TREINTA

S

egún se aproximaban a la entrada del Vanguard Club el viernes por la noche, a García le sorprendió ver tal cantidad de gente haciendo cola para entrar.

—No me puedo creer que el club esté lleno, se supone que es un club enorme.

—No está lleno —contestó Hunter confiado.

—¿Cómo lo sabes?

—Es un truco psicológico —continuó Hunter—. Si te hacen esperar en la cola, tus expectativas respecto al club aumentan. Te entran más ansias por entrar. Un club lleno, por lo general, significa que es un buen club.

—Eso es verdad.

—Pero el truco está en hacerte esperar en la cola el tiempo necesario. Si no controlan bien el tiempo, los clientes se ponen de mal humor. A nadie le gusta hacer cola durante mucho tiempo.

—Eso también es verdad.

Pasaron de la cola y fueron directos hacia los dos musculitos que hacían de porteros en la entrada del club.

—Lo siento caballeros, pero tendrán que hacer cola como todos los demás —dijo uno de los porteros poniéndole la mano a García en el hombro.

—Oh, no, como ves tenemos pases especiales —dijo Hunter con voz graciosa enseñando su placa de detective.

El portero examinó las credenciales de las placas y quitó la mano del hombro de García.

—¿Hay algún problema, detective Hunter?

—No, solo estamos buscando a alguien.

Los dos porteros intercambiaron una mirada de preocupación.

—No queremos problemas aquí.

—Nosotros tampoco, así que, si se apartan del medio, será un buen comienzo —dijo Hunter clavándole la mirada al portero. Sin hacer contacto visual, el portero dio un paso a la derecha y abrió la puerta.

—Disfruten de la noche, caballeros.

Los dos detectives pasaron a la entrada del lujoso vestíbulo. La estruendosa música hizo efecto al instante. Estaba alta, muy alta. Había un puñado de personas en la primera sala, algunos bailando, otros solo hablando. Hunter y García fueron hasta la sala principal pasando entre la pequeña muchedumbre.

Allí la música estaba el doble de alta que en el vestíbulo. Instintivamente, Hunter se tapó los oídos con los dedos.

—¿Cuál es el problema, viejo?, ¿no soportas la música de las generaciones más jóvenes? —dijo García con sonrisa cínica.

—Esta música es solo… ruido atronador que se repite. Ponme heavy metal y ya verás.

—¡Este lugar es enorme! —dijo García ante la gigantesca pista de baile de seis metros cuadrados que había en el interior de un escenario y que se mostraba majestuosa ante ellos. Hunter abrió los ojos para intentar asimilar la enormidad del lugar. Una multitud vibrante y pintoresca llenaba la pista de baile moviéndose al ritmo de lo último en drum 'n' bass y funk. Las luces y los láseres proyectaban formas sobre la multitud mientras bailaban. La atmósfera del Vanguard Club era contagiosa. La gente iba para divertirse y así lo mostraban. Hunter y García no habían ido al Vanguard Club ni para admirarla ni para divertirse, tenían que hablar con Rey-T.

A la izquierda de la pista de baile vieron unas escaleras pequeñas y acordonadas que llevaban a un nivel separado en la planta superior.

—Allí —dijo Hunter señalando con el dedo hacia las escaleras—. Ésa tiene que ser la sala VIP.

García asintió y arrugó la cara al ver dos porteros que parecían luchadores de lucha libre haciendo guardia al pie de las escaleras. Hunter buscó con la mirada a Rey-T en la planta de arriba. En el informe de la oficina del Fiscal del Distrito ponía todo lo que tenían que saber sobre el famoso traficante, incluyendo varias fotografías. Hunter no tardó en verlo cómodamente sentado acompañado de cuatro mujeres.

—Lo tengo, la última mesa a la derecha —dijo Hunter señalando hacia la sala VIP.

Pasaron entre la marchosa multitud de la pista a base de empujones y encontronazos. Una morena atractiva rodeó el cuello de Hunter con los brazos al pasar a su lado.

