alguien más, quizá un competidor de Rey-T?

—¡Nooo! —La respuesta fue acompañada de un gesto de negación con la cabeza—. Era una buena chica, probablemente su mejor chica. No tenía ningún motivo para huir. —Le dio otro trago a la zarzaparrilla.

—Por lo general, las buenas son las peores. —El comentario de Culhane no le hizo gracia a Jerome—. ¿Cuánto tiempo lleva con Rey-T?

—Casi tres años.

—A lo mejor se ha cansado y quería dejarlo.

—Sabes que al jefe no le molesta si alguna de las chicas lo quiere dejar. Si se hubiera cansado, solo habría tenido que decirlo. Además, como te he dicho, no se llevó ninguna de sus cosas.

—Ok, dame veinticuatro horas y veré si consigo algo. —Culhane se levantó preparado para marcharse.

—Culhane.

—¿Sí? —dijo volviéndose hacia Jerome.

—Rey-T quiere que seas discreto, así que no vayas por ahí enseñando la fotografía como si fueran un par de tetas.

Culhane asintió y fue hacia la puerta mientras Jerome volvía a abrir el menú por la página de los postres.

Sentado en el coche, Culhane echó otro vistazo a la fotografía que Jerome le había dado. La chica era despampanante, el tipo de chica por la que tendría que pagar mucho dinero si quería acostarse con ella. Dio un golpecito con la mano en el sobre que tenía en el bolsillo. Hola, coche nuevo, pensó con una gran sonrisa.

Culhane supuso que la chica de la fotografía estaba en un lío. Rey-T era bueno con sus chicas, apartamentos bonitos, ropas caras, drogas gratis, el estilo de vida de las superestrellas. Nunca había oído que alguna huyera.

Podía empezar buscando en los hospitales, pero le llevaría mucho tiempo. Tras pensarlo unos segundos, sacó el teléfono y marcó el número de Peter Talep, un buen amigo que trabajaba en la Unidad de Personas Desaparecidas de la policía de Los Ángeles.

—Peter, soy Mark, de Narcóticos, ¿cómo te va? Necesito un favorcillo…

* * *

La Unidad de Personas Desaparecidas del Departamento de Policía de Los Ángeles se fundó en 1972. Con alrededor de veinticinco detectives, la unidad tiene una responsabilidad cívica en la investigación de personas adultas desaparecidas. Peter Talep era uno de esos detectives.

Peter se reunió con Culhane en el vestíbulo de la Oficina Sur del Departamento de Policía de la calle 77. Culhane necesitaba una buena historia para que Peter buscara en la base de datos de personas desaparecidas sin pestañear, o bien una petición oficial. Le afirmó que Jenny era una de sus informadoras más importantes en narcóticos y en las últimas setenta y dos horas había desaparecido. Culhane quería que Peter utilizara su acceso al departamento para que comprobara los archivos de los hospitales.

—¿Y tienes una foto de la chica que estamos buscando? —le preguntó Peter.

—Desgraciadamente, no. Por eso tengo que revisar los archivos contigo, tener fotos de los informadores puede causar problemas —dijo Culhane, mintiendo. Si Rey-T quería mantenerlo en secreto, darle la fotografía a Peter no era una buena idea.

—Ok, ¿qué estoy buscando entonces?

—Mujer de raza blanca, alrededor de los veintitrés, veinticuatro, cabello rubio, ojos azules, despampanante, si ves su foto lo más probable es que te des cuenta —le dijo Culhane con una sonrisa maliciosa.

—¿Cuándo fue la última vez que tuviste contacto con ella?

—El viernes pasado.

—¿Sabes si tiene familia por aquí, alguien que pueda haber denunciado su desaparición?

—No, no lo creo. Vive sola. Su familia no es de la ciudad.

—¿Marido, novio?

—No.

—Así que nadie habrá denunciado su desaparición. ¿Tú eres el primero?

—Sí —le afirmó Culhane.

—Es muy pronto si desapareció el viernes —le dijo Peter, negando con la cabeza.

—¿Qué quieres decir? ¿Qué significa demasiado pronto?

Peter apartó la silla del ordenador.

—Todos los archivos que tenemos en la base de datos son de personas desaparecidas que alguien ha denunciado, familiares, novios, alguien. Por lo general, la gente trae una fotografía y rellena un informe, ya conoces el protocolo. En cualquier caso, el archivo se introduce en la base de datos de personas desaparecidas. Si nadie denuncia su desaparición, no hay archivo.

—Sí, pero ¿qué hay de los pacientes de los hospitales, ya sabes, sin identificar?

—Bueno, eso ocurre con poca frecuencia.

—Ya, ¿pero ocurre?

—Sí, pero ella tendría que estar inconsciente o haber perdido la memoria. Si se da el caso, el hospital, por lo general, esperaría entre siete y quince días antes de considerarla persona no identificada y denunciarlo a la policía. Nosotros comparamos la fotografía que el hospital nos envía con las que tenemos en la base de datos y buscamos coincidencias. Si no hay ninguna, introducimos al paciente como persona no identificada en la base de datos de la Unidad de Personas Desaparecidas. Si desapareció el viernes y nadie ha denunciado su desaparición, aún es demasiado pronto. Si está inconsciente en algún hospital o ha perdido la memoria, tendrás que esperar hasta que recobre la consciencia, buscar hospital por hospital pacientes sin identificar o esperar dos semanas y comprobarlo aquí conmigo.

—¡Mierda!

—Lo siento, Mark, no hay mucho que pueda hacer por ti.

—Cierto, gracias de todas formas.

En el exterior de la Oficina Sur del Departamento de Policía, Culhane sopesaba las opciones sentado en el coche. Ni loco iba a hacer un tour por los hospitales de Los Ángeles para buscar a una de las prostitutas de Rey-T. El informe que había pedido con los arrestos de la última semana le acababa de entrar en el fax del coche. Seis chicas coincidían con la descripción. Tres de ellas ya estaban en libertad bajo fianza. Tenía la corazonada de que ninguna de las tres chicas restantes sería la que estaba buscando, pero tenía que comprobarlo.

Las fotografías tardaron unos cinco minutos en entrar. Como sospechaba, ninguna de ellas era Jenny. Había una cosa más que le quedaba por hacer: buscar un cadáver.

Podría intentar pedir información a la División de Homicidios, pero entre los detectives de Homicidios y Narcóticos siempre había algún tipo de rencor. Por regla general, una investigación llevaba a la otra. En Los Ángeles, drogas y asesinatos van juntos de la mano.

¡Qué los follen a los de Homicidios!, pensó Culhane. Si Jenny estaba muerta, solo había un lugar donde podía estar: el depósito de cadáveres.