—¡Eh! Me encantan los hombres musculosos —le dijo acercándolo hacia ella—. Y tienes unos ojos preciosos. Baila conmigo, guapo. —Lo buscó con los labios y lo besó apasionadamente, dándolo vueltas en una posición de yoga.

Hunter tardó varios segundos en apartar la boca. A pesar de los flashes, Hunter se fijó en lo dilatadas que estaban sus pupilas.

—Bailaré contigo en un segundo, nena. Tengo que ir al baño. —Fue la primera excusa que se le ocurrió.

—¿Al baño? ¿Quieres compañía? —Bajó la mirada hacia la ingle.

Hunter le lanzó a la morena una sonrisa de confianza.

—Hoy no, nena.

—Maricón —le susurró mientras Hunter se alejaba dejándola que buscara su siguiente presa.

—Es guapa… con estilo —comentó García—. Luego puedes volver y tomarte con ella un «Fóllame lentamente contra la pared».

Hunter pasó del comentario sarcástico de su compañero y se acercó a las escaleras que daban al exclusivo piso superior, y al lugar donde estaban los dos guardias.

—Lo siento caballeros, es una sala VIP, es una zona restringida —dijo uno de los porteros mirando a los detectives.

—No pasa nada, somos VIP —dijo García enseñando su placa y haciéndole un gesto a Hunter para que hiciera lo mismo.

—Señores, no pueden usar sus placas para entrar en los sitios —dijo el más alto de los dos musculitos con la mirada fija en García.

—¿Tenemos pinta de estar aquí por diversión? —se entrometió Hunter. Los dos porteros lo miraron—. Hemos venido a ver a alguien —prosiguió.

—¿Y quién es ese alguien?

—Hemos venido a ver al señor «Atinoteimporta». Ahora, hazte a un lado o te detendré por obstrucción a la justicia. —La voz de Hunter sonaba firme y amenazante. Sin esperar a que los porteros se hicieran a un lado, Hunter se metió entre medias de los dos musculitos, García lo siguió.

Jerome había estado observando la escena desde la mesa más cercana a las escaleras. Conforme los dos detectives pasaron a la sala VIP del nivel superior, Jerome se levantó para cortarles el paso.

—¿Puedo ayudarles?

—¿Pero qué hostias…? Este hombre tiene más seguridad que el Presidente de los Estados Unidos —dijo Hunter volviéndose hacia García antes de mirar a Jerome a los ojos—. No, no puedes ayudarme, gigantón, tengo que hablar con tu jefe —dijo Hunter señalando la mesa de Rey-T.

Sin moverse, Jerome estudió a los dos hombres que tenía frente a él.

—Ok, podemos hacerlo aquí, cómodamente en la sala VIP, o podemos llevarnos todo este circo a comisaría y montar una buena fiesta. Lo que tú digas, hombretón.

Jerome mantuvo la mirada en los dos hombres unos cuantos segundos antes de volverse hacia Rey-T, que empezaba a mostrar interés y asintió a Jerome con un rápido movimiento de cabeza.

—Discúlpenme, chicas, parece que tengo negocios que atender, ¿por qué no van a bailar un rato? —le dijo Rey-T a las cuatro despampanantes chicas con las que compartía mesa. Se levantaron, parpadeando con sensualidad a Hunter y ofreciéndole una sonrisa tentadora al pasar a su lado. A García parecía que la cara se le encendía con cada sonrisa mientras seguía con la mirada a las chicas.

—Si le gusta alguna de las chicas, quizá podría recomendarle —dijo Rey-T con una amplia y brillante sonrisa. Hunter se fijó en que tenía un pequeño diamante insertado en el incisivo izquierdo superior.

—¿Qué? Oh, no, no. No es eso —dijo García con cara de sentirse incómodo.

—Claro que no. Por favor, tomen asiento. ¿Champagne? —ofreció Rey-T, señalando la botella que había en el interior de un cubo con hielo.

—No podemos, gracias.

—Bien, ¿en qué puedo ayudarlos?

Rey-T era un afroamericano muy atractivo. Sólo tenía treinta y un años, medía un metro ochenta y tenía la cabeza rapada. Sus ojos color avellana eran impactantes y rasgos muy definidos formaban su rostro. Vestía un traje de viscosa oscuro con una camisa blanca de seda con los dos botones de arriba desabrochados, dejando al descubierto un par de gruesas cadenas de oro.

—Soy el detective Hunter y él es el detective García —dijo Hunter con la placa en la mano.

Rey-T no se levantó ni tampoco hizo ademán de estrecharles la mano. Jerome se había puesto al lado de su jefe.

Hunter y García se sentaron mirando a Rey-T y de espaldas a la pista de baile. No hacía falta ponerse de cháchara.

Hunter sacó la fotografía del bolsillo y la puso en la mesa delante de Rey-T.

—¿Conoce a esta chica?

Rey-T bajó la mirada hacia la fotografía y la estudió unos segundos sin cogerla.

—No se anda con rodeos, ¿verdad, detective Hunter? Eso me gusta.

La expresión seria de Hunter no cambió.

—Es una imagen creada por ordenador —dijo Rey-T sorprendido.

—¡Sí!

—¿Y por qué?

—Me temo que no puedo revelar esa información.

—Me temo que no puedo ayudarlo. —La respuesta fue casi inmediata.

Ambos detectives intercambiaron una rápida mirada.

—Mire, señor Preston, esto es de gran importancia…

—La Hermana Joa solía llamarme señor Preston en el colegio. —Rey-T levantó la mano derecha interrumpiendo a Hunter antes de que tuviera oportunidad de terminar la frase—. Llámeme Rey-T.

A Hunter no le gustaba que lo interrumpieran.

—Como iba diciendo, se trata de un asunto muy importante.

—Estoy seguro de que lo es, pero déjeme que le diga cómo funciona esto. Si quiere que lo ayude, tienes que darme algo, nene. Soy un hombre de negocios, no tengo tiempo para estupideces y aquí no regalamos nada.

A Hunter no le gustaba negociar, en especial con gente como Rey-T, pero sabía que no tenía mucha elección. Observó la reacción de Rey-T y la de Jerome mientras analizaban la fotografía con la mirada. Sabía que la reconocía. Si quería que lo ayudaran, tendría que cooperar.

—Está muerta. La mataron de una manera horrenda y tiene la cara… —Hunter buscó la palabra adecuada—… irreconocible. Tuvimos que utilizar un programa especial para hacernos una idea de cómo era.

Rey-T miró fijamente a Hunter durante un buen rato antes de coger la fotografía. La estudió unos segundos más. A Hunter no le cabía duda alguna de que Rey-T había reconocido a la mujer de la fotografía, pero había algo más. Una emoción escondida.

—¿Qué le hace pensar que conozco a esta mujer?

Hunter sabía lo que estaba intentando hacer.

—Escuche, P-Diddy…

—Rey-T…

—Lo que sea. No me interesa en lo que ande metido. Sean los que sean los negocios ilegales que dirige, estoy seguro de que la justicia lo cogerá pronto, pero hoy no es el día. Puede que no lo crea, pero no es sospechoso de esta investigación. La persona que la asesinó volvió a asesinar ayer, y seguirá matando hasta que lo detengamos. La identificación de la chica puede darnos una pista para saber quién es este monstruo. Si es una de sus chicas…

—¿Una de mis chicas? —Rey-T volvió a interrumpir a Hunter. No estaba por la labor de admitir que era un mercader de sexo.

—Si quiere hacerse el tonto, adelante, como si fuera el chulo más importante del mundo, a estas alturas me importa una mierda, no voy a por usted. Somos de Homicidios, no de Narcóticos.

Rey-T dejó la fotografía en la mesa.

—Bonito discurso, detective.

Hunter respiró hondo. Tenía la mirada clavada en el hombre que había sentado enfrente de él.

Rey-T vio una oportunidad para abrir las puertas.

—Si necesita mi ayuda, a lo mejor podemos llegar a un acuerdo.

—¿Acuerdo? —Hunter sabía lo que seguía.

—De vez en cuando necesito la ayuda de los chicos de blanco y negro. Yo lo ayudo, usted me ayuda y todo el mundo es feliz. Puede ser una sociedad beneficiosa para ambas partes.

Solo entonces, García se dio cuenta de a qué se refería Rey-T. A diferencia de Hunter, él era incapaz de contenerse.

—¡Que te folien! ¿Alguien ha torturado y asesinado a una de tus chicas y a ti no te importa un pimiento? Pensaba que debías protegerlas, ser su guardián. ¿No es eso lo que hacen los chulos? —A García se le puso la cara roja. La voz era de rabia y el tono elevado, lo que provocó que los ocupantes de las mesas de al lado se volvieran—. ¿Ahora, utilizas su muerte para intentar meternos en tu nómina de polis corruptos? Qué clase de rey eres. Quizá, deberías cambiarte el nombre por el de Perdedor-T. —García se levantó y esperó a que Hunter hiciera lo mismo. Él no lo siguió.

Las payasadas de García hicieron reír a Rey-T.

—Venga ya, no van a empezar con esa mierda de «poli bueno y poli malo» conmigo, ¿verdad? Esa mierda solo funciona en las películas, y esto no es una puta película.

—No estamos jugando —dijo Hunter con calma—. Pero el asesino sí. El detective García tiene razón. Este asesino cogió a una de tus chicas y te ha dejado un «¡qué te folien!» enorme como regalo. —Hunter se inclinó poniendo los dos hombros sobre la mesa—. No creemos que seas idiota pero el asesino sí lo piensa. Se está riendo de ti y no me sorprende. Entra en tu casa, te roba a una de tus chicas y ni siquiera te enteras. ¿Pensabas que se había ido de vacaciones? ¿Qué pasará si decide llevarse a otra de tus chicas? Una de las que estaban sentadas contigo hace unos minutos.

Rey-T mantuvo la mirada fija sobre Hunter.

—¿Y? —continuó Hunter—. ¿Te vas a quedar ahí sentado, fingiendo que estás tranquilo, que aún tienes el control, que sigues siendo el rey? Solo te pedimos un nombre, al menos para decirle a su familia lo que le ha pasado.

Hunter esperó una reacción que nunca llegó. Sabía que Rey-T había reconocido a la chica del retrato generado con el ordenador y eso era un gran paso en la dirección correcta. Ahora podría averiguar fácilmente quién era, ya que sabía dónde buscar. La cooperación de Rey-T ya no era tan importante. Hunter se levantó y se unió a García.

—Detective —gritó Rey-T cuando los dos hombres llegaban a las escaleras. Hunter giró y lo miró una vez más. Rey-T hizo un gesto a Jerome, que rápidamente sacó una fotografía del bolsillo de la chaqueta y la dejó en la mesa junto al retrato robot. Ambos detectives se volvieron a sentar y compararon las fotografías. El parecido era asombroso.

—Se llama Jenny Farnborough. La estoy buscando desde el viernes pasado.

Hunter sintió cómo se le calentaba la sangre.

—¿Fue la última vez que la vio?

—Correcto. El viernes pasado, aquí.

—¿Aquí? —preguntó García excitado.

—Sí, estábamos sentados en esta misma mesa. Se excusó y dijo que necesitaba ir al baño para retocarse el maquillaje o algo así. Nunca volvió.

—¿A qué hora fue?

Rey-T arqueó las cejas mirando a Jerome.

—Tarde, sobre las dos o dos y cuarto de la madrugada —dijo Jerome.

—¿Entonces, cree que la secuestraron en el club? —preguntó Hunter calmado.

—Eso parece.

—A lo mejor conocía a su raptor, alguien con quien ya había estado.

Rey-T negó con la cabeza.

—Aunque se hubiera encontrado con alguien que conociera, no se habría marchado del club, primero habría venido a hablar conmigo. Jenny era una buena chica.

Hunter hizo una pausa durante un segundo para evaluar cuánta información sobre la víctima quería revelar.

—La drogaron, GHB, ¿ha oído hablar de esa droga?

Rey-T ofreció a Hunter una sonrisa de vendedor de coches. Sabía que Hunter no podía ser tan ingenuo.

—Sí, la conozco. ¿Es lo que utilizó?

—Sí.

—¿Ha dicho que la torturaron?

—Sí.

La mirada de Hunter cayó sobre la fotografía. Imágenes de su cuerpo desnudo y mutilado atado a los postes de madera se le aparecían en la cabeza.

—Quienquiera que la matara quería que sufriera lo máximo posible. No tuvo misericordia, no le disparó en la cabeza, ni la atravesó con un cuchillo. El asesino quería que muriera lentamente. —Hunter no vio sentido en esconderle la verdad—. La despellejó viva y la dejó morir.

—¿Le hizo qué? —La voz de Jerome subió de tono.

Ninguno de los dos detectives respondió.

Rey-T intentó esconder la rabia, pero los ojos le ardían. Inmediatamente, su mente creó una imagen grotesca de Jenny, sola, torturada, pidiendo clemencia, gritando ayuda. Intentó en vano quitarse la imagen de la cabeza. Cuando habló, había rabia en su tono de voz.

—¿Es un hombre religioso, detective?

La pregunta sorprendió a Hunter y a García.

—¿Por qué?

—Porque si lo es, será mejor que rece para encontrar a quienquiera que la mató antes que yo.

Hunter entendía la rabia de Rey-T. Mientras que Hunter tenía que hacer las cosas según las reglas y siguiendo el protocolo, Rey-T no tenía que hacerlo. La idea de que Rey-T cogiera al asesino antes que él era en cierto modo atroz.

—Necesitaremos una lista de todos sus… clientes, de toda la gente con la que ha estado en los últimos seis meses. El asesino podría ser alguien que conociera.

Rey-T ofreció a Hunter una sonrisa.

—Me gusta, detective Hunter, me asombra. —Hizo una pausa—. No tengo ni idea de lo que está hablando. ¿Clientes…?

De ninguna de las maneras Hunter podría sacarle a Rey-T una lista de los clientes de Jenny, y lo sabía.

—Ha dicho que necesitaba su nombre, ya lo tiene. Me temo que no hay nada más que pueda hacer por usted —dijo Rey-T haciendo un gesto hacia las escaleras. Los dos detectives se levantaron sin decir una palabra. Hunter cogió las dos fotografías de la mesa.

—Una cosa más —dijo Hunter, sacándose un trozo de papel del bolsillo.

Rey-T levantó la mirada con una expresión de «¿y ahora qué?».

—¿Has visto este símbolo antes?

—No, nunca —le confirmó—. ¿Qué tiene que ver con la muerte de Jenny?

—Se encontró cerca de su cuerpo —mintió Hunter.

—Una última cosa… —Esta vez fue García—. ¿Sabe de dónde era Jenny? Tenemos que ponernos en contacto con sus padres.

Rey-T miró a Jerome y se encogió de hombros.

—La verdad es que no hago comprobaciones de fondo, pero creo que era de Idaho o Utah, o de por ahí.

García asintió y siguió a Hunter. Al llegar a las escaleras, Hunter giró y miró a Rey-T una vez más.

—Si lo pillas antes que nosotros…

Rey-T miró a Hunter.

—Haz que sufra.

Rey-T no pronunció respuesta y observó a los dos detectives salir de la sala VIP y desaparecer entre la multitud que bailaba.